Mi papá fue Chicago Boy
A través de El Ladrillo, el documento que sentó las nuevas bases económicas, sus padres cambiaron radicalmente el modelo chileno y al alero de Pinochet convirtieron al país en un caso ejemplar de las políticas neoliberales y la liberalización de la economía en el mundo. Hace dos semanas se estrenó el documental de Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano, que cuenta la historia de ese grupo de jóvenes que tras estudiar en la Universidad de Chicago volvió a poner en práctica la visión que impulsaban desde ahí Milton Friedman y el profesor Arnold Harberger. Chicago Boys muestra el despegue económico y de consumo que vivió el país, las tensiones que experimenta el sistema ahora y plantea que las marchas que se iniciaron en 2011 son una reacción contra esas ideas. Aquí, los hijos de los protagonistas, que en ese momento eran niños, entran en la discusión.

Macarena de Castro:
“Comparto totalmente las medidas económicas que implementaron”
La economista (43) es directora de Ingeniería Comercial en la Universidad Finis Terrae. Su padre, Sergio de Castro, fue miembro de la primera generación que se doctoró en la Universidad de Chicago, participó en la redacción de El Ladrillo y fue ministro de Economía y Hacienda de Augusto Pinochet.
Nací el 72. Tenía cero conciencia de que mi papá era ministro, o importante. Quizás al final de su período tengo un poco más de recuerdos, porque tenía una sensación de miedo. En mi casa había un carabinero siempre afuera, y eso en vez de hacerme sentir protegida, me provocaba lo contrario. Cuando dejó de ser ministro, yo tenía ocho años. Después, más grande, te topas con gente que te dice que es un ídolo y otra que te dice que él es lo peor, pero vas entendiendo que tiene sentido que así sea, porque el país era una pura polarización. Cada persona tiene su visión sobre la base de lo que tocó vivir.
Yo soy economista, pero él jamás me dijo que estudiara esto ni me habló de la carrera. Ahora, es bien curioso porque montones de veces me doy cuenta de que pienso igual a él, pero no porque me lo hubiese transmitido. Y también de que en mi visión académica comparto totalmente las medidas económicas que implementaron.
Me enteré de las violaciones a los Derechos Humanos en la universidad. Fue un shock. Me acuerdo de haberle preguntado a mi papá si sabía, y me dijo que no. Y por supuesto que le creo. Cuando hablamos del tema, dice lo mismo que en el documental: que no sabía, y que si hubiera sabido, lo habría hecho igual. Y es tal cual. Y él fue muy honesto al decirlo así.
Fui a ver el documental a la UDP, porque sabía que iban a estar los realizadores. Cuando terminó, oía puros comentarios como “si siempre se ha sabido que estos tipos eran malos”, o que la CIA financió El Ladrillo. ¿Qué financió? ¿El café que tomaban mientras escribían? Y la periodista que lo hizo decía que ellos “necesitaban contar su historia”. ¡Cero! Mi papá ni siquiera se acordaba de quién era la periodista, ni cuándo le había dado la entrevista, lo hizo porque Alito (Arnold Harberger, el profesor estadounidense, conocido como el padre de este grupo) se lo pidió…
Siento que se crea una teoría sobre algo que es mucho más simple: a mi papá llegaron unos milicos con metralleta a buscarlo a la casa y le dijeron “venga con nosotros”. Lo subieron al auto sin decirle nada, hasta llegar a La Moneda. Lo hicieron esperar cuatro horas, hasta que apareció Merino con El Ladrillo debajo del brazo, y le dijo: “De Castro, él es el ministro de Economía y usted es su asesor”. ¿Tú crees que dijo sí, o no, o me parece?
Era muy rudo todo. Me acuerdo que contaba que un día llegó Pinochet a una reunión y les dijo “ministros, quiero que sepan que ustedes tienen que saber defenderse solos, porque si a alguno le pasa algo, este gobierno no va hacer absolutamente nada por recuperarlos”. Y tenía razón, pues. Él no iba a dejar que extorsionaran al gobierno. Y toda esa parte muy dura no se conoce; estaban ahí de puro patriotas.
El día que vi el documental, la periodista también planteó que más que el modelo político y democrático, los Chicago se deslumbraron con los malls, con el consumo. ¿De adónde, si no tenían un peso? Se les congelaba hasta el champú. Una vez le pregunté a mi papá si volvería a estudiar a Chicago y me dijo que por ningún motivo.
Paul Fontaine:
“En Chile hubo políticas económicas de ultraderecha que ni siquiera en Chicago se vieron”
El ingeniero comercial (51) es socio de la empresa SW Consulting ligada al sector eléctrico, y vicepresidente de Blanco y Negro. En 2009 participó en la campaña de Marco Enríquez-Ominami y en la elección siguiente fue parte del equipo económico de la candidata Evelyn Matthei. Es hijo de Ernesto Fontaine, el primer latinoamericano que obtuvo un doctorado en Economía de la Universidad de Chicago en 1964. Aunque no tuvo cargos de gobierno, sí influyó en varias políticas públicas y por sus clases en la UC pasaron varias figuras del mundo político y económico. Murió el año pasado.
