"Estoy siendo completamente honesto. Creo que entrando al décimo año como ministro, it's time to go. Y quiero decir lo que pienso de verdad, no estoy haciendo ningún cálculo de ninguna especie... No me veo en la política después de este gobierno".Sería prematuro anunciar que Nicolás Eyzaguirre (PPD) se despide de la vida política, porque todavía le queda más de un año en La Moneda. Pero, atendiendo al realismo sin renuncia, se puede decir que son sus primeras palabras de cierre. El ministro secretario general de la Presidencia, ex de Educación y ex de Hacienda durante el gobierno de Lagos, termina su período con Michelle Bachelet y quiere recluirse en la academia.
Atrás quedan las ideas de una candidatura presidencial, de ser el tapado del PPD o el continuador de una obra laguista-bacheletista. Eyzaguirre ya tomó su decisión.
En la reunión que tuvo el jueves el comité político con la Nueva Mayoría ya se empezó a hablar de la importancia del clima de unidad para la prolongación de las reformas de Bachelet en un próximo período presidencial.
¿Usted piensa participar en esa prolongación? ¿Seguir en la vida política?
Sin duda alguna, voy a estar desde mi casa mirándolo por la televisión.
Ah, se va. ¿O sea... "chabela"?
Sí, "chabela". Quiero escribir y dar clases, eso es lo que quiero hacer.
¿Escribir sobre economía, sobre política o una novela?
No, no tengo talento para escribir una novela. Tampoco, posiblemente, para escribir sobre economía o sobre política, pero ya pronto voy a comenzar mi décimo año como ministro, entonces ya es suficiente. Enough is enough, dicen. Me retiro a la academia. Tú acumulas una cantidad enorme de experiencia, entonces hace mucho tiempo que quiero escribir sobre la historia de la economía chilena, por qué estamos donde estamos, por qué somos así de desiguales, las raíces desde la Colonia hacia adelante, y a partir de ahí, entender bien nuestra historia y cuáles son las posibles soluciones para el mañana.
¿Se acaba la vida política activa?
El otro día le pregunté a mi hijo chico, que acaba de dar la PSU, qué se imaginaba para el futuro. Me contestó: "En cualquier lugar, salvo en el gobierno". ¡Qué horror!, pensé. Esto es muy desgastador. Siempre estuve por un llamado emocional desde muy pequeño, en que sentía que la injusticia me era intolerable a la piel, pero no tengo un apego a esto como forma de escalar en la vida. Todo lo contrario.
¿Y la ilusión de ser candidato presidencial?
La otra vez con el ministro Fernández conversamos que para ser candidato presidencial tienes que tener dos características. Un liderazgo muy fuerte y claridad de ideas, y segundo, hambre de poder, porque aquí al que se descuida lo matan. Y yo no lo tengo.Pero era una carta hasta hace no mucho…Pero me pasmé poh, arrugué -se ríe-.
¿Y parlamentario?
Tampoco.
Sistema haciendo agua
El gobierno ha tenido una relación difícil con los parlamentarios de la Nueva Mayoría y el jueves 1 tuvieron una reunión para definir la agenda legislativa. ¿Cómo estuvo?
Fue una reunión muy franca, nos dijimos las cosas por su nombre. Obviamente, esto es un proceso, porque convenir qué vamos a hacer con más de 140 proyectos de ley que hay es complejo. Fuimos acotando criterios, estableciendo prioridades y fue una reunión bastante fructífera.
¿A qué se refiere con que dijeron las cosas por su nombre? ¿Una catarsis? ¿Se retaron mutuamente?
Obviamente, consensuar proyectos en una coalición amplia, algunos que son sumamente complejos, porque significan transformaciones estructurales, genera tensión. En ese sentido es que digo que nos dijimos las cosas por su nombre. Por ejemplo, frente al tema de la interrupción del embarazo en tres causales, muchos expresaron que era impostergable y otros, con mucha honestidad, dijeron que en esto iban a decretar libertad de conciencia.
¿Y no tiene que ver también con la idea de generar un ambiente de paz para terminar este año?
El ministro del Interior, incluso, pidió a los partidos acelerar su definición presidencial para no seguir contaminando el ambiente.Digamos que fue una fortuita coincidencia. Durante los dos últimos años se produjo mucha tensión con la coalición, porque el gobierno aprovechó ese cierre de período legislativo para tratar de sacar proyectos que eran muy complicados. Entonces, de alguna forma nos habíamos comprometido a que este enero no fuera de nuevo con ese pie forzado. La segunda razón es que, efectivamente, los proyectos más emblemáticos no están todavía listos para ser votados, por tanto se produce la feliz coincidencia de que no tenemos que forzosamente tratar de llegar a la hora de la verdad en enero en ninguno de ellos.
