Isabel Cruz Cueto, de 30 años, fue encontrada bajo un árbol en junio de 2016 en Falfurria, Texas. Estaba sola sobre una manta a casi 130 kilómetros de la frontera que separa a México de Estados Unidos. Era de Chiapas, como anunciaba su certificado de nacimiento, que estaba en su cartera. No obstante, yacía muerta. La hipotermia había acabado con su vida, según da cuenta The New York Times.
Como Isabel, son miles los migrantes de México y Centroamérica que intentan cruzar ilegalmente a Estados Unidos. Pagan a los "coyotes", que los llevan a través del río Bravo, que comienza en el norte de México hasta la frontera. Allí duermen en algunas casas para después seguir su camino a lugares cercanos a los puntos de control. Pero desde ahí siguen sus caminos solos.
Muchos de los que logran cruzar llegan al condado de Brooks, en Texas, donde se enfrentan a dos alternativas: caminar por la carretera o a través de ranchos de miles y miles de kilómetros, donde muchos se pierden. Para no ser sorprendidos por la Patrulla Fronteriza, eligen la segunda opción. Algunos van preparados con mochilas y comida. Otros no. Gran cantidad muere en el intento. Y sus cadáveres van quedando a lo largo del camino.
La mayoría viaja solo y no tiene identificación. Por eso, cuando son encontrados se les asigna un número. El caso 0435, por ejemplo, murió a más de un kilómetro y medio de la carretera más cercana y en su mochila llevaba una pelota de béisbol, señala el diario The New York Times. El caso 0469 tenía una pulsera verde en su muñeca. El número 0519 tenía páginas de la Biblia. Y así la historia se repite en 212 cuerpos, la mayoría no identificada. Muchos de ellos murieron por insolación, deshidratación o hipotermia.
El Centro de Antropología Forense de la Universidad Estatal de Texas lleva la cuenta. La institución tiene un laboratorio con morgue, donde analizan los restos y objetos personales de los inmigrantes fronterizos para intentar identificarlos. No obstante, los 212 cadáveres que tienen en su poder son sólo un fragmento de la realidad que sucede en toda la frontera: cientos de migrantes han fallecido al cruzar hacia Texas en los últimos años y miles más han muerto intentando cruzar por Arizona, California y Nuevo México.
El condado de Brooks, en Texas, se ha convertido en uno de los más peligrosos y mortíferos para los indocumentados. La mayoría muere en los ranchos, donde usualmente se pierden. A veces, sus huesos son encontrados esparcidos por diferentes partes. En Brooks se calcula que desde enero de 2009 se han encontrado y reportado, 548 cuerpos sin vida.
Según el Times, en total, cruzando ilegalmente la frontera suroeste han muerto más personas en los últimos 16 años que quienes fallecieron en los ataques del 11 de septiembre (casi 3.000) o en el huracán Katrina (unos 1.800). Esto, porque de octubre de 2000 a septiembre de 2016, fallecieron intentando cruzar el límite de los dos países nada menos que 6.021 personas en California, Arizona, Nuevo México y Texas. La cifra es más alta que los miembros estadounidenses del Ejército que han muerto en Irak desde 2003 (4.519) y en Afganistán desde 2001 (2.396). La situación ha sido catalogada como una "catástrofe humanitaria", pero que ha sido casi invisible.
Muchos de los cadáveres que son encontrados han sido desmembrados por buitres, lo que hace más difícil su identificación. Precisamente la gran mayoría de los cráneos que analiza la U. Estatal de Texas tienen orificios provocados por animales.