Estudié economía en la Católica, que sigue una tendencia de Chicago, pero luego me dediqué a los negocios y estudié en UCLA. Soy economista por hobby, no de profesión. Soy de la línea de Chicago de Harberger. De hecho, Alito decía que las políticas de la Concertación estaban bien, mientras Libertad y Desarrollo decía que eran terribles. Creo en un sistema de economía abierta, de emprendimiento, libertad de precios, bajos aranceles, con un sistema de pensiones privado, una regulación en los temas de competencia y un Estado que pueda fiscalizar que se cumplan las reglas del mercado.
De hecho, todo el programa económico de Marco Enríquez –la primera vez- lo conversé con Alito. Y uno de los temas fundamentales por los que diseñé ese programa fue por el sistema tributario que quedó imperando al final del régimen, en la época de Büchi, en que las empresas pagaban un 10 por ciento de impuestos y sólo sobre los dividendos. Eso llevaba a una concentración de la riqueza extrema. Genera desigualdad.
Después, Piñera tomó varias de las medidas que yo sugerí, porque aquí había cosas muy raras. Lo que pasa es que en Chile hubo políticas económicas de ultraderecha que ni siquiera en Chicago se vieron. Ese modelo sí cree en la solidaridad, en que haya impuestos, en un rol social del Estado en temas como educación o salud.
Mi papá nunca fue parte del gobierno militar. Era, en esencia, muy democrático. De hecho me dijo que estuvo de acuerdo en la parte inicial del gobierno pero no en la parte final, terminó muy desilusionado. En el documental, Rolf Lüders da un dato histórico: que del total de detenidos desaparecidos, el 90 por ciento o más fue muy al principio del gobierno. Si existió algo después, fue una cifra menor, pero me consta que a mi papá le molestó. Lo oí decirlo. Tenía mix feelings con Pinochet.
Cuando Lüders entró al gobierno, con la cagada que había, no creo que haya tenido cabeza para pensar en otra cosa. El país se estaba desarmando. Si le preguntas a Sergio Onofre Jarpa sobre si sabía que se violaban los derechos humanos y te dice que no, lo dudo. Pero con la economía como andaba, sí le creo a Rolf Lüders que estaba en otro tema.
Emilio Sanfuentes:
“No siento que yo tenga una influencia directa de los Chicago”
Emilio Sanfuentes (45) es periodista y socio de Corpo Comunicaciones. Se llama igual que su padre, sociólogo que estudió economía en Chicago y fue un actor clave en la redacción de El Ladrillo. Murió en un accidente en 1982.
Me pasaron varias cosas con el documental. Valoro el buen trabajo que siempre hace la Carola Fuentes, pero me parece que plantea algunas tesis medio forzadas: no sé si a las marchas del 2011 haya que buscarles una explicación en los Chicago. La historia son eslabones que van encadenados y no puedes omitir o dejar fuera a los 20 años de Concertación en ese relato. No te puedes ir a los Chicago de los años 60, para luego pararte en las marchas de 2011. Yo creo que esas manifestaciones fueron anti-Piñera, fue una reacción política al gobierno de la derecha y salieron todos a la calle. Por eso creo que esa parte del documental fue tratar de cerrar un círculo de manera forzosa.
Es difícil saber qué te gusta y qué no de cierto modelo cuando no has vivido en otro. Siempre he vivido en éste y lo que veo, me gusta. Ha tenido virtudes y vicios, obviamente. Y yo veo un problema en que nos saltamos un capítulo en el desarrollo del país. Cuando Lagos promete que Chile será desarrollado para 2010, con el simbolismo del Transantiago, desde ahí en adelante la gente ya no se cree todo lo que dicen. Creo que fue un hito fundacional en los quiebres de las relaciones entre regulador y regulado, gobernador y gobernado, la sociedad civil y la institucionalidad. Es el año base del quiebre de las confianzas.
Mi historia es diferente a la del resto de los hijos de los Chicago Boys. Mi papá era mucho menor que todos lo que hicieron El Ladrillo. Se involucró de puro asomado. Entró a la universidad con 15 años a estudiar sociología, y salió de 19. Ahí fue seducido para ir a Chicago, sin haber estudiado Economía, en el año 66. Y mi historia es diferente porque él se muere a los 39 años, cuando yo tenía 12. A esa edad estás más preocupado de ir con él al estadio a ver a Colo Colo que de la discusión política dominical. Y como no tuve eso, no siento que yo tenga una influencia directa de los Chicago.
