Alexis Sánchez ingresó al estadio Monumental con el ceño fruncido. El Niño Maravilla bajó del bus que transportó a la Selección hasta el recinto de Macul con sus audífonos puestos y un gorro que le cubría parte de la cabeza. En silencio. Aún así, era posible advertir su decepción. Lo decían sus gestos. El deseo de partir del Arsenal se había esfumado, pese a la última -y millonaria- ofensiva del Manchester City para quedarse con su pase.
El equipo que dirige Josep Guardiola se lanzó con todo en busca del golpe de mercado del día. Llegó a ofrecer casi US$ 77 millones de dólares por el chileno, a quien le queda un año de contrato con los Gunners. El acuerdo económico estuvo cerrado. Sin embargo, faltaba un gran detalle: que Arsène Wenger encontrara a un jugador que pudiera reemplazar al atacante formado en Cobreloa. La condición era clave. Si Wenger no fichaba una alternativa convincente, Alexis no se movía. Y no lo consiguió.
El objetivo del técnico galo era Thomas Lemar, del Monaco. En su caso, la oferta de los cañoneros bordeó los US$ 120 millones. La concreción del interés demoró más de la cuenta. El jugador también figura en la carpeta del Barcelona. El 'deadline' británico se transformó, entonces, en el gran enemigo de Sánchez. En España, el mercado se cerrará mañana.
Durante el día, las informaciones circularon en todos los sentidos. A ratos, se aseguraba que Alexis cambiaba de club. También, que se lo había anunciado a sus compañeros en la Selección. También se dijo que el acuerdo estaba cerrado. Sin embargo, con el transcurso de las horas, el escenario se fue transformando en difuso e impredecible. Hasta que llegó el plazo fatal, la hora de la verdad. Y la verdad, por incómoda que parezca para el atacante, es que deberá quedarse en Londres, donde hasta hace poco lo adoraban. Habrá que ver cómo lo recibirán ahora, después de su insistencia por escapar de la mediocridad de un equipo que está lejos del protagonismo que Sánchez pretende y buscaba. Y si renovará las ganas para encabezar un proyecto deportivo que, claramente, no lo seduce.