De cien muertes que ocurrían en Chile en 1960, ocho eran por tumores malignos. Hoy, por cada 100 fallecimientos, unos 25 son por cáncer. Es decir, de cada cuatro chilenos, muere de este mal y peor aún, se estima que de aquí al 2020, uno de cada tres morirá por esta razón.

Considerando el número total de muertes por todas las causas, hoy se mueren tres veces más personas por cáncer que hace 50 años (de acuerdo a la variación porcentual).

La mayoría de las personas considera que es una enfermedad grave. En una encuesta realizada en 2013, el 94% de los chilenos consultados estaba de acuerdo con esa afirmación y el 71% decía conocer a alguien que tiene o ha tenido la enfermedad.

Lo peor es que muchos casos se originan -además del envejecimiento de la población- por estilos de vida poco saludables: el 40% de los chilenos fuma, el 25% es obeso y el 18% consume alcohol en exceso. Se estima que un tercio de las muertes por cánceres se podrían evitar.  ¿Resultado? Los nuevos casos y la mortalidad seguirán creciendo. Si hoy es la segunda causa de muerte en el país, sólo superada por las enfermedades cardiovasculares, en cinco años más será la primera. Hoy, cada 25 minutos un chileno muere de cáncer.

Para Oscar Arteaga, director de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, la enfermedad es el principal problema de salud del país. A su juicio, el aumento de la longevidad es uno de los factores de más peso para el desarrollo del cáncer. "En 1950 la esperanza de vida era de 55 años, hoy estamos llegando a los 80. Ese es un cambio enorme, que no siempre dimensionamos", dice.

Además, producto de la inequidad social del país, se produce una situación que empeora el panorama: los pobres se enferman y se mueren más de cáncer. Por ejemplo, el cáncer gástrico entre los hombres y el de vesícula entre las mujeres, mata entre 40 a 50 veces más en los grupos vulnerables que en los grupos socioeconómicos más altos. "Los países desarrollados envejecieron mucho antes que nosotros. Primero se desarrollaron, y después comenzaron a aumentar su esperanza de vida, por lo que el alaza del fenómeno los encontró en mejor posición. Nosotros en cambio, estamos lidiando con el envejecimiento y con todo lo que conlleva y todavía no somos un país desarrollado. Esto tiene implicancias en cuanto a las políticas sociales, porque nuestro sistema de salud y de seguridad social es más precario", señala Arteaga.

Jorge Jiménez de la Jara, presidente del Foro Nacional del Cáncer (entidad público privada apoyada por el Ministerio de Salud) y académico de Salud Pública de la UC, explica que el alza de la mortalidad se debe al envejecimiento pero también al mejoramiento de los estándares de diagnóstico y tratamiento en otras enfermedades. "Ya no hay tantas muertes por infartos al corazón, porque hay mejores tratamientos. Se puede contralar la hipertensión, se diagnóstica antes", señala.

En el último tiempo se han tomado medidas para prevenir  nuevos casos y disminuir las muertes, dice Jiménez. Una es la vacuna contra el virus papiloma, indicada gratuitamente a niñas de 10 años para prevenir el cáncer cervicouterino. "Es una buena iniciativa, pero es una apuesta a 20 o 30 años más. Recién ahí veremos una reducción del riesgo de padecer este cáncer", dice.

Los cálculos de vesícula biliar y la obstrucción de estas vías  son también un factor de riesgo de cáncer de este órgano. Por eso, la extirpación de la vesícula (es garantía GES) también ayuda a disminuir su incidencia, reconoce Arteaga. Sin embargo, afirma que el mal seguirá creciendo. "Ha habido avances. Cáncer ya no es sinónimo de muerte. Hay más tratamientos efectivos, mejor diagnóstico. Pero por las condiciones de país que tenemos, existe una brecha en el diagnóstico precoz entre quienes tienen más o menos acceso a salud. Nuestros recursos como país son escasos. No es solo un tema de distribución de recursos", dice Arteaga. Dice que se necesitan más que solo recursos económicos, sino también, una mirada de país frente al tema.