"Estimado señor: estamos escribiendo un documental acerca de ballenas en Chile y nos gustaría contactarlo, ya que tenemos una idea un poco loca de terminar la película mezclando el llamado de un chamán mapuche a los descendientes de Mocha Dick en isla Mocha y un descendiente de Herman Melville, con su música". Esto es parte del mensaje, publicado el 3 de diciembre de este año, en el sitio web de Moby, músico norteamericano, bisnieto del autor de Moby Dick, Herman Melville.
Una invitación abierta, en que de concretarse, el artista de electrónica -que con su disco Play de 1999 vendió más de 10 millones de copias- tocaría para un selecto grupo, en una no menos exclusiva isla: la Mocha, ubicada a 35 kilómetros del continente que goza de la perfecta combinación de bosques casi vírgenes, campo y enormes playas de arenas blancas. Aquí viven apenas 600 personas y casi no existen autos; bicicletas, caballos y carretas son los principales medios de transporte.
Mocha está justo frente a la localidad de Tirúa, Región de Biobío y, según varios relatos, fue inspiración para escribir Moby Dick, ya que en sus costas durante años una enorme ballena, apodada Mocha Dick, atacó a pescadores y buzos e, incluso, hundió un barco que trató de cazarla. En sus alrededorres, también hay una serie de barcos hundidos y semihundidos que pueden ser apreciados en excursiones marinas.
GRAN RESERVA
Desde la avioneta -la única forma de llegar a la isla ya que no existen barcos hacia acá- se puede ver claramente que casi la mitad del territorio -13 kilómetros de largo por seis de ancho- está cubierto por gigantescos árboles, entre arrayanes, boldos y olivillos, que forman parte de una Reserva Nacional y que cuenta con varias rutas de trekking, con distintos grados de dificultad. Una de las mejores es llegar hasta la Laguna Hermosa, gran parte en subida. Arriba, la humedad del bosque es mucho mayor, por lo que se observan helechos, nalcas, musgo y decenas de aves. En las cercanías de la laguna se puede ver a la fárdela blanca, un ave insigne para los ornitólogos que llegan desde lejos a la isla, casi tanto como esta ave que migra desde Alaska y sólo nidifica aquí y en el archipiélago de Juan Fernández. Esta ave que se reproduce a ritmo de un pichón por año, además, se encuentra en peligro de extinción y fue parte de un programa nacional de Conaf que ha dado muy buenos resultados. Partiendo por los propios habitantes de la isla, que ya no la cazan como antes.
Si recorrer el verde lo atrae, una buena jugada es acercarse a Arturo Hope, que vive en una parcela en el linde de la entrada occidental de la reserva protegida por Conaf; es imposible pillarlo en teléfono celular (no hay señal en esa zona), pero este octogenario habitante es conocido entre los isleños y se puede conseguir desde la pista de aterrizaje una carretela que lleve, en un panorámico viaje de una hora, a sus terrenos ($ 9.000). Su parcela tiene espacio para varias carpas ($ 2.500), además de letrinas y lavaplatos... con una vista al viejo faro que es probablemente una de las mejores de la isla.
También, puede aventurarse a bucear, muchos llegan atraídos por las decenas de barcos que naufragaron en sus costas. Mario Hahn, del hospedaje Isla Mocha (www.isla-mocha.cl), ofrece el servicio. Debe traer su equipo (excepto tanques) y cruzar los dedos para que el mar no esté muy revuelto.
HOTEL O COCINA A LEÑA
Hernán Neira, además de ser uno de los hombres que vuela del continente a Mocha, es dueño del Lodge Punta Norte, inaugurado hace dos años y con capacidad para 25 personas. A él, dice, se acercó un representante de MTV. "Me pidieron datos técnicos para un recital y planos del hotel. A ellos les preocupaba hacer también un estudio de impacto ambiental", dice Neira. Aunque bromea al bajarse de la avioneta, diciendo que se preparan desde ya escuchando electrónica, prefiere dejar los detalles de lado, para no generar ruido entre los interesados por llevar a cabo la iniciativa.
Dentro de las alternativas que ofrece Hernán en esta isla de pasado ballenero, está la posibilidad de hacer salidas de pesca a sus ricas aguas. De hecho, los pescadores son los visitantes número uno del lugar, ya que pueden pescar sierras, róbalos, lenguados y corvinas. Estas últimas, de hasta 13 kilos. Y si el interés es más gastronómico que deportivo, con equipo ferretero se puede pescar en un buen día 10 ejemplares, lo que alcanza para hacer un banquete de sashimi, ceviche y pescado frito o para regalarles a los locales.
Si uno se está alojando en casa de ellos (recomendamos la mano de María, la señora de Richard Rojas, vecino de Arturo Hope, sus precios son conversables), también se puede gozar de la preparación de estas chancheras con batido de huevo de gallina mochana. Richard es, por lo demás, un gran conocedor de la isla y un excelente guía de pesca, que ubica muy bien los pozones donde se esconden las corvinas.
Cómo llegar
Desde Santiago y Concepción hay buses a Tirúa. Allí, se puede conseguir ($ 4.000 el camión) un servicio de flete a la pista de aterrizaje, desde la cual se toma la avioneta ($ 15.000 p.p.) que lleva en 15 minutos a Mocha. Es necesario reservar con Mario Hahn o Hernán Neira.
Indicaciones
Alojar: Hernán Neira ofrece en su lodge Punta Norte, www.islamocha.cl, tres comidas, un paseo diario a elegir y por supuesto, un cómodo lugar donde dormir (US$ 100 la noche). Mario Hahn ofrece un paquete de 3 días y 2 noches, con vuelo incluido, que contempla tres comidas caseras diarias, un viaje en jeep alrededor de la isla y una excursión a la reserva ($ 135.000).
Si se tiene contacto con los locales, muchos de ellos están dispuestos a entrar en trueques para recibir gente: elementos que no se venden en la isla, como vestuario outdoors, libros o herramientas pueden ser moneda de cambio.