Se formó en la pintura, pero desarrolló una obra mayor en la escritura. Admirador de Paul Cézanne, primero se concentró en la acuarela. Sobre todo cuando supo que su padre, quien murió cuando él tenía solo un año de vida, se dedicó a ese arte. Su madre era profesora en la escuela metodista de Castries, Santa Lucía, una de las Islas en las Antillas Menores. Allí, en medio del mar Caribe, creció Derek Walcott.
"Mi madre recitaba poesía en la casa, de las paredes del hogar colgaban acuarelas de mi padre, y había una gran cantidad de poesía. Mi familia siempre tuvo interés en el arte", señaló Walcott sobre su pasado en The Paris Review, casi una década antes de convertirse en Premio Nobel de Literatura 1992.
"El poeta supremo del Caribe", llamó Los Angeles Times al escritor y también dramaturgo, quien murió este viernes a los 87 años en su casa en la isla de Santa Lucía. El autor de 15 libros de poesía y cerca de 30 obras de teatro padecía una "prolongada enfermedad", informó su familia.
Dedicado a narrar la cultura del Caribe, que incluye en su historia esclavitud y colonización, también su obra es un registro autobiográfico. Debutó a los 18 años en la poesía con el libro 25 poemas, pero el reconocimiento comenzó con En una noche verde (1962).
"El Caribe tiene detrás una tradición muy trágica. El genocidio de los indios... Pero de ahí surgieron también muchas lenguas, dialectos, razas, músicas, religiones. Un brebaje muy fuerte y rico", señaló el autor del poemario El testamento de Arkansas.
Derek Walcott estudió para profesor en la Universidad de Jamaica y luego se dedicó a impartir clases de teatro y ejercer la crítica de arte, en Trinidad. A inicios de los 80 fue contratado por la U. de Boston, luego en Columbia y Harvard, y fue en EEUU donde hizo amistad con los poetas Joseph Brodsky y Seamus Heaney. "Es el gran poeta vivo de la lengua inglesa", dijo Brodsky. "No hay en la poesía inglesa nadie que use la rima mejor que Walcott", agregó.
En 1990 publicó Omeros, una épica caribeña, conformada de 64 capítulos, que hace alusión a los personajes de la Ilíada. Traducida al español por editorial Anagrama, la revista The New Yorker la consideró "su obra maestra".
La narración, que incluye de personajes a Aquiles y Héctor, tiene ecos de reconciliación. No están presentes las fuerzas troyanas, pero sí el recuerdo de un territorio de esclavos, en una historia que transcurre en Santa Lucía y en Massachusetts.