Usted estuvo en el gobierno cuando existía la Concertación y era más fácil entenderse con ellos que con la Nueva Mayoría. ¿Por qué esa diferencia?
Hoy día es muchísimo más difícil que antes. Hay múltiples causas. La más simple: esta es una coalición de mayor diversidad, lo que no es casual, porque es el armado político que se requería para intentar reformas de un mayor calado. Entonces, de una parte tienes que poner de acuerdo a gente más diferente que el pasado y, de otra parte, la resistencia que despiertan las reformas que harás, como son de mayor calado, son mayores también.
¿Lo ha pasado mal en eso?
Uno al final es un ser humano, pero tiene que tratar de distanciarse un poco, porque esto es política. Es un poquito absurdo esta división entre lo que es personal y es político, porque la vida es una sola y uno también se lo toma... Diría que el gran tranquilizante que nosotros tenemos es que al interior del Ejecutivo y del comité político tenemos mucha amistad y buena onda, entonces de alguna forma, cuando nos pegan afuera, nos contenemos unos con otros.
¿Y funcionan extraordinariamente bien, como dijo la Presidenta?
Funcionamos muy bien, la verdad. No hay personalismos, ni individualismos, ni que alguien se quiera llevar la pelota para la casa. Obviamente, peleamos, por ejemplo una clásica división se producía más con el ministro Díaz entre los abogados y los economistas. "Estos economistas que creen que se las saben todas y ustedes de política no entienden tanto como presumen", ese tipo de cosas.
Y el ministro del Interior, ¿por qué no aparece?
El ministro del Interior y yo somos más bien de bajo perfil. Trabaja mucho hacia el interior, como le corresponde a su título, y quien hace las veces más fuerte de presencia es el ministro vocero o el ministro de Hacienda.
Marcelo Díaz, cuando salió del gabinete, dijo que había poca lealtad de la Nueva Mayoría hacia al gobierno. ¿Lo ha sentido usted también?
Eso tiene que ver con la tercera causal, que es lo que muchos denominan parlamentarización de la política. El poder relativo que ha ido adquiriendo cada parlamentario por separado es mucho mayor que el que había antes y eso exige una reflexión respecto de nuestro sistema político. Se están sintiendo ciertas grietas en un sistema muy presidencialista, con parlamentarios que son individuales y muy autónomos, entonces lograr ponerse de acuerdo es realmente muy difícil.
Mirado en retrospectiva, ¿no fue muy ambiciosa la agenda de reformas que se puso el gobierno?
La Presidenta lo ha señalado con claridad, y yo ahondé en que efectivamente nosotros subestimamos la complejidad técnica y de gestión para hacer tantas reformas simultáneas. Primero tienes que diseñar las reformas, después tienes que ser capaz de gestionarlas políticamente, y al final del día, como decimos con el ministro Valdés, somos más menos los mismos que estamos en todas las cosas, entonces hay una insuficiente capacidad del Estado para hacer muchas cosas a la vez. Subestimamos estas complejidades posiblemente porque la Presidenta tenía tal nivel de aprobación que solo el cielo era el límite.
¿Y cómo ha sido vivir por dentro la caída de la adhesión presidencial, a partir del caso Caval?
Ha sido muy difícil. El caso Caval implicó una pérdida de popularidad para la Presidenta muy fuerte, y para mi gusto, muy injusta, porque ella no tiene absolutamente nada que ver. Mucha gente la percibió como parte de este sistema en que las reglas son distintas entre las bases y las elites. Yo pongo las manos al fuego por su total probidad, pero ocurrió porque así es la política. Y ¿por qué eso hizo todo más difícil? Porque los regímenes presidenciales funcionan cuando la figura del Presidente es muy popular.
Pero si cae en popularidad, se desarticula el centro de poder.
Por mi formación economista no puedo sino rendirme a la teoría de los incentivos. Y cuando los incentivos están mal puestos, los comportamientos van a ser disfuncionales. Es una realidad de la política que cuando el Presidente tiene alta popularidad, el costo de desalinearse es alto, y cuando tiene baja popularidad, el costo es cero. O por el contrario. No tengo nada contra los parlamentarios, porque así es el sistema, y al que no lo hace, se lo va a comer el competidor. Es un problema de sobrevivencia.
