Si bien para muchos su figura siempre estará asociada al rock, como elemento fundamental del grupo más importante del género en Chile, la mayor parte de la carrera de Miguel Tapia ha transitado por otras formas musicales. Ya en los primeros años de Los Prisioneros el baterista daba muestras de su interés por las canciones bailables y las baterías programadas, inquietud que más tarde daría forma a Jardín Secreto, la banda que creó junto a la tecladista Cecilia Aguayo en los 90 y que al electropop de sus inicios fue añadiendo elementos del folclor nacional.
Es justamente esa fusión la que el músico ha seguido explorando en los últimos años junto a su más reciente proyecto, el cuarteto Travesía. Un grupo armado entre amigos y vecinos de la comuna de Pirque, donde Tapia reside hace más de diez años, y en el que conviven sin problemas la música de raíz latinoamericana con secuencias y samplers.
"En mi caso, si bien partí con un grupo rockero, crecí escuchando folclor en mi casa. Travesía tiene mucho que ver con volver a encontrarme con ese sonido y sumarle nuestra experiencia y otras herramientas", dice sobre el combo que completan Gabriela Pozo, Leo Fernández y Rufino Cabrera.
Con ellos lanzará en vivo la próxima semana Pantón, segundo álbum del grupo y sucesor de Puerto groove (2014). Un LP con nueve canciones, surgidas a partir del trabajo de laboratorio en el estudio, y en las que los cuatro integrantes se reparten las voces para cantar mensajes de observación social, inspirados en gran medida por la distancia de la vorágine capitalina.
" Nuestro ambiente es maravilloso. Todos vivimos en el campo, al lado de Santiago, puedo ir caminando al estudio por caminos de tierra, mirando cerros, aves. Eso motiva mucho y es una forma de vida. No estamos desesperados por la fama, por batir récords, nuestro ritmo es distinto, nos mueven otras cosas", cuenta.
Enemigo de la nostalgia y poco dado a rememorar sus años juntos al trío sanmiguelino, Tapia ha encontrado su refugio en los paisajes y en la tradición folclórica de Pirque. De hecho, hace algunos años grabó junto a Fernández el hasta hoy inédito primer disco solista de Santos Rubio, el fallecido poeta y cantor, emblema del canto a lo divino que se cultiva en aquella localidad.
Ante esto, reconoce que su forma de salir del encierro del estudio y "ventilarse" ha sido su trabajo junto Claudio Narea, una sociedad que oficializaron hace seis años con un disco, y que desde entonces los lleva a presentarse en shows donde se mezclan temas solistas con clásicos de Los Prisioneros.
Con su otro ex camarada, Jorge González, la situación es distinta. Según detalla el baterista, desde aquel reencuentro de noviembre de 2015 que puso a fin a una década de distancia entre ambos -y que se materializó en la emotiva aparición de Tapia en el homenaje al cantante en el Movistar Arena-, no ha mantenido contacto con González ni ha seguido al tanto de su evolución.
"Con Jorge fue eso puntualmente. En noviembre pasado estábamos empezando a hacer nuestro disco con Travesía, así que me pilló en un momento súper ocupado. Mantuve hasta hace algún tiempo el contacto pero últimamente no hemos hablado, así que no he sabido muy bien cómo está su salud. La última vez que lo vi fue en el verano, unas cuatro veces que lo fui a ver a su casa, y lo noté más recuperado. Saber que se le vio mejor tocando en el Liguria me alegra mucho".
¿No ha habido acercamientos para reunir a Los Prisioneros tras el accidente de Jorge González?
No existe ningún tipo de acercamiento. No te puedo decir qué pasará más adelante, porque uno nunca sabe, pero ahora estamos cada uno en sus proyectos. Para Jorge, para Claudio y para mí, la música es nuestro motor y es nuestra vida, así que es fantástico que los tres podamos todavía seguir haciendo esto y que la vida no nos haya obligado a hacer otras cosas.
Acaban de salir dos libros sobre Los Prisioneros y González anunció sus memorias. ¿Nunca ha pensado en publicar su autobiografía?
No tengo ningún interés en contar mi punto de vista de la historia. Se ha contado mucho, demasiado encuentro. Para mí sería una lata volver otra vez a eso, además tengo pésima ortografía.