Es un oficio relativamente viejo entre las mujeres, con cerca de cien años de antigüedad y con una precursora que a los 28 años dirigió la Orquesta Filarmónica de Berlín, la agrupación más importante del mundo. Era 1930, en Alemania aún faltaban tres años para que Hitler asumiera el poder, y la holandesa Antonia Brico anunciaba un futuro esplendor para su género en la dirección de orquesta. A 84 años de esa proeza, tal porvenir aún está esperando fecha de nacimiento.
Desplazadas desde el podio de la dirección de orquesta con una regularidad consuetudinaria, las mujeres han encontrado pocas profesiones más duras de roer que la conducción. Los contados casos que se fueron dando en el siglo XX son de artistas que, a su vez, fueron compositoras y pedagogas, como la francesa Nadia Boulanger; prodigios que nunca volvieron a brillar como en su juventud, como la mencionada Antonia Brico; y rarezas que se comportaban como hombres para ser aceptadas desde los atriles. Una de ellas fue la rusa Veronika Dudarova, titular de la Orquesta Sinfónica del Estado de Moscú en los años 70, joya del régimen soviético y autora de esta máxima: "Un soldado sin ambición jamás podrá llegar a ser general".
Lejos de tales verticales métodos se ubica la directora de orquesta chilena Alejandra Urrutia, que esta semana lidera la Orquesta Sinfónica de Chile en una gira sureña que incluye Osorno, Temuco y Chillán. En la capital de Ñuble, la agrupación se presenta hoy, gratis, en el Gimnasio Casa del Deporte (5 de Abril 555), a las 20 horas, con obras de Rossini, Brahms, Dvorak y John Williams.
La presencia de Urrutia como directora invitada de la sinfónica tiene ya algunos años y es, para ella, la consecuencia natural tras dirigir varios conjuntos locales, entre ellos la Orquesta Bicentenario de Curanilahue y la Regional del Biobío, que aún tiene a cargo como titular. "Yo nunca pasé por Santiago. Soy de Concepción, estudié violín, toqué en la orquesta en mi ciudad y luego estudié en Estados Unidos. De ahí volví a Chile", cuenta la conductora de 37 años, recién nombrada titular de la Sinfónica de Santa Fe, en Argentina.
Miembro de una familia de músicos liderada por su padre (un ex contrabajista de la Sinfónica de Concepción), era más o menos evidente que Urrutia optaría por la vocación artística. Cuando llegó la hora de hacerlo, sin embargo, quiso ir más allá del violín y del asiento tras el atril. Quiso subir al podio y tomar, literalmente, la batuta. "No me bastaba con ser violinista. Creo que la esencia de esta profesión está en la música, en ir a la partitura y encontrar la verdad tras las notas, en la dirección", dice.
Llegar a tal esencia tiene su precio para todo el mundo y, en el caso de una mujer, un doble precio: la profesión está tan dominada por los hombres como lo puede ser el manejo de maquinaria pesada o las corridas de toros. Es una realidad curiosa, con ejemplos flagrantes, como el de la célebre Filarmónica de Viena, que aún no permite mujeres entre sus instrumentistas.
"Me parece que el dominio de los hombres en esta profesión tiene que ver con el desarrollo de la historia de la música y con los roles que se le han asignado a la mujer en esta sociedad, que debe estar en la casa, que la familia, que los hijos. Cuestiones supuestamente incompatibles con dirigir una sinfónica. Es tan simple como eso", comenta Urrutia, soltera y sin hijos.
En un mundo donde las orquestas suelen tener, además, más hombres entre sus instrumentistas, el ejercicio de autoridad es clave para lograr que los músicos respeten al director. "Yo soy de la escuela democrática de la conducción. No creo en los estilos autoritarios a lo Toscanini, sino en la colaboración. Pero, por otro lado, creo que para lograr mi visión de una obra entre los músicos hay que ser firme en los argumentos. A veces me pregunto, en algún momento de fricción, si los músicos me hubieran respondido de la misma forma si yo hubiera sido un hombre", agrega Urrutia, que en la sinfónica se enfrenta a 92 músicos, de los que sólo 20 son mujeres.
La escuela femenina
De acuerdo a datos de la League of American Orchestras, de las 103 grandes orquestas estadounidenses, sólo 22 tienen a una mujer como titular. Y entre las 12 más importantes, apenas una: Marin Alsop, al frente de la Sinfónica de Baltimore.
Alsop, que graba para el sello Naxos, es probablemente la conductora más respetada del mundo. También es pedagoga y tuvo bajo su alero a Alejandra Urrutia. "Ella es una gran directora, un referente y la admiro por la carrera que ha hecho. Sin embargo, tiene un estilo duro y frío que no me gusta. Quizás se deba a lo que ha enfrentado en su vida, pero no es como yo me relaciono con los músicos", dice.
Tal dureza es, por otro lado, la clase de atributos que algunos directores consideran inexistentes en las mujeres. Un caso rampante: en una entrevista concedida el año pasado al periódico ruso Nezavisimaya Gazeta, Yuri Temirkanov, titular por muchos años de la Filarmónica de San Petersburgo, afirmaba que "la esencia de la dirección es la fortaleza, mientras que la esencia de las mujeres es la debilidad". Temirkanov, coincidentemente, fue el predecesor de Marin Alsop en Baltimore.
Un poco más hacia el oeste, en la liberal y más progresista Finlandia, el maestro Jorma Panula dijo hace un mes a la emisora finesa MTV3 que la cuestión de géneros en la dirección de orquesta tenía que ver hasta, incluso, con el físico. "Ya hay demasiados hombres en esta profesión tan limitada. No hay problemas si las mujeres conducen determinadas piezas, si tocan algo 'femenino' como Debussy. Pero no deberían hacer Bruckner o Stravinsky, por ejemplo. Es un asunto de biología". No pasó mucho tiempo para que su colega, el también finés y director de la Filarmónica de Los Angeles, Esa-Pekka Salonen, respondiera: "Dirigir es una cuestión de habilidad, no de biología. No hay ninguna razón para que una mujer no lo pueda hacer igual o mejor que un hombre".
En Chile, donde la Filarmónica de Santiago tiene entre sus filas a 51 hombres y 26 mujeres, la realidad indica que las directoras aún son un caso aislado. Hay varias en agrupaciones juveniles, pero sólo Alejandra Urrutia a nivel profesional. Para ella, las opiniones de Panula o Temirkanov son prehistóricas. "Ojalá las palabras de esa gente no fueran tema", dice. Probablemente, lo seguirán siendo por un buen tiempo.