¿Monjas en peligro de extinción?

En Europa, Estados Unidos y varios países latinoamericanos cada vez hay menos jóvenes interesadas en ser religiosas. El empoderamiento femenino y el lugar secundario que ocupan las mujeres en la Iglesia Católica explican este fenómeno que se traduce en el cierre de obras sociales, comunidades que desaparecen o colegios que quedan a cargo de los laicos.




Carmen Garrido es la última de su especie. Ella sabe que cuando muera, la congregación religiosa franciscana de Santa Verónica de Giuliani, fundada en 1887 en Santiago, también dejará de existir. Durante un tiempo estuvo escribiendo una crónica de la institución: sobre las 123 religiosas que llegaron a ser y las labores que realizaban en los hospitales, internados de niñas y hogares de ancianos que tenían en el país. Sin embargo, no escribió más que unas cuantas hojas y desistió: "Es bonita la historia, pero se me olvidan las cosas. Lástima que no se me ocurrió escribirla antes para memorizarla bien", dice esta religiosa de 85 años.

En los 70, monseñor Sergio Valech le pidió a otra congregación, la de las Hermanas de la Providencia, que acogieran a la comunidad franciscana a la que pertenece Garrido porque cada vez eran menos. Varias de las monjas franciscanas se cambiaron, pero no Carmen Garrido. "No me fui a ninguna parte. Me quedé hasta que se murieran todas mis monjas. No las iba a dejar solas. Había que cuidarlas. Cuando se murió la última, la que se quedó sola fui yo", dice. De eso han pasado cerca de diez años, y desde entonces vive con las Hermanas de la Providencia en Limache, pero deja claro que no se ha cambiado de congregación. De hecho, a diferencia del resto de sus compañeras que andan vestidas con hábito negro, ella es la única que usa el café, la última de las franciscanas: "Me voy a morir con este hábito".

Ella es una de las 4.442 religiosas que hay en Chile, pero cada vez son menos. En la última década disminuyeron en 20% en el país. Comparado con la época de mayor apogeo, en los 50 y 60, la baja es aún mayor y esa disminución se nota en la vida diaria. La casona de la Congregación Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en el Colegio Universitario Inglés en Providencia, tiene alrededor de 30 piezas y capacidad para albergar a 60 monjas. Hace medio siglo estaba llena, al igual que otras casas. Hoy, en cambio, la mayoría de los cuartos están clausurados y son apenas 21 religiosas en todo Chile. En tanto, en la Congregación Hermanas de la Caridad Cristiana en los 50 trabajaban cerca de 15 consagradas en cada uno de sus 18 colegios. Actualmente tienen 12 establecimientos y en cada uno no hay más de seis religiosas. Más conocido es el caso de las sisters del Colegio Villa María, que ante la falta de vocaciones religiosas no pudieron seguir haciéndose cargo del establecimiento, dejaron la dirección en manos de los laicos y se fueron de Chile.

Alfredo Barahona es periodista y una especie de censista de religiosas. Desde 1996 es el editor de la Guía de la Iglesia en Chile, la cual publica la información de las comunidades existentes en el país. En su último trabajo registró 198 congregaciones femeninas. "Comparado con 1996, el número ha disminuido notablemente. Algunas se fusionan, generalmente porque una congregación va en camino de extinción y encuentra una similar. Cuando les preguntamos qué pasa, dicen que es porque entran pocas", explica.

La caída en el número de religiosas es un fenómeno que está ocurriendo en Europa y América. En Chile las novicias entran por goteo, alrededor de una o dos cada dos años. Hay congregaciones en las que pueden estar largos períodos sin que nadie se consagre, como le ocurre a la Compañía de María: la última consagrada fue hace diez años. Lo mismo le pasó a las Hermanas Hospitalarias de San José, una de las congregaciones más antiguas de Chile. Claudia Jara ingresó en 2003 cuanto tenía 30. Hoy con 41 años es la más joven de la comunidad. "Soy la última vocación", dice y agrega: "Uno entra enamorada y como buena enamorada, no se fija en cuál es la situación. Contigo pan y cebolla".

Por su parte, la Congregación Hermanas Ministras de los Enfermos de San Camilo llegó en 1995 a Chile para ayudar en hospitales. Son 300 religiosas en el mundo y de ellas, sólo una es chilena: Patricia Rojas. "Después de mí, llegó una sola postulante, pero se fue. En 20 años sólo yo me consagré", dice.

