Eran los primeros días de noviembre de 2012, y el conocido filósofo, lingüista, crítico y teórico literario de origen franco-búlgaro, Tzvetan Todorov, recorría el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago, frente a la Quinta Normal. "No tengo nada que objetar a la exposición", le dijo al entonces director de la institución, Ricardo Brodsky, quien lo había invitado a Chile a dictar una cátedra allí. Antes de dejar el país, Todorov sostuvo otros dos encuentros abiertos a público, uno en la UDP y otro en Valparaíso, para el festival Puerto de Ideas. "Sobre la muestra misma, insisto, en realidad no tengo mucho más que decir -agregó-, pero sí me gustaría que este museo fuera capaz de explicar por qué ocurrió todo esto en lugar de solo exponerlo".
Este martes, a los 77 años y con sus palabras e ideas aún dando vueltas por todo el mundo, se supo de su muerte en un hospital de París, donde vivía desde 1963. Nacido en Sofía, en el Reino de Bulgaria, el 1 de marzo de 1939, Tzvetan Todorov fue hijo de bibliotecarios y cursó sus primeros años de estudio en la Bulgaria comunista, la misma de la que terminaría huyendo tiempo después para radicarse -y nacionalizarse- en Francia, apoyado por su amigo y colega, Roland Barthes.
Y aunque su Bulgaria natal no fue, diría con los años, "una dictadura tan terrible como la de la Unión Soviética", lo que pasó en la Alemania nazi y en la Rusia de Stalin despertó en él una serie de reflexiones que lo convirtieron en uno de los filósofos y teóricos más influyentes del presente.
En 2016, cuando apareció su último ensayo, Insumisos, en el que repasó ochos perfiles de personajes que se opusieron a las barbaries del siglo XX -como Alexander Solzhenitsyn, contra los soviéticos, o la francesa Germaine Tillion contra el nazismo-, declaró al periódico El País de España: "Hay formas de mantener la dignidad moral en circunstancias extremas. (...) Los nazis y los gobernantes de la Rusia comunista no eran lo mismo; tenían muchas diferencias. Pero los unía el odio al otro, al que no los obedecía".
"Nos vimos en dos o tres ocasiones, y ante todo me pareció un tipo muy amable y atento a los otros. Sin embargo, no puedo dejar de reconocer que Todorov era sumamente duro en algunos de sus planteamientos", dice Brodsky, quien recuerda que previo a su llegada a Chile, el filósofo francés ya venía con una polémica aún fresca desde Argentina, donde tomó distancia de las Mujeres de Plaza de Mayo y otras agrupaciones en favor de los derechos humanos. "Se han cometido muchos crímenes en nombre de la memoria", declaró Todorov en 2012 a La Tercera, poco antes de su arribo al país. "Aquí fue bastante más cuidadoso", agrega Brodsky. "Pero no por eso complaciente: para él, el comunismo estaba dentro de los regímenes totalitarios, y no siempre tuvo simpatía con las agrupaciones de familiares de víctimas. En ese sentido, había que saber descifrarlo".
Estado totalitario
Traducido a 25 idiomas, al inicio de su trayectoria se dedicó a la crítica literaria, pero terminó haciendo del análisis cultural su principal área. Se definía como un "historiador de las ideas". Publicó más de 40 títulos, entre los que asoman La teoría de la literatura de los formalistas rusos (1965) o La conquista de América (1984), su primera investigación sobre la alteridad. Sin embargo, Todorov tuvo que esperar hasta la caída del Muro de Berlín, en 1989, para narrar su propia experiencia como ciudadano de un estado totalitario. Para ello, contó en varias ocasiones, se centró en su faceta como historiador a partir de los años 90. "El totalitarismo -decía- es un intento por restablecer características de la sociedad de ayer en un marco moderno y de someter nuevamente al individuo al grupo e imponer valores únicos a toda la sociedad".
Por esos años lanzó Frente al límite (1991), sobre los campos de concentración; Las morales de la historia (1991) y Los abusos de la memoria (1995), donde apuntó al individualismo y las libertades, además de desmenuzar sin clemencia la cultura contemporánea. "Las sociedades están hechas de grupos con intereses contradictorios y no se puede satisfacer a todos al mismo tiempo", anotó en 2006.
Seguidor de la pintura de Goya, a quien dedicó varios ensayos, desde 1987 dirigía el Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), y fue distinguido con la medalla de la Orden de las Artes y de las Letras en Francia, y el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2008. Este martes, "víctima de complicaciones derivadas de una enfermedad neurodegenerativa", según se lee en un comunicado emitido por su familia, Todorov falleció, dejándonos una vez más algunas de sus frases para enmudecer: "Intento que mi vida sea tan rica como sea posible, aun en el simple hecho de cocinar -dijo-. Es una acción que da sentido, porque la comida se hace para los otros, se comparte con los otros, es un don, es una obra efímera que desaparece de la noche a la mañana".