El náufrago salvadoreño José Salvador Alvarenga, quien permaneció más de un año a la deriva en altamar, abandonó el martes el hospital después de una semana de evaluaciones médicas, tanto físicas como sicológicas, y aseguró que no volverá al mar.
Visiblemente repuesto, Alvarenga caminó hasta la entrada del centro hospitalario y alzó una mano en señal de victoria. Iba acompañado de sus padres, algunos familiares y de la ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, quién aseguró que el pescador salvadoreño padece de talasofobia (miedo al mar).
"Agradezco a la ministra y a ustedes por darme su apoyo. Que Dios los bendiga", dijo el pescador, que lucía cansado y nervioso.
De acuerdo con la agencia EFE, a pesar de las insistentes preguntas de la prensa, el pescador mantuvo su actitud reticente y únicamente negaba o confirmaba los cuestionamientos con voz apagada y frases cortas, aunque no rehuyó ninguna pregunta que se le hizo en la conferencia de prensa celebrada en un hotel de San Salvador donde se aloja con su familia tras salir del hospital.
El hombre oriundo de Garita Palmera, (un empobrecido poblado costero situado 124 kilómetros al suroeste de la capital San Salvador), relató que su compañero mexicano de pesca, el adolescente Ezequiel Córdova, quien murió tres meses luego del naufragio ocurrido en 2012, antes de fallecer le pidió "perdón a Dios" y dedicó algunas palabras a su familia, a quienes les encomendó que no se preocuparan.
"Córdova todo el tiempo le pedía perdón a Dios", expresó el superviviente, de 37 años y reafirmó que el mexicano murió "de hambre" y de "sed", tal como él dijo en sus primeras manifestaciones tras su rescate en las Islas Marshall, en el Pacífico Sur.
Durante la conferencia, reiteró que sobrevivió al beber la sangre de tortugas cuando le faltaba agua de lluvia, la que acumulaba en la lancha cuando llovía, y al comer esos quelonios, aves y peces que atrapaba con las manos. Sobre las preguntas respecto a lo que hizo con el cuerpo de su joven compañero después de que muriera, el pescador dijo que lo arrojó al mar y que nunca se le pasó por la cabeza cometer un acto de canibalismo.
Según Reuters, el 20 de noviembre de 2012, Alvarenga y Córdova salieron de la costa de Chiapas (México) a pescar tiburones en una lancha de siete metros y fibra de vidrio.
Los problemas comenzaron cuando se le arruinó el motor debido al mal tiempo. No obstante, el hombre dijo que siempre tuvo fe de que iba a vivir. "Pidiéndole a Dios todos los días, todas las noches; nunca perdí la fe que algún día iba a salir de esa situación", añadió.
Alvarenga también confirmó que varios barcos que pasaron cerca no le ayudaron a pesar de que él les hizo señales de auxilio. "Adiós (...), no hubo rescate (...), no quiero recordar esos momentos", dijo al respecto.
Ante comentarios de los periodistas sobre que hay gente que duda de su travesía a la deriva durante unos 13 meses, Alvarenga sostuvo que " Dios sabe que es cierto", señalando hacia el cielo, e igualmente negó que haya vendido la exclusiva de su historia a un canal de televisión estadounidense, como se asegura en medios locales y redes sociales en El Salvador.
Apuntó que se sintió "feliz" cuando por fin llegó a tierra, el 30 de enero pasado, a un remoto atolón de las Islas Marshall, donde los lugareños lo rescataron y reportaron su arribo a las autoridades. "Estoy feliz por haber regresado" a El Salvador, lo que hizo el 11 de febrero, cuando fue internado para su recuperación en el hospital estatal San Rafael, de Santa Tecla.
Por su parte, los padres del náufrago, José Ricardo Orellana y María Julia Alvarenga, quienes le acompañaron en la conferencia de prensa, reafirmaron su agradecimiento a Dios por haberlo mantenido con vida.
"Bendito sea Dios, Dios me lo cuidó", expresó Orellana, mientras que la madre manifestó: "nos sentimos bien porque nuestro hijo ha nacido de nuevo".