Llamada en espera

Cuando María José Paredes (20) llegó a la Congregación Hijas de María Auxiliadora para comenzar la preparación de su vida religiosa, su celular se llenó de llamadas perdidas y mensajes de familiares. "En vez de decirme felicidades, me preguntaban por qué me había venido". Ingresó al postulantado, el paso previo al noviciado, apenas salió del colegio sin decirle a nadie. Sus padres se enteraron apenas dos semanas antes y le pidieron que se tomara un año sabático, que saliera a fiestas, que tuviera pololos, pero María José no les hizo caso. Sentía que no era necesario porque estaba segura y no quería opiniones. Para ella esta opción tiene dificultades, como convivir con personas de diferentes realidades o dejar la casa y la comodidad, pero dice que es lo mismo que pasa cuando un joven se va de su ciudad. "No sé por qué cuesta entender que uno quiere ser religiosa".

En las congregaciones se preguntan lo mismo. Para ellos la falta de interés es producto de los cambios en la sociedad. Por un lado, creen que el compromiso es cada vez más difícil para las nuevas generaciones, sobre todo dicen, si es para toda la vida. A eso, se suma el propio proceso que han vivido las mujeres: el empoderamiento femenino que, entre otras cosas, les ha dado más poder dentro de la sociedad y más opciones para desarrollarse, haciendo menos tentadora la vida religiosa. "Antes era importante, pero ahora no es prestigioso ser monja. Si una joven quiere serlo, la mamá le pregunta qué le pasó", dice Ana María Abrines, de la Congregación Compañía de María.

Reinaldo Tan Becerra, sociólogo de la Universidad Central, lleva diez años estudiando la vida religiosa y dice que las motivaciones para ingresar a la vida consagrada han cambiado. Ahora son jóvenes o adultas que pasan por un largo proceso de discernimiento. Antes era más común que ingresaran como religiosas niñas de 13 o 14 años. En muchos casos  la vocación no era el motivo principal para entrar: "A principios del siglo XX o en tiempos del Padre Hurtado, la pobreza era mucho mayor. La gente ofrecía a las niñas porque se les aseguraba pan y casa. Por otro lado, la familia rica mandaba a la hija rebelde a ser remodelada en el espacio de las monjas", dice.

Sin embargo, algunos opinan que también hay factores internos que están pesando y explican que el empoderamiento femenino no es compatible con el rol secundario y poco visible que aún tienen las mujeres en la Iglesia. Hoy en Chile, personas católicas y seculares probablemente son capaces de identificar a varios sacerdotes desde el cardenal Ezzati hasta Felipe Berríos, quienes son referentes de opinión. No ocurre lo mismo en el caso de las religiosas, que prácticamente no aparecen mucho en la vida pública. Por eso, pese a que en Chile hay casi la mitad de sacerdotes que de consagradas, pareciera que fuera al revés.

Sofía Baranda, superiora provincial del Sagrado Corazón, cree que esa mayor visibilidad masculina genera un desequilibrio de géneros en la Iglesia que no va con estos tiempos. "En la sociedad, incluso instituciones como las Fuerzas Armadas, han hecho un camino para la mujer. En la Iglesia está estancado. Eso hace que la vida femenina dentro del catolicismo sea más invisible para la gente, menos atractiva y que, por otro lado, sea un campo de servicio muy limitado porque como religiosa estás supeditada a la autoridad del párroco, lo que puede limitar la iniciativa para desarrollar obras", dice.

Desde afuera del mundo eclesiástico, Tan Becerra está de acuerdo. Dice que los códigos de la Iglesia han quedado obsoletos en esta sociedad. "Si tuviéramos un espacio público más igualitario en la institución, podrían emerger nuevas religiosas", sentencia.

Desde su llegada, el Papa Francisco ha dado algunas señales de que el tema le preocupa. "Sufro, y digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a uno de servidumbre", dijo el año pasado y luego en febrero agregó: "¿Qué sucedería si no hubiera monjas? ¿Si no hubiera monjas en los hospitales, en las misiones, en la caridad? No puedo pensar en una Iglesia sin monjas".

Dentro de esta crisis, hay un fenómeno que llama la atención y es que las congregaciones contemplativas, es decir, aquellas de vida de claustro en las que las religiosas no pueden salir y las personas ajenas no pueden entrar, han sido las que menos han sufrido la baja vocacional. "En Santiago hay doce congregaciones contemplativas. Salvo un par de situaciones, están bien en vocaciones", dice Aldo Coda, vicario episcopal para la Vida Consagrada. Adriana María del Niño Jesús, priora del Monasterio San José de las Carmelitas Descalzas, comenta que el número de postulantes se ha mantenido estable y hay cerca de 160 monjas en sus 14 monasterios. Pero ha cambiado el perfil: "Las chiquillas están más preparadas intelectualmente, pero muchas veces, son más inmaduras. No aceptan la frustración. Por eso los procesos de preparación se han extendido".

