Son los vestigios de una institución desaparecida. La Casa de Orates se fundó en 1852 y funcionó por más de 100 años, pero de su existencia sólo quedaron unas pocas imágenes. Ochenta fotografías, tomadas entre 1924 y 1926, se exhiben a partir de hoy y hasta el 27 de septiembre en Matucana 100, permitiendo conocer algo de los orígenes de la siquiatría contemporánea y de cómo la sociedad chilena asumía los trastornos mentales.

En ese entonces, los pacientes y los tratamientos eran muy distintos a los actuales. "Llegaban los hijos rebeldes de la aristocracia, homosexuales y vagabundos, y todos eran llevados por políticas de higiene urbana", relata René Valenzuela, curador de la muestra, junto a Camila Marambio y César Leyton, del Museo Nacional de Medicina. "En muchas imágenes se ven obreros, porque se usaba la ergoterapia, que es la sanación mediante el trabajo manual", explica Valenzuela. Por eso, en las fotos los internos se confunden con trabajadores. "La idea fue cuestionar esa definición de normalidad", agrega.

Ubicada en calle Los Olivos, cerca de Avda. La Paz, donde hoy se encuentra el Hospital San José, la Casa de Orates publicaba anuarios en los que aparecían estas fotos. "Son muy escenificadas, tienen una especie de asepsia visual", describe Valenzuela. Promovían los servicios de la institución, pero también su lado productivo: tenían una escuela agrícola, una lavandería, una panadería, una fábrica de ladrillos y más. "Su escala de producción era muy grande, capaz no sólo de sustentar a la institución", dice el curador.

La muestra de Matucana 100 emula estos espacios y plantea un juego de luz y oscuridad que imita el "rigor y la metodología conductista", dice Valenzuela. Cada miércoles, a las 20 horas, habrá invitados que realizarán presentaciones inspiradas en las fotos. Hoy estarán el documentalista Cristian Leyton, la historiadora Claudia Araya y la banda The Ganjas, que realizará una improvisación en torno al retrato de una orquesta. Entre los invitados de las próximas semanas figuran la antropóloga Sonia Montecino, el coreógrafo Alejandro Cáceres y la dramaturga Manuela Infante.