Al doctor John Feller le cuesta entenderlo, casi no puede creerlo, pero "pone en movimiento fuerzas que no deben ser tocadas". Fuerzas misteriosas y milenarias, quizás cifradas en la creación misma del hombre en la Tierra y su lazo con Dios. Unas hojas perdidas del diario de su abuelo lo llevan inocentemente a iniciar una investigación que lo conduce al secreto origen de la humanidad. Por supuesto, la aventura que tendrá que vivir el protagonista de la novela El factor Q será peligrosa. La misión va más lejos: este thriller quiere conquistar a las masas.

Recién llegado a librerías, el debut literario del abogado Juan Carlos Dörr (1968) es el último intento de la industria editorial chilena por izar la bandera en los terrenos del best seller. En la senda del exitoso El código Da Vinci, El factor Q también es una novela de suspenso que lidia con un misterio histórico de efectos radicales. Publicada por editorial Planeta, su autor tiene perfectamente clara su ambición: "La escribí para que le gustara a la gente. En Chile, en Argentina, en Inglaterra, en cualquier parte. Quiero que la gente no pueda parar de leerla", dice Dörr.

Más viejo que el hilo negro, el deseo de las editoriales de  conseguir un éxito comercial tiene decenas de rutas posibles: desde las aventuras de Isabel Allende hasta las de Hernán Rivera Letelier, pasando por los policiales de Roberto Ampuero y los retratos íntimos de Pablo Simonetti, en Chile también se ha intentado emular el thriller en el estilo tan demandado de Dan Brown. A veces, han tenido suerte.

En 2004, el entonces editor de Planeta Gabriel Sandoval convocó a una serie de autores locales y les pidió una novela histórica de suspenso, con conspiración incluida, anclada en los paisajes chilenos. Eran los días en que todos leían El código Da Vinci. Así surgió El número Kaifman, un libro de Francisco Ortega que investigaba una leyenda del sur de Chile: ¿Es verdad que en los tractores Lenz se esconde una pieza de oro? ¿Por qué? "Nos fue muy bien, se vendió completa la edición", dice Ortega, que desde esos días y hasta hoy tiene sus gustos claros: "Me gusta mucho la novela comercial, de supermercado y aeropuerto. No sé si es literatura, pero es novela. Y eso debe ser parte de un mercado editorial vivo", dice.

No siempre es la industria la que da vida. El más exitoso título del género es un outsider: un  escritor anónimo, que firmaba como El Autor, puso en librerías en 2010 la novela La semanas en que se juntan los siglos, un thriller sobre el Bicentenario. No tenía editorial, tampoco puso un peso en promoción, pero su poder de persuasión y el boca a boca lo llevó al éxito: vendió 15 mil ejemplares, lo mismo que el más vendedor libro de Simonetti.

MISTERIOSO Y BASTARDO

Creció leyendo libros de biología y física, o poesía de Rilke. Escribió poemas que expuso junto a esculturas de Francisco Gacitúa. Dörr no creía en la prosa, pero cayó rendido ante El péndulo de Foucault, de Umberto Eco, y los relatos más misteriosos de Jorge Luis Borges. Quiso escribir una cosmogonía falsa de la primera civilización humana, situada en Africa. Cuando hizo el prólogo descubrió que esa era la novela: la historia de cómo el doctor John Feller descubre el misterio.

Con apariciones del siquiatra Ernest Jung, talismanes sobrenaturales, textos ancestrales, experimentos alquímicos y altas dosis de información histórica, El factor Q pone al doctor Feller en las exploraciones arqueológicas de su abuelo en el valle del Rift, en Kenia, donde encuentran restos de los primeros hombres. Hombres que, aparentemente, no quieren ser molestados. "Quiero que sea algo más que un Código Da Vinci, donde al final el misterio resulta no ser verdad. Yo quiero darle verosimilitud a este mito épico de estilo nórdico con raíz en Africa", dice Dörr.

Editorial Planeta desea, sobre todo, que El factor Q tenga miles de lectores. Trabajan para ello. Según cuenta la editora Josefina Alemparte, después de que el manuscrito llegó a sus manos fue pulido especialmente con el editor argentino Marcelo Panozzo (también director del Festival de Cine Bafici) y ahora tendrá un plan de promoción a la altura: "Es una novela que cumple todos los requisitos del género. Y nuestra aspiración es que sea un best seller", dice.

Dörr trabajó solo por varios años en su novela. Editorial Planeta no andaba buscando un thriller que publicar y, en general, pocas editoriales lo hacen. Según Ortega, ahí hay un misterio: "¿Por qué las editoriales chilenas no apuestan por el género si se vende tanto? El mayor best seller chileno es una novela histórica, Adiós al Séptimo de Línea. Creo que hay muchas posibilidades para contar la historia chilena a través de la novela comercial", dice Ortega, que no sólo predica: a fin de mes publicará en versión digital, con Ebook Patagonia, El verbo Kaifman, una versión actualizada de su novela, y en 2014 lanzará La Cuarta Caravela: la logia de O'Higgins, un "thriller histórico centrado en la logia lautarina".

La razones para no arriesgarse, cree el editor del sello infantil y juvenil SM, Sergio Tanhnuz, son casi siempre comerciales. Y algo más: "Existe el prejuicio de ver el best seller como un género bastardo", dice a pocos meses de haber publicado un libro con esa vocación masiva:  Zahorí, de Camila Valenzuela León. No es suspenso histórico, sino otro género tanto o más popular: una saga fantástica al estilo de El señor de los anillos, con ecos de Harry Potter, pero ambientado en el sur de Chile. Casi agotada la primera edición del primer tomo, El legado, a mediados de 2014 lanzarán el tomo dos. Será, por supuesto, una trilogía. Y si El factor Q funciona, Dörr podría seguir con el doctor Feller: "Si le va bien, estoy totalmente dispuesto a seguir escribiendo", sostiene.b