El porqué la vida contemplativa parece más atractiva que la vida de apostolado todavía no está claro. Pero en la Iglesia consideran que no pueden resignarse. El llamado es salir a las calles. El Papa Francisco les dijo en mayo pasado a las religiosas que tienen que "ser madres y no solteronas", refiriéndose a que su voto de castidad tiene que ser "fecundo" y generar "hijos espirituales para la Iglesia". Ese mensaje inspiró a sor Cristina Scuccia, una religiosa italiana de 25 años, a ir al concurso televisivo La Voz de Italia, el programa con mayor sintonía en ese país. Ahí sorprendió a los jueces con una estupenda interpretación de No One de Alicia Keys. "Él (Papa Francisco) nos invita a salir y evangelizar. Estoy aquí para hacer eso", le dijo la religiosa a Rafaella Carrá, integrante del jurado del certamen, cuando ésta le preguntó qué creía que opinaba el Vaticano de su participación.

En Chile, el vicario Aldo Coda también ha tocado el tema: "Yo les digo que tienen que salir, mostrarse, darse a conocer. Estamos en un momento de toma de conciencia. Sabemos que hay que hacer algo, ahora cada comunidad tiene que ver qué hace". Algunas congregaciones están abriendo sus casas y trabajos para que aquellos que tienen la inquietud, vean qué hacen. "La idea es que nos observen. Antes no era necesario, pero es una forma para incentivar y darnos a conocer", dice sor Flavia Pérez, de la Congregación Hermanas de la Caridad Cristiana.

Tiempo de cambios

Con menos jóvenes, la población de monjas ha envejecido. El promedio de edad de algunas congregaciones está sobre los 60 años. En Compañía de María, por ejemplo, la casa con más religiosas es la de ancianos. "Somos alrededor de 30 religiosas, pero tenemos muchas madres mayores. Con posibilidad de trabajar, somos alrededor de ocho, dice Ana María Abrines.

La organización del dinero es un tema relevante en este contexto. Todas aportan su sueldo a un fondo común y ahí se distribuyen para los distintos gastos del hogar. Patricia Parraguez, de las Hijas de María Auxiliadora, cuenta que en su casa de Iquique son 10 religiosas, cuatro sobre 80 años: "En lo que más gastamos es en salud. Por lo menos el 20% se nos va en medicamentos, exámenes y horas al doctor". Los presupuestos son bien acotados, sobre todo porque muchas religiosas que ahora son mayores, durante sus años activos, trabajaron sin contrato y sin cotizar. Aunque algunas han logrado la pensión de solidaridad, varias de esa generación no reciben pensión por todos los años trabajados.

El panorama, además, las ha hecho reorganizar sus objetivos. Una de las soluciones ha sido la inclusión de los laicos en sus obras, quienes están ocupando cargos que por décadas eran exclusivos de ellas, como la administración de dinero o la dirección de establecimientos educacionales. "Este año hay una nueva directora laica en el colegio subvencionado San Francisco Javier de Cerro Navia. Nosotras preferimos dejar los cargos administrativos y estar más con los niños en su formación. Lo mismo hicimos un par de años atrás en el Universitario Inglés", dice Marlene Díaz, religiosa de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, quien fue la última directora religiosa del colegio de Providencia. En tanto, en la misma comuna, el Colegio Mariano, que tiene 60 años de existencia, tendrá a la vuelta de vacaciones de invierno, por primera vez, un director laico. "Nosotras queremos intensificar las fuerzas en las áreas de formación, como pastoral, para fortalecer su identidad", explica la Hna. Lorena Sarría, encargada de formación del colegio.

Gabriel Valdivieso y Carmen Silva son académicos e investigadores del Centro de Investigaciones Socioculturales (Cisoc) de la U. Alberto Hurtado y han asesorado a varias congregaciones en estos cambios. "Este proceso de traspaso a laicos no es muy fácil, sobre todo para las religiosas de cierta edad", explica Valdivieso.

Quizás el cambio más significativo para las congregaciones es que se han visto obligadas, en casi todos los casos, a dejar obras sociales por la falta de personal. "Es un proceso doloroso cerrar colegios. La gente no siempre entiende lo que pasamos como congregación. A veces, sienten abandono", dice Parraguez tras el término de un colegio en Valdivia. Algunas de esas clausuras están llenas de significados. La Congregación Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul llegó a Chile hace 158 años y el primer lugar donde se instalaron fue en el Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso. Vivían ahí y ocupaban puestos importantes, pero su presencia centenaria se acabó el año pasado. "Fue fuerte irnos. Ahora van para allá todos los días, pero ya no viven ahí porque hay que priorizar", dice Clarina Molina, "sirvienta" de la congregación.

La última de las franciscanas, Carmen Garrido, cuenta que cada vez que cerraban una obra o alguien se moría, tenía que ser fuerte. Por eso nunca lloró. "Ahora, me da pena cuando me acuerdo de ellas y del pasado, pero sé que todo llega a su fin. Cuando me muera, se van a terminar las franciscanas. Es natural. Así es la vida".

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