Mike y Nicky están sentados uno frente a otro separados sólo por una mesa donde caen monedas, billetes y revólveres. Un soldado del VietCong grita sobre las orejas de Mike, le dice en su idioma que coja el arma y se dispare en la sien. Mike, el americano, lo mira con odio y una sonrisa burlona. También con lágrimas e impotencia antes de jalar el gatillo. Luego viene el turno de Nicky, que a duras penas repite la escena. Es la ruleta rusa que los vietnamitas usan como tortura contra los estadounidenses capturados en combate. Atrás cuelga una fotografía de Ho Chi Minh. Otra vez le toca a Mike, pero ahora sospecha que la recámara del revólver tiene una bala. Alardea, dilata la espera y tira uno, dos, tres disparos certeros contra sus verdugos. Luego, ya con metralletas en mano, él y Nicky los matan a todos.
Mike es Robert De Niro, Nicky es Christopher Walken y la escena ocurre en la mitad de El francotirador (1968), cumbre del cine estadounidense de los 70 y obra del realizador Michael Cimino, que ayer murió a los 77 años. La escena es también una medida a escala de la inusual fuerza dramática que el cine de este director tuvo en su mejor momento. Extensas, imperfectas, ambiciosas y con un sentido único de la épica, sus películas también reflejaron el interés de su autor megalómano e incomprendido por contar la historia americana a su manera.
Dos años después de El francotirador, que ganó cinco premios Oscar (entre ellos, Mejor Director), los estudios United Artists le dieron carta blanca a Cimino para que hiciera lo que quisiera. Probablemente fueron demasiado lejos y el realizador gastó 44 millones de dólares en Las puertas del cielo, uno de los mayores fracasos de la historia de Hollywood, con una recaudación que no llegó ni al cinco por ciento de su presupuesto. La película, western escrito por el propio Cimino, significó la bancarrota del estudio creado en 1919 por Chaplin y D. W. Griffiths, pero también fue un entierro prematuro para Cimino, que nunca se recuperó totalmente de ese golpe.
Llevaba 20 años sin dirigir y en el último tiempo Europa parecía querer reconocerlo con múltiples homenajes: hace un año el Festival de Locarno le concedió el Leopardo de Honor. Precisamente la noticia de su fallecimiento fue dada a conocer desde Europa, cuando el delegado del Festival de Cannes, Thierry Frémaux, publicó en twitter: "Michael Cimino ha muerto en paz, rodeado de los suyos y de las dos mujeres que lo amaron". Al cierre de esta edición aún no se sabía la causa de muerte ni el lugar de fallecimiento del realizador.
Hace nueve años, para el 60 aniversario de Cannes, apareció con el rostro reconstruido, las cejas depiladas y una peluca oscura. Parecía haberse cambiado de sexo, pero nunca quiso confirmar el rumor. En el 2011 ya había llamado la atención por su nueva apariencia cuando volvió a salir de la oscuridad para reinventarse como novelista con el libro Big Jane. Por esa época ya había empezado el período de los homenajes y de la apariencia curiosa.
De la arquitectura al cine
Nacido en Nueva York el 3 de febrero de 1939 (fecha que tampoco está del todo comprobada), Michael Cimino zigzagueó por la arquitectura, la historia del arte y hasta el ejército antes de dedicarse al cine. Tras trasladarse a Los Angeles escribió el e guión de Magnum 44 (1973), secuela de Harry, el sucio. Clint Eastwood reconoció su talento y le pidió un segundo guión: ese fue el de la película Especialistas en el crimen (1974), que primero iba a dirigir Eastwood pero a insistencia de Cimino se convirtió en su debut en la dirección.
Protagonizada por Eastwood y Jeff Bridges, la película es la historia de una improbable pareja de ladrones de bancos. El filme tuvo una muy buena respuesta crítica y la que podría haber sido rutina de acción se transformó en un entrañable relato de camaradería. Cimino hizo explotar aquel sentido de la amistad y confraternidad en El francotirador, una película que es de guerra, pero también sobre un grupo de amigos pasados a llevar por la corriente de la fría historia con mayúsculas. Por Vietnam.
Ya en esta cinta, que dura 183 minutos, Cimino mostraba su megalomanía, no aceptaba cortes de los productores, se excedía en presupuesto y, representaba el "enfant terrible" en la época del Nuevo Hollywood. Esa bravuconería se transformó en autodestrucción cuando escribió y dirigió Las puertas del cielo, un western de 216 minutos con Kris Kristofferson e Isabelle Huppert sobre las disputas de tierras en el Wyoming de 1890.
El filme fue un fiasco y Cimino incluso ganó el premio Razzie a peor director en 1981. Las puertas del cielo, sin embargo, sólo llegó a cines estadounidenses en un metraje de poco más de dos horas. Cuando se reestrenó en el corte de 216 minutos en el Festival de Venecia 2012, comenzó a ganar nuevos adeptos y actualmente tiene estatus de culto.
El resto de la carrera de Cimino sería una lucha permanente entre su personalidad indómita y las exigencias comerciales del negocio del cine. En ese tira y afloja pudo, sin embargo, realizar al menos dos filme de gran aliento dramático. El mejor fue Manhattan Sur (1985), drama criminal con Mickey Rourke como un policía que combate el crimen organizado chino en Nueva York. Por ese trabajo, Cimino fue calificado de "racista", epíteto que sucedía al de "fascista" que le habían endorsado tras El francotirador. En 1990 repitió con Mickey Rourke en Horas desesperadas, remake del drama de 1955 con Humphrey Bogart.