En el gimnasio, las veleristas Nadja Horwitz (20) y Sofía Middleton (23) están en sectores diferentes y trabajan con aparatos distintos. Y en su día a día en la capital, cada una tiene su propia agenda y no es habitual que entrenen juntas allí. En ese sentido pareciera que son deportistas paralelas, pero ocurre lo contrario. Clasificada a la clase 470 femenina de la vela en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, la dupla está más unida que nunca.
Ambas se complementan bien desde su primer año juntas, cuando la casualidad las unió en 2010. “Sofìa disputaría un campeonato con su hermano, pero él superaba el límite de edad. Y como me conocía, me invitó a ocupar su lugar”, recuerda. Pero Middleton entró a Derecho en la Universidad Católica al final de 2012, y todo cambió. “Si seguía navegando era para ir a unos JJ.OO. con cuatro años de campaña. Y estaba cansada. Quería estudiar y asentarme en Chile”, recuerda. Y Horwitz siguió su camino, compitiendo junto a otras compañeras.
La tripulante siguió navegando mientras estudiaba, pero extrañaba desafíos mayores. “En todo ese tiempo me faltó el gustito del alto rendimiento, que es mucho más exigente que un circuito nacional”, plantea. “Tenía la tincada de que volvería a juntarme con la Nadja. Pensé en los Juegos de 2020, pero jamás en 2016”.
Y su ex timonel, de quien se separó amistosamente, quiso volver a navegar con ella. “Tuve problemas con mi última compañera, teníamos objetivos distintos. Yo quería un nivel más alto de competición y había hablado con la Sofi. Fue mutuo”, recuerda Horwitz. “Fue como la vuelta del gran equipo. Siempre fuimos fuertes juntas. El regreso nos hizo bien y fue en el momento preciso”.
Después del reencuentro, en marzo de 2015, y con su carrera congelada en el cuarto año, Middleton debió ponerse a punto con su compañera, quien también paralizó su carrera de Ingeniería para seguir la campaña olímpica. Y ha cumplido con su cometido. Mientras levanta pesas, su PF, Carlos Burgos, dice: “¡Está hecha una máquina!”.
“Hacía tres años que no tenía una preparación física intensa y tenía que recuperar el tiempo perdido”, cuenta la tripulante. “Navegábamos mejor con poco viento, porque yo no tenía el peso. Tenía que subir 10 kilos y subí 12 en un año”, relata, satisfecha con los frutos de su nuevo esfuerzo.
Por eso en Santiago entrenan cinco días a la semana, durante dos horas en cada uno, para progresar más aún. Y lo hacen por separado porque, aunque unidas, no están juntas todo el tiempo. Y según explica Horwitz, “cada una requiere de diferentes habilidades físicas”. “Yo necesito más resistencia”, añade; “como timonel requiero de mucho ejercicio aeróbico, de piernas, una zona media fuerte. La Sofía, como tripulante, necesita fuerza en el tren superior y potencia. Más fuerza bruta, por así decirlo”.
Cuando entrenan la navegación, lo hacen cuatro horas al día. Sumando una o dos de gimnasio, con un día de descanso cada 10 o 14 días, forman su estricta preparación para recuperar el tiempo de la separación.
“El barco de la clase 470 requiere de mucha puesta a punto para que vaya rápido. Influye mucho la toma de decisiones, porque según el viento se establecen distintas tensiones, posiciones del mástil y a eso se suma el desarrollo de habilidades, maniobras y la relación con otros barcos”, cuenta la timonel, y Middleton agrega: “Hacemos giras europeas de uno o dos meses, luego volvemos por entre una y tres semanas a Chile para descansar y hacer entrenamiento físico. En Chile, además, gestionamos traslados del barco, inscripciones de campeonatos, alojamientos, buscamos plata y auspicios”.
Y en medio a esa atareada vida, tienen un obstáculo a superar. Horwitz aún se recupera de una cirugía realizada hace un mes, por una hernia en la columna, que la aquejaba desde junio del año pasado. Pero su condición física no preocupa.
“En dos o tres semanas estará en condiciones de competir, aunque no esté al ciento por ciento. Pero estará lista para los Juegos. De los veleristas chilenos, son ellas las que tienen mayores posibilidades de medalla”, plantea Burgos, aunque la tripulante trace la meta de terminar en el Top 10 en Río y pelear por una medalla en Tokio 2020.
“Estoy tranquila, y debo seguir toda indicación al pie de la letra”, dice Nadja respecto a su condición. Y a esa calma se suma la motivación de su compañera, quien asegura: “Nuestro mejor campeonato fue en el Mundial de febrero, en Buenos Aires. En año olímpico y contra las mejores tripulaciones, terminamos décimo segundas entre 42”.
En los meses previos a la cita en Río, la dupla buscará el top 10 en el Garda Week italiano y el Nacional de ese país. Y principalmente navegarán por el podio del Mundial Junior de Alemania, en junio. Reunidas por la ambición a grandes desafíos que las llevó a la clasificación, con ese espíritu se preparan para el reto carioca que justifica sus ganas.