El recorrido de las cartas desde su casa, en el norte de Chile, a Francia, era el siguiente: las dejaba en la sede de la cooperativa del pueblo de Tulahuén, donde vivía, luego llegaban a la oficina de correos en Ovalle. Después Santiago y finalmente, París.
Así funcionó el diálogo entre Sergio Larraín y Agnès Sire, desde inicios de los 80 cuando ella era encargada de arte de Magnum, hasta la muerte del fotógrafo, en febrero de 2012. Nunca se conocieron personalmente. Jamás hablaron por teléfono.
"Larraín quería que se hiciera esta exposición y el libro después de su muerte", dice Sire, actualmente directora de la Fundación Cartier-Bresson, quien ayer llegó al país para montar la mayor retrospectiva de la obra del único artista chileno en pertenecer a la agencia francesa Magnum Photos.
La muestra parte el próximo viernes 28 en el Museo de Bellas Artes y se compone de 157 fotografías. Allí estarán sus registros sobre los niños que viven al borde del río Mapocho, la bohemia de Valparaíso, su recorrido por Chile, Perú, Bolivia y ciudades como Londres, París, Sicilia y Argel, cuando sus fotos ilustraban portadas de medios como Life, The New York Times y Paris Match. Y por primera vez se mostrará una película de 10 minutos que Larraín filmó sobre los niños del Mapocho y que se conservaba en Magnum.
Además, estarán disponibles sus libros y a la venta el volumen Sergio Larraín, editado por Sire, que en 400 páginas incluye sus imágenes, cartas y una biografía de Gonzalo Leiva. El título tiene ediciones en español, inglés, francés, alemán y ahora una versión en chino.
Paisajes y miseria
Criado en una familia aristocrática, hijo del arquitecto Larraín García-Moreno, Sergio Larraín hizo en 10 años su carrera en el fotoperiodismo internacional. Después se retiró.
Invitado por Henri Cartier-Bresson ingresó, en 1959, a Magnum y en febrero de 1969, se instaló en Arica para seguir las enseñanzas de su maestro, Oscar Ichazo. Larraín profundizaría en sus estudios sobre el yoga y la difusión del ecologismo.
Atrás quedaba la fama. Larraín se dedicó a pintar y a crear "Satoris": fotos sobre detalles de la naturaleza y objetos. Algunas de estas imágenes también estarán en el Museo de Bellas Artes.
"Le enviaba por correo copias de sus fotos, que están depositadas en Magnum, para que las seleccionara y me diera el visto bueno", dice Sire, quien logró que de esa manera Larraín ordenara su archivo y eligiera las fotos que el 2013 se mostraron con gran éxito en el Festival de Arles y en Fundación Cartier-Bresson, y que desde la próxima semana se podrán ver en Chile.
"La muestra de Larraín es importante, pues permite mirar un Chile adorable en la escenografía paisajista, pero con sus ausencias evidentes en la justicia social y los excluidos", dice Gonzalo Leiva. "Además, la exposición muestra a su autor comprometido con dar cuenta del mundo y sus vanidades", agrega.
Por primera vez se podrá apreciar en Chile el trabajo de Larraín en su total dimensión: de los niños del Mapocho a sus imágenes sobre la mafia siciliana. Reconocido y admirado en el mundo por pares como Josef Koudelka, por ejemplo, el fotógrafo británico Martin Parr es un gran coleccionista de su obra. "Tiene mucho material y todos sus libros", dice Sire. "La admiración que produce es por la libertad de pensar de su obra y de crear sus propios códigos", agrega. Sire cuenta que a los pocos días de la muerte de Larraín recibió su última carta.