El parlamentario tiene mucho más poder frente a su partido, que el partido frente al parlamentario, porque es quien lleva los votos.Exacto, además, ese parlamentario le va a traer dinero al partido, porque éste cobra según la votación que obtuvo el candidato. Entonces, ya el hecho de que haya primarias -entonces el partido no decide el candidato-, y que sea el parlamentario quien lleve la plata, le da un poder acrecentado al parlamentario bis a bis con el partido. Por otra parte, como tenemos un sistema presidencial y la iniciativa de ley es prerrogativa casi exclusiva del Ejecutivo, los parlamentarios tienen muy poca influencia en la agenda, pero como son dueños de los votos, se produce una relación bidireccional entre el Ejecutivo y los parlamentarios. Entonces, ¿cómo te pones tú de acuerdo con esa cantidad de parlamentarios?
¿Y para eso cuál es la solución?Estamos todavía en el diagnóstico. Como tienen los votos, los parlamentarios son bastante dueños de los partidos, y luego, dado que no tienen iniciativa de ley, empiezan a presionar para ser dueños también del gobierno. Cuando el Presidente es muy popular, todo esto funciona. Pero cuando es impopular, estas cosas se ponen muy difíciles.
Bueno, pero ¿hacia dónde puede evolucionar?Si ese es el estado de cosas, sincerémonos y quizás podemos hacer un mejor acuerdo sobre la base de darles más poder a los partidos para iniciativa de ley, pero más poder a los partidos para que puedan, de una forma, ordenar a sus parlamentarios.
¿Y cómo se da ese mayor poder?
Hay muchas soluciones, está el tema de las órdenes de partido, el voto por lista, distintas fórmulas, y hay que adecuarlo a nuestra cultura. Un sistema político en que el Presidente tiene que entenderse con cada uno de los parlamentarios es muy inestable, muy complejo. ¿Por qué funcionó antes? Porque las reformas no eran tan estructurales, y porque veníamos de la dictadura, entonces la vocación de unidad, de códigos compartidos era enorme. Y tercero, porque eran gobiernos muy populares. ¿Qué pasa? Se nos atraviesa la crisis de la política, entonces ves que en la Adimark sumas a Piñera, Guillier, Lagos, etc., y comparas con la CEP del mismo momento durante el gobierno de Piñera, y ya la Presidenta marcaba 51%. Nos vamos a enfrentar a un tiempo en que vamos a tener liderazgos relativamente débiles. Y en este escenario, hay que ver cómo los presidentes ordenan a sus parlamentarios. Se puede avanzar hacia un sistema más presidencialista. Hay otros que preferimos un arreglo donde el Parlamento tenga más iniciativa y sea corresponsable.
Un cogobierno.Claro, porque cuando las cosas salen mal, la culpa es del gobierno. Se reparte la responsabilidad, pero es imposible hacer un cogobierno entre el Ejecutivo y cientos de parlamentarios, entonces necesitas un órgano intermedio más fuerte, que son los partidos.
¿Entonces habría que darles más plata para que dependieran menos de los parlamentarios?
Es fundamental reequilibrar ese poder. Y que ellos tengan más iniciativa, pero te pones de acuerdo con menos actores.
Culpa de nadie
¿Y no le dieron ganas de irse en el último cambio de gabinete?Es que esto no es culpa de nadie. Es culpa de todos que no hemos sido capaces de ir al fondo del asunto. No es tema de deslealtad, es de incentivos, es que el que se porta demasiado bien termina perdiendo la elección.
Pero había hasta gente de su partido que lo quería sacar…
No es así, pero lo importante es que nosotros somos los lugartenientes de la Presidenta y, obviamente, vamos a tener tensiones con nuestros partidos que quieren que seamos operadores en el gobierno. El ministro Fernández ha tenido problemas con la DC por eso, y yo con el PPD por lo mismo, porque no soy intermediario de las reivindicaciones del PPD en La Moneda.
Y la Presidenta, ¿ha repuntado en su ánimo después de Caval?
Nunca la he visto con el ánimo, ni con la estamina, como dice Trump, baja. Y toma las cosas como son, no a la personal. Yo la admiro, porque cuando tienes el 60% de aprobación y todos corrían a sacarse fotos contigo, y después te dicen "si te he visto no me acuerdo", pucha que tiene que ser duro. Pero ella no se lo toma mal, es real politik. Entonces, creo que mi contribución puede ser reflexionar sobre lo que nos está pasando, porque sería re fácil actuar en la post verdad y decir que esta gente trató de hacer reformas estructurales que no cuentan con el apoyo de la población, entonces son minoritarios, y ahora va a venir un cambio de signo y todos vamos a ser felices. Cuéntate una de cowboys ahora. Yo nunca he creído que la pérdida de la popularidad de este gobierno tenga que ver con las reformas, sino que es la crisis de la política.
