A simple vista parece un hombre de negocios convencional. Vestido siempre de estricto terno negro, camisa blanca y zapatos de charol, Sergio Parra (50) lidera una de las librerías más exitosas del circuito independiente santiaguino. Nadie pensaría que en los años 80 prefería la marginalidad, abrazarse a una botella de pisco  y escribir, en el filo de la noche, los más sentidos poemas. "Te amo con tu barriga cervecera, con este vuelo de locura, con este mismísimo dolor que siento cada noche", anotaba en La manoseada (1987), su primer libro con el que se inscribía dentro de la escena de artistas locales, que desde el margen hacía arte en dictadura. Claudio Bertoni, Diego Maquieira, Raúl Zurita y Pedro Lemebel eran los escritores con los que se codeaba por esos días. Y ahora también, claro que desde otra posición.

Hasta fines de los 90, Parra trabajó en las editoriales Lom y Cuarto Propio, y siguió escribiendo poesía, pero en la década siguiente se decidió a emprender su propio negocio. Se rehabilitó definitivamente del alcoholismo y en 2003 abrió con su socia, Paula Barría, la librería Metales Pesados, en el barrio Bellas Artes, punto de encuentro obligado de los escritores locales y los que no también. Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee y Paul Auster han visitado la librería en su paso por Chile.

En el recorrido, de poeta a empresario, Parra ha cultivado otra pasión más: el coleccionismo de arte. Desde los años 80 comenzó a reunir obras de sus amigos de esa época, los artistas del Cada (Lotty Rosenfeld, Zurita), Juan Pablo Langlois, Eugenio Dittborn, Carlos Leppe. Y en los últimos años ha adquirido piezas de artistas jóvenes, incluso dedicó un pequeño gabinete de su librería para mini exposiciones. El que ahora se amplía a un espacio de 600 m cuadrados, a unas cuadras de su centro de operaciones.

En calle Merced 316, Sergio Parra inaugura ahora su primera galería de arte: Metales Pesados Visuales. No lo hará solo, lo acompañan dos socios jóvenes, el ingeniero comercial Daniel Budnik y la psicóloga Constanza Sumar, quienes se harán cargo de la producción y el funcionamiento de la sala, que abre sus puertas el 6 de noviembre, con una muestra de Gonzalo Pedraza.

A poco de comenzar a hablar sobre el proyecto aflora la nostalgia. El afán de Sergio Parra no sólo es vender arte, sino armar una nueva escena de arte contemporáneo, tal como la que él protagonizó en los 80. "Hoy hay mucha domesticación. Los artistas son intelectuales que deberían tener una opinión, pero hoy lo hacen poco. Han dejado de mirar la marginalidad, de mirar al otro, de denunciar. Me encantaría que mi galería fuese un espacio de reunión y debate, donde se cruce el arte con la escritura, así como cuando yo era joven", dice.

Una nueva escena

Antes de los libros y los poemas, la bohemia y el arte, Sergio Parra tuvo otros oficios. Fue junior y vendedor de zapatos. Cual Carmela, llegó a los 16 años desde San Rosendo a Santiago, a buscar trabajo. A esa edad se compró su primer terno y adquirió ese estilo de vestir que, reconoce, es porque "así no tiene que pensar qué ponerse". La literatura, las calles y las conversaciones de bares fueron su universidad. Hoy quiere traspasar todo eso a través del galerismo. "Los mejores poemas están en las obras visuales. Los poetas debieran mirar el arte y al revés", dice Parra.

¿Qué le falta a la escena del arte chileno?

Opinión y contexto. Se habla mucho del arte contemporáneo, pero ¿tenemos artistas contemporáneos? Me gustaría que el público sintiera que los artistas en mi galería le están hablando de lo que pasa hoy. También voy a invitar a teóricos  del arte para que escriban sobre las obras, tal como Nelly Richard o Justo Pastor Mellado lo hicieron con la Escena de Avanzada.

Parra y sus socios ya tienen una lista de artistas. Entre ellos, Arturo Duclós y Gonzalo Díaz como "voces de autoridad", y jóvenes como Andrés Durán, Mariana Najmanovich y Gianfranco Foschino. "Queremos mostrar una nueva historia del arte y hacer cruces. El gran problema es que hoy arte y escritura no se conectan. Nos gustaría reunir un grupo de artistas que trabajen con los textos de Alejandro Zambra. Mi generación esperaba con ansias una performance de Leppe o una aeropostal de Dittborn. Quiero convencer a los artistas de que hoy es posible generar esa energía, ser más libres para crear y menos prisioneros del mercado".