Siento mucho orgullo por la trayectoria de mi papá, por lo que hizo y a la edad que lo hizo. Era sociólogo, economista, fundó una editorial (Portada, que creó la revista Qué Pasa), vivió de los negocios y en su pasaporte ponía que era agricultor. E hizo las cinco cosas. Mi imagen paternal está construida sobre eso, no sobre su paso por Chicago.
No sé cuánto de lo que dicen (como en el documental, que señala que Sanfuentes no le informaba al equipo que escribía El Ladrillo que su trabajo sería para Pinochet) es verdad o mito. Aquí había dos polos: los Chicago y el entorno de Agustín Edwards. Mi papá fue el puente de esos dos mundos y ahí hay capítulos que no tengo tan claros, pero creo que la respuesta está en el primer think tank que se hizo en Chile, el Centro de Estudios Socioeconómicos que formó mi viejo antes de cumplir 30 años. Ahí, Agustín Edwards le pide intelectualizar el Cuerpo B, traspasar la influencia de Chicago en esas páginas. Luego, terminó siendo la conexión entre los Chicago y Roberto Kelly.
Mi primera conciencia de ciudadano la tuve para el atentado de Pinochet. Después vino el plebiscito, donde fui bien activo por el NO. De las violaciones a los Derechos Humanos me enteré en el colegio, el Manquehue, que era bien politizado. Era un lugar interesante para conversar, para debatir.
En la historia de los Chicago, considero notable que haya habido espacio para que una manga de mocosos, como mi papá, tuviera la capacidad de plantear lo que plantearon, con la energía y convicción con que lo hicieron. Eso te demuestra lo precario que era Chile en esa época. Era básicamente un país rural, en su estructura mental y física. Y el aporte de los Chicago fue urbanizar esa estructura, esa inteligencia, urbanizar las políticas públicas.
Marily Lüders:
“El modelo ha sido exitoso, pero sin duda hay temas pendientes”
La decana de la Escuela de Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez (41) es hija de Rolf Lüders, quien estudió directamente con Milton Friedman en Chicago y fue ministro de Economía y Hacienda entre 1982 y 1983.
Ser su hija es un orgullo tremendo, a lo largo de toda su vida ha aportado de diferentes maneras, especialmente desde las ideas económicas, para hacer de Chile un mejor país y es un mérito especial el que lo haya hecho siempre de manera respetuosa, dialogante y seria.
El “modelo” ha sido muy exitoso en reducir significativamente la pobreza y mejorar el estándar de vida de los chilenos, a tal punto, que se mantuvo y perfeccionó durante los gobiernos de la Concertación. Pese a estos avances, hay temas importantes pendientes, como la calidad de la educación inicial que dificulta la igualdad de oportunidades para todos los niños, una sensación creciente de inseguridad en ciertas zonas y la vulnerabilidad de muchos que si bien han superado técnicamente la barrera de la pobreza, ante una enfermedad o despido vuelven a vivir en condiciones indignas.
Todo lo anterior, sin embargo, no se solucionará reemplazando el modelo por un sistema de derechos universales garantizados, ni arrinconando el rol de los privados, como parece ser el camino por el que optó la actual coalición de Gobierno. Por el contrario, respetando la premisa de la libertad individual combinada con un Estado subsidiario, que es lo que inspiró el modelo, podremos enfrentar de mejor manera los desafíos que vienen.
Creo que lo que las marchas de 2011 y otras señales que ha dado la opinión pública revelan es que hay una ciudadanía que quiere acceder más rápido a los beneficios de una sociedad desarrollada y a la tranquilidad material, combinada con la libertad, que éstas traen. Eso es una buena noticia que pone una exigencia a la clase dirigente: seguir avanzando hacia un país que le dé a cada uno la oportunidad de desarrollarse en su máximo potencial.
El riesgo de esto es leerlo como un petitorio de prestaciones y gratuidad, lo que desgraciadamente parece estar pasando. Eso no sólo no solucionará la desigualdad, sino que ahogará el emprendimiento y restringirá la ayuda a quienes más lo necesitan. El rechazo que muestran las encuestas a las reformas en curso confirman que el diagnóstico de muchos sobre el malestar fue errado.
Se debe evitar caer en la trampa de transformar al Estado en el solucionador de todos los problemas que enfrentan los chilenos. Se le está poniendo en el centro de todas las reformas futuras y la verdad es que tiene serios problemas en manejar las responsabilidades que ya tiene hoy, como nos demuestra el reciente paro del Registro Civil o las esperas en atenciones de salud.
Bárbara Kast:
“Era difícil crecer con esta idea del padre perfecto”
La concejala (34) de Evópoli por Paine es hija de Miguel Kast, figura que ha sido un referente de la UDI. El economista estudió en Chicago en los 70 y tras eso fue ministro de Odeplán y Trabajo y ocupó la presidencia del Banco Central. Murió en 1983 de un cáncer fulminante.
