El 27 de febrero de 2008 fue un día inolvidable para Astrid Haas. Esta señora, alta, rubia y de modales gentiles, fue nombrada directora de la edición semanal en alemán del L'Osservatore Romano. Aquella fecha marca también un hito en la historia de la Iglesia: nunca antes una mujer se había sentado en el puesto de mando de una de las siete ediciones del periódico vaticano, fundado hace más de 150 años. La voz de la Santa Sede en el mundo. Unos meses después, en noviembre de 2012, llegó Marta Lago a coordinar la versión española. Ahora ya no son excepciones. Las mujeres del Vaticano son muchas y cada vez más ocupan puestos de gran responsabilidad. El último censo contabiliza un récord de más de 800 entre los 4.600 empleados vaticanos. Es decir, el 20% de un mundo que suele presentarse sobre todo en manos de hombres.

"Lo que observamos es una revolución rosa, sigilosa pero tenaz", señala Antonio Sanfrancesco, del semanario católico Famiglia Cristiana. En las nunciaturas, en los museos, en las bibliotecas, en los Dicasterios; dirigentes o asesoras, periodistas, economistas, restauradoras, historiadoras del arte.

La redacción del L'Osservatore, a las espaldas del Palacio Pontificio desde donde el Papa Francisco se asoma cada domingo para su Angelus, es un lugar de tres plantas, de pasillos con luces metálicas y despachos separados por paredes grises, un silencio increíble y saludos tranquilos. El lugar donde la señora Haas cada semana decide qué contar a los 10.000 abonados alemanes de lo que ocurre dentro de las murallas vaticanas, es una pequeña habitación repleta de libros y revistas y fotos de papas colgadas a la pared. "El Vaticano entendió que llegó el momento de poner a más mujeres. Hace 20 años los redactores aquí eran todos hombres. Benedicto XVI entendió que era tiempo para cambiar: con sus nombramientos femeninos abrió el caudal para esta avalancha", dice Haas a La Tercera. Nacida en Austria, en 1954, Haas lleva en Roma desde 1976 y en el Vaticano desde 1980.

"La inversión de la tendencia se remonta al Concilio Vaticano II de 1965, cuando la Santa Sede se abrió a la presencia de las mujeres dentro del Vaticano. Los primeros nombramientos llegaron en la última época de Juan Pablo II -que firmó la Mulieris Dignitatem, el único documento sobre las mujeres en más de 2.000 años de historia eclesial- y se intensificaron mucho con Benedicto XVI. El Papa Francisco sigue en el camino marcado por su predecesor y le está dando más visibilidad", señala a este diario Sanfrancesco. Lo sabe la italiana Silvia Guidi, de 40 años, primera redactora con contrato de la plantilla del L'Osservatore. Trabajó en radios locales y en un diario de Milán, recuerda, sentada en el sofá de piel amarillo de la sala de reuniones. Entregó su currículum al flamante director Gian Maria Vian. Empezó a colaborar desde Milán y al cabo de unos meses aceptó mudarse a Roma a cambio de un contrato indefinido: "Un sueño" -comenta-. "A la hora de nombrarlo, el cardenal Joseph Ratzinger le había pedido a Vian tres cosas: más atención a las iglesias orientales, fotos más amplias y firmas femeninas. Quiso que el mundo se enfocara desde nuestro punto de vista", señala Guidi.

Un punto de vista que es valorado no sólo en el sector de la comunicación. Flaminia Giovannelli, 64 años, se mueve por todo el palacio de San Calisto, sede del Pontificio Consejo de Justicia y Paz. Experta en Economía y Ciencias Sociales, lleva 39 años trabajando entre sus muros. En 2010, el Papa alemán la ascendió a vicesecretaria general: "Me ocupo de todas las cuestiones vinculadas con la justicia internacional, como la pobreza, los países en vías de desarrollo, la cuestión de las deudas soberanas, para poner algunos ejemplos".

Pocos pasos más allá surgen los Museos Vaticanos. Flavia Callori coordina su equipo de restauradores -de mayoría femenina-, especializados en barro y metal. Vittoria Cimino, responsable del Departamento de la Conservación, decide y estudia la temperatura, humedad y luz que envuelve a las obras expuestas en las prestigiosas salas o que dormitan en los almacenes. La Capilla Sixtina o los lienzos de Rafael necesitan de muchos cuidados para seguir encantando a los miles de visitantes.