Un grupo importante de jóvenes entre los 15 y 24 años, no estudia ni trabaja en el mundo. Reciben el nombre de Ninis, y según un informe de enero del Banco Mundial en América Latina alcanzan el 19%. La dimensión en Chile no es muy diferente: uno de cada seis jóvenes, en ese grupo de edad, está en esta categoría (17,2%).
Al desglosar la cifra se aprecia que el 38% de Ninis en Chile son hombres, y el 62,4% son mujeres. “En Chile, al contrario que en la región en su conjunto, el número de Ninis ha bajado un poco desde 1992.”, explica a La Tercera el economista del Banco Mundial, Halsey Rogers.
En efecto, desde 1990 se aprecia una disminución en el número de Ninis. Según datos de la Encuesta Casen elaborados por el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la U. Católica, hace casi tres décadas representaban el 28,1% de los jóvenes entre 15 y 24 años, hoy el 17,2%. “Se puede apreciar en 23 años una importante caída, 10,9 puntos porcentuales, una reducción del fenómeno de 39%”, explica el economista y director de este centro, David Bravo.
¿Opción personal o condiciones sociales? Para el sociólogo de la U. de Chile, Octavio Avendaño, lo primero es entender que se trata de una tendencia que en Europa comienza en los años 70. Es ahí, aclara, cuando se empieza a hablar de debilitamiento de las formas tradicionales de inserción al trabajo: “Es cuando se experimenta un cambio importante en los mercados laborales, se vuelven más dinámicos y competitivos. Y pese a que los jóvenes cuentan con mayor instrucción, van quedando al margen. El mercado no es capaz de absorber esa nueva cohorte generacional”.
El fenómeno que se dio en Europa, dice Avendaño, en Chile parte en los años ochenta por las transformaciones en la institucionalidad laboral por el nuevo Código del Trabajo y cambios en las empresas.
¿Cuántos son? Bravo responde, que según datos de la Encuesta Casen 2013, de un total de 2,96 millones de jóvenes entre 15 y 24 años, los que no se encontraban trabajando ni estudiando ascendían a 509 mil.
Camila Mella, socióloga de la U. Chile, doctorante en política social de U. de Oxford, señala el por qué de ser Nini, se entiende por una ‘falta de interés’. En las mujeres le sigue la maternidad o el cuidado de familiares; mientras que para los hombres es la búsqueda de empleo y la visualización de un futuro laboral precario.
Asimismo, señala Mella, no es lo mismo ser Nini viniendo del decil de más bajos ingresos, que del decil más alto. “¿El fenómeno responde a la mismas causas?, ¿quiénes repiten el ciclo de la pobreza y la vulnerabilidad y quiénes ‘se dan el lujo’ de ser ‘contestarios’?, ¿cuál es la respuesta que la familia y el entorno cercano da la inactividad?, ¿significa lo mismo estar ‘en la edad’ o ‘no estar ni ahí’ en zonas rurales o urbanas, en Santiago o en un pueblo del norte?”, advierte.
La proporción de Ninis es mayor a menor el ingreso per cápita del hogar, destaca Bravo. “De hecho, un total de 84% de los 509 mil Ninis en Chile pertenecen a los tres quintiles de ingreso más bajo”, dice Bravo.
Lo muestra claramente Casen: 39,5% están dentro de la categoría de pobreza extrema, 26,9% pobres no extremos y sólo 15% no pobres.
Las más vulnerables
La tasa más alta de Ninis se encentra entre quienes tienen 19 años (25,5%). En el caso de los hombres la tasa baja a partir de los 22 años (19,9%), pero en las mujeres esa tasa se mantiene alta hasta los 24 años (27,4%), resalta Bravo.
“El fenómeno tiene un marcado rostro femenino. Las Ninis representan el 21,5% de la población entre 15 y 24 años en las mujeres, mientras que los hombres asciende al 12,9%. Si se considera el total un 62,4% de ese grupo son mujeres”, señala el economista.
Sin embargo, esta cifra muestra lo que en términos globales viven las mujeres en su integración laboral. “Chile tiene una de las tasas de participación laboral femenina más bajas de Latinoamérica y el mundo; en donde la maternidad a temprana edad es un hito vital ‘devastador’ en términos de trayectorias educativas y laborales”, afirma Mella.
A ello se suma la desigualdad de género en torno a los retornos laborales, sostiene Mella: “se sabe que las mujeres cuentan con menores salarios que sus pares hombres, en igualdad de condiciones ocupacionales y educacionales; y que tienen menor presencia en ocupaciones profesionales, administrativas y directivas”.
Que se aprecie un mayor número de mujeres que hombres, dice Bravo, muestra que en ellas hay más factores que les impiden trabajar o estudiar. “Afecta desde la maternidad a la cultura. La Encuesta Casen no identifica si ese grupo de mujeres tienen hijos, lo que pueda representar una dificultad posterior para tomar decisiones de trabajar y estudiar. Se trata, sin duda, de un tema de genero y no puede dejar de subrayarse que esta diferencia entre hombres y mujeres es el problema que más importa del fenómeno”, resalta.
Por eso, dice Bravo, más que entregar datos o elaborar especulaciones, “nos deberíamos preocupar, porque el ser Nini tiene impactos futuros. Reproduce esa desigualdad en especial para las mujeres”.
Para entender su efecto, ejemplifica, si hoy una mujer de 20 años cuida a sus hijos y no estudia ni trabaja, está tomando una decisión que repercutirá en su futuro. Porque ese es el tiempo para invertir en ella en educación y experiencia laboral. “Lo que haga diez años después depende lo que se hizo ahí, pero en diez años más no tendrá las herramientas. Por eso se deben generar programas que permitan que las mujeres en ese segmento de edad tengan las posibilidades de hacer su desarrollo en la medida que lo requieran”, aclara.
El círculo vicioso de la desigualdad
Este grupo representa a un sector vulnerable de la población. En su mayoría proviene de los sectores con menores ingresos. “La inactividad representa para ellos la reproducción del ciclo de la vulnerabilidad, limitando sus posibilidades de movilidad social, expectativa vital, bienestar subjetivo, salud mental, oportunidades laborales y participación política”, dice la socióloga Camila Mella.
Esa vulnerabilidad, agrega el sociólogo Octavio Avendaño, se traduce en frustración, lo que ayuda a entender este fenómeno. “Es distinto comparar entre segmentos socioeconómicos. En los medios altos ellos no experimentan ese tipo de frustración y tienen otro tipo de formación, que les otorga mayor capacidad de adaptación. En los grupos más vulnerables se produce un círculo vicioso de baja formación y baja calificación, y un mercado competitivo que les deja poco espacio de inserción, y a nivel más subjetivo la consecuencia de eso es la frustración”.
La percepción es que existen redes de contactos que favorecen a ciertos grupos y no a otros, dice Avendaño.
Pero eso no es todo. El estancamiento de la población Nini representa trabas para la integración y cohesión social, así como del fortalecimiento del capital humano. “Los Ninis abandonan los principales medios de integración social: el sistema educativo y el mercado laboral, relegándose a la red de apoyo más cercana como la familia, el barrio, el grupo de pares, que representa los mismos niveles de vulnerabilidad que ellos”, resalta Mella.
“No olvidemos que Chile es el tercer país latinoamericano con mayor desigualdad socioeconómica (según el índice de Gini, le sigue a Brasil y Colombia). Por tanto, y a contrasentido de lo que muestran los indicadores macroeconómicos, no es de extrañar tanto la persistencia de la inactividad juvenil, considerando que se concentra en los sectores más desprotegidos de la población”, aclara la socióloga.