No he visto el documental todavía, pero he oído sobre él y que entrevistaron harto a Alito. A él lo conozco mucho. También a su señora, Anita, que murió y era muy cariñosa, llena de detalles. Él siempre mantuvo una relación con mi familia, a pesar de que mi papá no estaba. Era como un abuelo. Mi papá se murió cuando yo tenía dos años. No tengo recuerdos de él y por eso es heavy ir encontrándote con mucha gente que te habla de él, de que fue alguien tan perfecto y que participó tanto en las transformaciones de Chile. La extrema pobreza a él lo cautivó. Y tenía harto carisma para entusiasmar a otros, qué son los que después me cuentan de él. En la adolescencia esa imagen me pesó; era difícil crecer con esta idea del padre perfecto cuando uno necesita uno real que, como todos, tenga un lado A, B y C. Más grande, decidí investigar quién fue, no sólo en la faceta política, si como amigo, papá, hermano, para armarme mi propio puzle. Fue un alivio saber que era humano, que todo tiene sus costos, y que si él hubiese estado ahora, probablemente no todo sería fantástico.
También es fuerte que le empiecen a sacar cosas negativas, pero creo que son ideológicas. No puedo desconocer, obviamente, que mi papá fue ministro de la dictadura militar. Ahora, qué le parecía Pinochet, cuál era su historia, no se la puedo preguntar. Sí sé que fue ministro porque creía en ayudar a superar la pobreza. Para nosotros ha sido un regalo que mi mamá se haya casado con Javier Etcheverry, porque nos ha dado un matiz de la historia, siempre en forma muy respetuosa. Sí me duele que existan libros que digan que asesoraba económicamente a la DINA. ¡Es absurdo!
No siento ninguna responsabilidad por ser Kast, pero sí existe en mi familia un cuento fuerte sobre el servicio público, sobre la comunidad. Antes yo tenía una juguetería en Vitacura, pero siempre pensaba que no quería seguir viviendo en esa burbuja, sino en un lugar distinto donde convivieran a diario distintas realidades. Y ahí nos fuimos a Buin.
Mis cuatro hijos (de entre 12 y 4 años) probablemente saben más de política que los niños de su edad. Oyen hablar de ministerios, gobierno, bastante seguido. Y de mi papá también saben, porque a pesar de que no lo conocí, nos dejó un casete contando su historia, lleno de anécdotas. Pero no alcanzó a llegar al final.
Sobre el modelo, creo que las realidades van cambiando y se deberían haber ido perfeccionando las cosas. Veo los problemas que hay en la salud, los que mueren en condiciones poco dignas, o las diferencias entre uno y otro colegio, pero no creo que sea culpa de un modelo de hace 40 años. Creo que no hemos sabido reaccionar en los tiempos justos, ir construyendo respuestas para exigencias diferentes.
Álvaro Bardón:
“Soy igual de liberal que mi padre”
Ajeno a la vida pública, este ingeniero comercial (42) es gerente general de Laboratorio Dukay. Su padre, del mismo nombre, fue un ferviente defensor del liberalismo a través de columnas, editoriales y entrevistas. Participó en la redacción de El Ladrillo, fue subsecretario de Economía y presidente del Banco Central a los 36 años. Murió de cáncer en 2009.
El recuerdo que tengo de mi papá siendo ministro es que trabajaba mucho y aparecía en la tele casi todos los días… Yo era muy chico para interpretar más. Soy igual de liberal que él tanto en temas económicos como valóricos, lo que nos diferencia de la derecha tradicional. Soy un convencido de que el Estado, lejos de solucionarlo todo mágicamente como muchos parecen creer, ha sido parte importante de los problemas que no nos permiten despegar. Coincido bastante con la escuela de Chicago, aunque reconozco su sesgo teórico.
Pienso que la economía es parte esencial del quehacer humano, y el comportamiento racional de las personas junto al sistema de precios, es lo que sustenta el funcionamiento de las sociedades modernas.
Se ha culpado al modelo de libre mercado de todos los males que nos aquejan, sin embargo, esto responde a un reduccionismo simplista basado en viejas ideologías de izquierda que los jóvenes han adoptado ciega y fanáticamente, ignorando nuestra historia. La desigualdad en Chile, principal caballito de batalla del discurso antimercado, no fue generada por el modelo; esta tenía niveles similares a los actuales desde antes de los 70.
Sin embargo, la disminución de la pobreza, el importante aumento del nivel de ingreso, el aumento de la clase media, y la modernización que ha vivido el país en los últimos 30 años, sí fueron consecuencia directa de la aplicación de estas políticas.
Lamentablemente se ha asociado el modelo con las malas prácticas de algunos empresarios que han salido a la luz últimamente, lo que sin duda ha contribuido a su desprestigio.
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