Luca, un conocido personal shopper de Milán y habitué del Quadrilatero della Moda (la zona más fashion de la ciudad, delimitada por las calles Via Monte Napoleone, Via della Spiga, Via Manzoni y Via del Gesú), ha tenido que aprender de gastronomía. Y está fascinado. Citado por la revista de viajes Travesías, explica: "Lo que más les gusta a los dandys milaneses contemporáneos son los espacios comerciales híbridos, donde se vende ropa y también se puede tomar un aperitivo y probar platillos de primer nivel". Y da sus recomendaciones: el risotto con hígado de ternera y pistilo de azafrán que se come en el café de Trussardi, el risotto con sidra del Gold, restaurante de Domenico Dolce y Stefano Gabbana, y los platos "de matriz japonesa con influjos sudamericanos y californianos" que sirven en el Nobu, restaurante que creó Giorgio Armani en sociedad con el actor Robert De Niro y el famoso chef japonés Nobuyuki Matsuhisa.

No se trata, claro, de que esta nueva generación de clientes quiera simplemente reponer energías gastadas entre tanta vitrina y vestidor. Para eso bastaría con ir a cualquier cafetería, que en Milán abundan. Lo que estos fashionistas buscan es que el contacto con marcas de moda que tanto admiran -Cavalli, Dolce & Gabanna, Armani- se plasme también en otro tipo de experiencias, más allá de las telas, las chaquetas o las carteras. En la mesa, esperan también lujo, sofisticación y glamour. Y un restaurante creado por un diseñador no puede ser otra cosa que trendy, porque si falla echaría por la borda años de trabajo en la construcción de su marca. Si ganan premios gastronómicos, tanto mejor. El café Trussardi, por ejemplo, fue distinguido por los cronistas gastronómicos de su país como la mejor novedad en 2007, gracias a una carta que reinterpreta clásicos platos italianos.

Los creadores de moda se han adaptado gustosos a esta demanda. Claramente, no es lo mismo saber cortar una tela para que tenga la caída perfecta que conocer los secretos de la cocina. Se trata de habilidades y estudios diferentes. Sin embargo, tanto la moda como la gastronomía corren por carriles similares. En ambos mundos hay tendencias, estilos y maneras de entender el mundo que se traducen en bienes dirigidos a personas que responden a patrones de consumo diferenciados. El diseñador que venera la ropa discreta y elegante amará también una terrina de foie gras; el que se fascina con las texturas de alta tecnología leerá todo lo que encuentre sobre Ferrán Adriá; el que se acoge a referencias orientales es, probablemente, asiduo al sushi. Y sus compradores tendrán, con toda seguridad, los mismos gustos.

En los restaurantes creados por diseñadores suele darse una fina sintonía entre el interiorismo, la propuesta gastronómica y los parámetros que definen el trabajo en moda de sus dueños. En algún rincón de su inconsciente, los comensales de estos locales sienten como si sentarse en sus mesas les permitiera entrar en la casa de su diseñador predilecto. Por eso, en el restobar de Roberto Cavalli en Milán abunda el tapiz con estampado de leopardo, un homenaje a la estética salvaje que abunda en sus colecciones, donde el animal print suele estar presente. Lo mismo sucede con el Gold Restaurant,  ejemplo de la estética seductoramente recargada y llena de detalles que caracteriza a los Dolce & Gabanna.

Estos locales no sólo están en Milán, sino también en ciudades emergentes (como Santiago, que tiene su Armani Caffe en Vitacura) y en todos los sitios 'It' de la moda. Nueva York, por ejemplo, es un must. Nuestra cronista gastronómica Pilar Hurtado cenó en el Armani de esa ciudad y salió más que satisfecha. "Queda arriba de la tienda, uno sube en ascensor", cuenta. "Nos sentamos en la barra, muy cool y de look contemporáneo. Todo es negro, blanco, gris y beige. 'So Armani', como dijo la amiga que me acompañaba ese día. Buena iluminación, música ad hoc y un cierto glamour. La cocina es de sabores simples, sin disfraces, honesta. Probamos un risotto mantecato con espárragos y unos exquisitos ravioles a las dos ricottas con salsa de zuchinni y tartufo de estación".

El más nuevo de estos restaurantes está en París, ciudad madre de la alta costura. Se trata del Ralph´s, inaugurado en abril en el Boulevard Saint Germain. Forma parte de una tienda de más de dos mil metros cuadrados y recoge los valores que caracterizan a esta marca: el american style, con sofisticación discreta y atención a los detalles. Más de alguien tarareará la melodía de Un Americano en París, la célebre composición de George Gershwin, al cruzar su puerta.