Yo creo que es el caso Caval.Y eso está en la crisis de la política, en que las elites se gobiernan con reglas distintas de las que le imponen al resto. Caval, Penta, SQM tienen el mismo hilo conductor. Yo, como dije, me voy a retirar a la academia, y por eso me interesa plantearlo. Si no corregimos el problema institucional, al gobierno que venga le va a pasar lo mismo.
Y en ese contexto, ¿a qué obedece que aparezcan candidaturas como la de Guillier?
No voy a hablar sobre candidatos presidenciales. Pero quiero decir que lo que pasa acá no es aislado: el progresismo moderno está viviendo una crisis y eso también le pasa a la Nueva Mayoría. Pasa en Estados Unidos con Hillary Clinton, en UK con el Brexit, o en España con el triunfo de Podemos: los costos de la globalización, que son muy fuertes, no han sido bien absorbidos. Son costos asociados a la desindustrialización, al imperio de Wall Street y la migración. Yo me siento totalmente partidario de la globalización, de que lo va a crear la riqueza y justicia social es una economía privada, y creo querer volver a utopías propias de los 60 -con el cariño que les tengo a Boric y Jackson- no nos lleva a ninguna parte. Pero tenemos que hacernos cargo de que la globalización y el mercado dejan muchos heridos en el camino y a veces no hemos tenido claridad en construir formas de protección y reinserción de los perdedores. Entonces, ¿qué pasa políticamente? Que si te quedas corto en esa absorción de costos, aparece fuerte una izquierda retardataria y una derecha rentista, y todo lleva a un problema de gobernabilidad. Y de eso se va tratar mi libro.
Me equivoqué
El otro día, Ricardo Lagos dijo que estaba arrepentido de haber creado el CAE y que fue un "error de cálculo garrafal". ¿Cómo le cayó eso a usted, que era su ministro de Hacienda?Sería de una hipocresía sin nombre que yo deslindara responsabilidad, porque yo estaba en el diseño del sistema. Antes del CAE las familias pedían crédito de consumo al 18% de interés para pagar estudios, una situación dramática, en que te podían rematar hasta el perro. Entonces diseñamos el crédito en que podían pedir plata a una tasa más razonable y contingente al ingreso. ¿Dónde pudieron estar los errores? En que la tasa era excesiva, segundo, era completamente evitable haber metido a la banca -pero la experiencia de meter al Estado en los créditos era muy mala- y, tercero, que la ley de acreditación se hizo mal y, al final, terminaron endeudados, con los bancos de por medio y con carreras que no le permitían buen acceso al mercado laboral. ¿Se podría haber hecho mejor? Sí. ¿Era mejor que lo que había? También. Mira, después de la batalla son todos generales.
Y ahora que se empieza a despedir de su vida política, ¿qué cosas ha hecho mal en estos años?
O sea, una cantidad enorme de declaraciones inadecuadas. Tengo una colección.
¿Cuál es la que más le pesa?En el caso de los patines, o cuando hablé de los colegios que tienen nombres en inglés, subestimé la fuerza de los que se oponen. Porque desde el punto de vista conceptual, las dos cosas son correctas, pero las dije de un modo muy fácil de tergiversar. Fui estúpido. En los patines lo que dije es que antes de la ley de inclusión, la regulación de los particulares subvencionados, bis a bis con los municipales, favorecía abrumadoramente a los primeros, pues ese sistema iba en patines y el otro, descalzo. No dije niños en patines.
Yo a los niños les pondría alas, no solo patines, como dice la canción Luchín.
O sea, los condoros son verbales.Sí, pero son políticos. De bruto no más. Decir tonteras que se prestan para que me hagan papa.
¿Y en términos de políticas públicas?Básicamente estratégicos, de creer que se pueden hacer más cosas bien hechas al mismo tiempo. Quizás no fui lo suficientemente fuerte como para decir, al comienzo de este gobierno, disculpen, pero esto es inabordable al ritmo que lo estamos planteando. Lo dije, pero tendría que haber sido más claro. Quizás me subí a la ola del optimismo, no sé. Para qué voy a tratar de parecer perfecto. Me equivoqué en calibrar la fuerza que tenía la oposición y en no saber precisar mejor las reformas sin abrir flancos innecesarios. Me equivoqué en no haber sido suficientemente locuaz, convincente. Pero soy lo que soy nomás.