Cuando Natalia Romero  entrena en la mañana santiaguina, apenas se nota su presencia. El cielo todavía está oscuro, muchos capitalinos recién están despertando, y sale el sol cuando la maratonista del Team Chile lleva una hora y media de recorrido. Y más allá de esa escena, la discreción trasciende el albor del día y caracteriza su vida. “Los deportistas de esta disciplina son introvertidos  porque desarrollan una capacidad de concentración muy alta. Es normal. Pero Natalia es aún más tímida y tranquila”, dice Julio Uribe, su entrenador.

Eso sí, cuando es el momento de correr un maratón, no se intimida con sus rivales por la determinación y fuerza mental que siempre ha llevado en sus competencias y su vida.

La fondista de 36 años, que concluyó su participación en Londres 2012  en el puesto 69, con un registro de 2.37’47’’, llegó a la competencia británica con tres primeros lugares en el Maratón de Santiago (en 2008, 2010 y 2012). Este año no venció el certamen, pero fue la mejor representante nacional en el evento con 2.47’20” y un cuarto lugar, a 11’56” de la puntera keniana Ogla Kimaiyo. Pero hay un detalle: la africana no correrá en las calles de Río, mientras que Romero sí lo hará.

La peñaflorina ha puesto sus ojos en Juegos Olímpicos desde 2008, año en que dejó sus jornadas de ocho horas en la fábrica de calzados Bata para dedicarse de lleno al atletismo de fondo junto a Uribe y el club Corremundos (con el cual lleva unos 12 años). Para su segunda cita de los anillos, Romero ha vivido una rutina de seis días de entrenamiento semanales.

Los viernes son los únicos que no suman dígitos a su kilometraje, que acumula normalmente entre 150 y 160 mil metros por semana. En los martes y jueves deja Peñaflor para correr por el Parque Bicentenario de la capital, en los sábados trota en altura por el cerro San Cristóbal, los lunes y miércoles realiza trabajos musculares y de pista (repeticiones de 200, 300, 400 y 1.000 metros) en su localidad, e incluso los domingos son días dedicados a entrenar.

Desde el Maratón de Berlín, del 27 de septiembre del año pasado, en el cual alcanzó el 35º lugar general y la marca de 2.43’02” que la clasificó al mayor certamen polideportivo del mundo, su única competencia fue el tramo de 42k en la capital. “Más allá de eso, sólo algunas carreras populares”, agrega Uribe. Eso sí, el DT explica que los preparativos para un certamen de su especialidad duran cinco o seis meses. Por lo tanto, la fondista ha seguido un ritmo normal de corridas.

En los días previos a la cita olímpica, la mejor chilena del Maratón de Santiago 2016 baja las revoluciones de su rutina y su DT hace un análisis de la atleta. “Además de su fuerza mental, tiene buena capacidad aeróbica y tolerancia a la fatiga”, destaca.

Sin embargo, su participación no estará enfocada en marcas ni algún resultado específico. Su cadera y los músculos isquiotibiales y tobillo de su pierna izquierda cargan malestares tras un promedio de dos maratones al año, y entre treinta y cuarenta extenuantes procesos de preparación  para carreras de 42k. Su objetivo es completar el tramo, y poner el mejor punto final posible a su carrera competitiva.

Por un lado, Érika Olivera será el rostro más visible del país en la apertura de los Juegos al llevar la bandera nacional. Por otro, Romero muy posiblemente seguirá el camino opuesto: la discreción, el sosiego y el tímido saludo en medio al ritmo del paso de tantos otros representantes del Team Chile en el Maracaná.

Pero la peñaflorina guarda una importante similitud con Olivera, además de la disciplina en la que compite: el tono de despedida en el duro desafío que se les avecina. Terminada la carrera en Río, el país tendrá a sus dos mejores representantes femeninas en los 42k retiradas del alto rendimiento.

Tras la cita, Natalia podrá dedicar más tiempo al proyecto Maratonistas para Chile, el cual coordina junto a Julio Uribe, con el objetivo de fomentar el running a niños de escasos recursos, con municipalidades y colegios de María Pinto y Conchalí.

Ocho años atrás, cuando dejó de hacer calzados y pasó a dedicarse de lleno a gastar zapatillas en altas competencias, probablemente no imaginaba que su adiós tendría un olímpico paso final.