Corrían los primeros días de octubre de 2012 y Haruki Murakami y William Trevor lideraban las apuestas para obtener el Premio Nobel de Literatura. Mientras el nombre del escritor japonés quedaba en la anécdota del galardón mayor de las letras, el nombre del autor irlandés era motivo para hablar de buena narrativa y estilo literario.

Reconocido por su maestría en el cuento, colaborador permanente con sus relatos en revista The New Yorker, Graham Greene dijo en los 70 que Trevor tenía "colecciones de cuentos al nivel de los mejores de Dublineses, de James Joyce".

Finalmente ese 2012 el Nobel se lo adjudicó Mo Yan, para muchos un desconocido autor chino. Trevor, finalista en cuatro oportunidades del Premio Man Booker, fue traducido al español en estos últimos años por editorial Salamandra, que puso en circulación los títulos La Historia de Lucy Gault, Una relación perfecta y Verano y amor.

"William Trevor, uno de los grandes escritores de cuentos. Una prosa sobria", apuntó la escritora estadounidense Joyce Carol Oates, en su cuenta de Twitter tras enterarse de la muerte del narrador a los 88 años. La noticia fue entregada por su agente de la editorial Penguin Random House: "Lamentamos anunciar la muerte de William Trevor, uno de los más grandes escritores de Irlanda. Hacemos llegar nuestras más profundas condolencias a su familia". Esto sin detallar las causas de su partida.

Tristeza de vida

"Si la novela es como una pintura del renacimiento intrincada, el cuento es una pintura impresionista. Debe ser una explosión de la verdad", dijo Trevor en una entrevista al diario británico The Guardian.

Nacido en 1928, en el condado de Cork, Irlanda, en una familia protestante de clase media, se mudó varias veces a otros pueblos debido al trabajo de su padre como funcionario de banco. Trevor trabajó como escultor, complementando sus ingresos como profesor de arte. Tras abandonar la escultura, se dedicó a la redacción publicitaria en Londres, antes de convertirse en escritor a tiempo completo desde mediados de los 60. Sus últimas décadas las vivió en Devon, en el suroeste de Inglaterra, donde produjo más de 15 novelas y una decena de libros de relatos.

Sus historias mínimas, que recogían las huellas de la precariedad humana, registraban la culpa y el arrepentimiento. "Si tú quitas la tristeza de tu vida, quitas algo grandioso, porque estar triste tiene que ver también con sentirse culpable. Ambas palabras tienen mala reputación, pero creo que la sensación de sentir culpa no es tan terrible como parece. La gente debería sentirse culpable de vez en cuando. Yo he escrito sobre la culpa y creo que cuando ésta se admite, renueva a la gente", señaló Trevor.