A veces para reinventarse hay que volver a los orígenes. Es lo que piensa José Vicente Gajardo (1953) cuando trata de definir la monumental obra que acaba de emplazar en el Norte de Chile. De ocho metros de alto y 20 metros de largo, la obra está constituida por gruesos bloques de mármol travertino, que uno sobre otro, forman una estructura tosca y a la vez sencilla, que parece estar al límite entre una obra de arte y una pieza de arquitectura. Para Gajardo, Muros de luz marca un antes y después en su carrera. "Es muy distinto a lo que he hecho antes. Es una obra que se construye desde el espacio, en el espacio y para el espacio. El entorno es fundamental y creí necesario ocupar una piedra local. Intercalé bloques sólidos con otros perforados para que la luz y el viento también hagan lo suyo. Quiero que la obra encuentre su propia personalidad que se una al paisaje", dice el artista.

En marzo de 2012, Gajardo ganó un concurso organizado por la Comisión Antúnez del Ministerio de Obras Públicas para desarrollar el proyecto en la Ruta 5, en el Tramo Vallenar-Caldera, a dos kilómetros de Copiapó. Hoy la pieza, que costó $ 138 millones, ya está instalada y próxima a inaugurarse. "Ha sido un proceso complejo. Por el carácter de la obra, sentí que era necesario usar un material local, así llegué hasta una cantera en Chiu Chiu, donde se extrae mármol travertino", cuenta el escultor.

La piedra, que normalmente es pulida para fabricar cerámicas y revestimiento de fachadas, fue ocupada por Gajardo en grandes dimensiones y tallada casi sin intervención humana directa, algo que se aleja de su proceso habitual. Para esto trabajó con una empresa minera, donde un grupo de obreros extrajo el material con la instrucción de no romperlo. Conservar el tamaño de las piedras era fundamental. "No estaban acostumbrados a estas peticiones de artista, pero era vital. Con mi ayudante cortamos con una máquina los bloques e hicimos texturas especiales y perforaciones", explica el artista. "A diferencia de mi obra habitual, aquí no está la mano del escultor, pero sí está la idea, la investigación reflejada en la capacidad de trabajar los volúmenes de tal forma que la tecnología usada en ellos no se haga evidente".

El traslado también fue complejo. Se debieron realizar por lo menos 18 viajes desde Chiu Chiu, en grandes camiones de carga, para trasladar los más de 30 bloques. Para instalarlos se ocuparon grúas, pero también fuerza humana. "Debíamos amarrarnos a las piezas estables, porque el viento a veces es fuerte y podía botarnos", dice Gajardo.

PASEOS URBANOS

Oriundo de Tomé, en la VIII Región, y formado en la U. de Concepción, Gajardo se ha caracterizado por trabajar con granito, madera, mármol y basalto, materiales que encuentra en su tierra natal. Aunque su obra favorita es la que se emplaza en el espacio público, el escultor también sabe amoldarse a las paredes de la galería. En Santiago trabaja con María Elena Comandari y Rosita Lira, de Artespacio, con quienes también ha realizado proyectos urbanos, como el Paseo la Pastora o el Parque de Esculturas de Ciudad Empresarial. Gajardo tiene obras en varias ciudades de Chile, como Valdivia, Concepción, Valparaíso y Antofagasta. También ha realizado obras por encargo para Argentina, México, Canadá, Alemania, Francia y Portugal.

Su trabajo recupera el arte primitivo, se acerca a lo abstracto y al minimalismo con una constante preocupación por la pureza de las formas con impronta arquitectónica: usa la viga, el cubo y los pilares como si estuviese construyendo una casa. El resultado, de hecho, recuerda muchas veces a construcciones indígenas. "Los pucará (edificaciones aborígenes) han sido un referente para mí. No se trata de hacer un rescate antropológico, ni un discurso político. Es cierto que mi obra tiene una base en el pasado, pero su visión es del presente".