El primer Super Bowl se jugó en 1967, y entonces una entrada se podía obtener por US$ 12 de la época. En 2013, 46 años después, el valor oficial del ticket más barato es de US$ 850 (unos $ 400 mil), pero el hincha debe pagar mucho más que eso si es que quiere asistir a la final de la NFL, ya que estos boletos sólo se pueden conseguir en la reventa.

La NFL distribuye los tickets entre los 32 equipos de la liga, los auspiciadores, la ciudad sede y los finalistas y desde ahí comienzan a ingresar al mercado secundario, pese a que jugadores y entrenadores tienen prohibido revender a un precio superior al que aparece en el boleto. El tema se ha convertido en un dolor de cabeza para la NFL, ya que el costo sube mucho y también las críticas, porque entre viaje, hotel y entrada, la fiesta queda reservada para muy pocos.

En asociación con Ticketmaster, la NFL tiene una página oficial de reventa, que compite con decenas de otras en un mercado que en Estados Unidos, para todos los eventos deportivos y musicales, es completamente legal.

También hay una gran cantidad de brokers que con el Super Bowl logran las principales ganancias del año. Claro que este negocio es de venta directa: llegan a Nueva Orleans con maletas de billetes para comprar entradas y luego revenderlas para lucrar con la ganancia.

Sin embargo, este año el negocio ha estado sorpresivamente muy por debajo de lo esperado. Por ejemplo, hace tres semanas, la entrada más barata (en la última fila) costaba US$ 2.300 y en la mañana de hoy sábado, a un día del Super Bowl, se puede adquirir un ticket por US$ 1.400 en la página de Ticketmaster. En otros sitios web, el precio es menor aún.

Un escenario así, según The Huffington Post, no se veía desde la final disputada en 2002 -también en Nueva Orleans- pero que se jugó apenas cinco meses después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono.

Para Darren Rovell de ESPN.com, una de las razones que explica la caída del valor de los tickets en la reventa es que Nueva Orleans está lejos de grandes mercados y no hay muchos vuelos hasta la ciudad, y también por la falta de interés del público local, que recibe el evento por décima vez en la historia.