Debe ser uno de los lugares más fotografiado de Santiago, y si se le pregunta a un extranjero qué lugar visitó en la capital, probablemente mencione el Palacio de La Moneda. La casa de gobierno, construida a fines el siglo XVIII, fue bombardeada y lució en ruinas el 11 de septiembre de 1973, para luego ser remodelada.

Pero el inmueble principal de la "caja cívica", diseño urbanístico que ordena los edificios públicos desde la Plaza de la Constitución hasta el Paseo Bulnes, ha sumado a su imagen clásica un cerco permanente de vallas. La escena, que ya resulta habitual, genera molestia entre algunos de los visitantes y una fuerte crítica entre arquitectos y urbanistas.

El caminar por las veredas de las calles Teatinos y Morandé, contiguas a las caras laterales del Palacio, o acercarse desde las plazas de la Constitución o de la Ciudadanía a uno sus ingresos principales, es hoy un verdadero privilegio. Las rejas se han instalado en un perímetro tan amplio que el transeúnte está obligado a desviarse varios metros de las fachadas. "Solo pueden ingresar personas acreditadas", aclaran los carabineros que custodian el área cercada.

El 24 de mayo de 2016 ocurrió en hecho que marcó esta actual política de resguardo. Cerca de 20 estudiantes de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) simularon ser turistas y se sacaron fotografías en el frontis del palacio. De improviso, y burlando la guardia del edificio, entraron corriendo hasta el interior del recinto, lanzaron panfletos y colgaron un lienzo a favor de sus demandas.

Los turistas, no obstante, de todas formas se muestran entusiasmados en ese barrio: se registran en selfies, se paran a admirar el lugar e intentan identificar las estatuas de los ex presidentes emplazadas alrededor. "He visitado varias partes del mundo y, efectivamente, hay medidas de seguridad. El tema es que estas rejas son antiestéticas", señala Rolf Mirr, turista suizo que está de paso en la capital. Le sorprende no poder ingresar a los patios de la sede presidencial, pues le contaron que todos podían acceder. Hoy ese paseo es parte del recuerdo.

En 2006 se hizo obligatorio el chequeo de quien entra al lugar, luego de que encapuchados lanzaran una bomba molotov a una de las ventanas. Así se ponía fin a la medida adoptada por el ex presidente Ricardo Lagos, quien en 2003 restituyó la tradición instaurada por Eduardo Frei Montalva de permitir el acceso de público a los patios del Palacio de Gobierno. La única forma es realizarlo los fines de semana, con una visita guiada. Para esto, hay que inscribirse en el sitio web del gobierno.

Los locatarios del sector sostienen que en los últimos años ha aumentado el nivel de seguridad en el recinto, debido al aumento de marchas desarrolladas en la Alameda. "Acá protestan por las AFP, por la causa mapuche, por los derechos de los estudiantes, de los profesores o de las organizaciones contra el aborto. Nunca se sabe cómo van a terminar los actos", aclara Javier Ignacio, quien tiene un local comercial cercano a La Moneda.

Molestia

Los arquitectos y urbanistas critican que no se pueda caminar de manera libre por el entorno de la casa de gobierno. Los transeúntes tampoco pueden permanecer en el bandejón de la Alameda, frente al palacio, porque tiene vallas. Uno de los más molestos con esta situación es el arquitecto de la "caja cívica" Cristián Undurraga, quien estuvo a cargo de la remodelación del Centro Cultural Palacio de La Moneda, de la renovación del perímetro circundante y del eje Bulnes. "Para cualquier persona resulta incomprensible que la principal plaza del país esté cerrada al paso ciudadano. Es inexplicable", señala. Undurraga plantea que esto ocurriría por la "desconfianza en los ciudadanos. Es una medida tan arbitraria como torpe".

Afirma que la idea del diseño urbanístico proyectado tenía el espíritu de mantener abiertos los patios de La Moneda "para unir la Plaza de la Constitución con la de la Ciudadanía. Cuando se podía pasar por allí, los ciudadanos se sentían orgullosos del país. Era una experiencia memorable". Señala que durante el gobierno del ex presidente Sebastián Piñera también sacaron las rejas, pero que luego las vallas fueron reinstaladas, cada vez por más tiempo. En esta administración se mantuvo la medida. "El problema de fondo es que se niegue el libre paso de los ciudadanos a través del principal espacio público del país. También es muy antiestético", añade.

Pablo Allard, decano de la Escuela de Arquitectura de la U. del Desarrollo, apoya a Undurraga. "En tiempos de paz no se justifica la instalación de rejas amarradas con alambre. Este es un sitio que se ha querido poner en valor durante la última década y todo ese esfuerzo se ve opacado", sostiene el académico. Recuerda que hay un proyecto para remozar 11,3 kilómetros de la Alameda, parte de los que pasan frente a la propiedad histórica. Además, recomienda instalar "otros elementos para mantener la seguridad, como jardineras o cercos de mejor estándar, removibles, para cerrar algunos sectores".

La experiencia en otras casas de Gobierno

La Casa Rosada

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La residencia presidencial ha sufrido manifestaciones, pero no ha sido cerrada al púbico.[/caption]

Palacio Presidencial de Lima

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El edificio histórico posee rejas en el frontis que siguen la línea con su estilo.[/caption]

Palacio Quemado, La Paz

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En el edificio se realizan recorridos por el interior del lugar.[/caption]