Aunque reconstruyeron la historia en base a relatos de terceros, dos nietos del dictador Augusto Pinochet y del derrocado presidente Salvador Allende, reivindican sus respectivos legados en la arena política.
Maya Fernández Allende, bióloga de 42 años, tenía apenas dos cuando fue derrocado el gobierno de su abuelo, que se suicidó en el palacio presidencial de La Moneda.
Rodrigo García Pinochet, 36 años, economista y escritor, nació tres años después de que su abuelo se instalara al frente de una de las dictaduras más cruentas que ha tenido Chile.
Cuarenta años después de aquel 11 de septiembre que marcó a fuego la historia de Chile y cambió el destino de las dos familias, ambos resaltan las virtudes de sus abuelos pero marcan diferencias en los sentimientos que les suscita ese día.
"Allende era un hombre leal, de principios, un hombre digno", dice Maya, hija de Beatriz Allende, la más política de las tres hijas del exmandatario, quien lo acompañó casi hasta el último momento en el palacio de La Moneda y que cuatro años después, como él, se quitó la vida en La Habana.
"Mi abuelo es un hombre con grandes convicciones. Antes de ser político, fue un gran soldado", afirma de su lado Rodrigo, hijo de Lucía Pinochet, también la hija más política del exdictador, quien a los 10 años acompañaba a su abuelo cuando un comando de izquierda emboscó el vehículo que los transportaba, salvándose ilesos.
"Más que en las imágenes del bombardeo de La Moneda, pienso en los detenidos en las afueras de La Moneda. Me impacta mucho. Nunca más se supo de muchos de los que estaban allí", dice Maya.
"Mi madre me cuenta de la satisfacción que generó, que ese período de angustia, de polarización y violencia se puso término con el pronunciamiento militar y la esperanza de que habría finalmente lo que iba a ser un nuevo gobierno", señala Rodrigo.
La tentación política
Cuatro décadas después, estos dos nietos de Allende y Pinochet encaran carreras políticas de signo contrario y analizan de manera diferente la herencia de la dictadura, de la que la sociedad chilena intenta sacudirse.
Maya, una de las principales sorpresas de las últimas elecciones municipales al caer derrotada en la comuna de Ñuñoa por apenas 30 votos frente al alcalde derechista Pedro Sabat, competirá en las elecciones generales del 17 de noviembre por una banca de diputada en la coalición de oposición, cuya candidata a la presidencia es la exmandataria Michelle Bachelet.
Rodrigo, que compitió sin éxito como independiente por un cupo como diputado en las elecciones de 2009, desistió a última hora de volver a participar en los próximos comicios.
En un gesto que definió como de "realismo político", renunció a su candidatura para impedir que la oposición pudiera sumar un diputado, debido a la situación adversa en que quedó atrapado como candidato independiente, por el intrincado sistema electoral que instaló su abuelo.
Pinochet impuso un sistema electoral binominal, en que en cada circunscripción salen electos dos candidatos de las listas más votadas. Para que salgan electo dos candidatos de la misma tendencia, una lista debe doblar en votos a la otra, mientras que para que un independiente sea elegido debe superar en votación a ambas listas.
En el distrito que pensaba competir Rodrigo, la derecha elige hoy a dos representantes. Si él se presentaba, le podía restar votación y hacer que saliera un diputado de oposición.
"No estoy dispuesto a contribuir si sale electa Michelle Bachelet (amplia favorita), a dar un parlamentario que finalmente puede definir o no que Chile gire de rumbo, lo cual yo creo que sería incorrecto", dice Rodrigo.
Posiciones encontradas ante reclamos de cambio
Bachelet necesita una holgada mayoría en el Parlamento para poner el marcha el ambicioso plan de reformas con el que busca acoger los reclamos de cambio de la sociedad chilena.
"Creo que esta elección a 40 años del pronunciamiento militar se está definiendo el Chile que queremos seguir: si es que finalmente vamos a continuar el camino con ciertas reformas u optar con un modelo distinto", dice Rodrigo.
A Maya, en cambio, le entusiasma el proceso de cambios.
"Es un momento muy importante, Chile requiere de muchas transformaciones", afirma.
Ambos coinciden, no obstante, en la importancia de no repetir la confrontación política que derivó en el golpe de Estado de 1973.
"Eso no puede volver a ocurrir nunca más ni en Chile ni en ninguna parte del mundo. Tenemos que aprender a vivir con nuestras diferencias, en política y de formas de pensar. Ser capaces de debatir, de dialogar y participar, pero nunca romper la democracia", afirma Maya.
"Creo que lamentablemente las lecciones se tienden a olvidar. Lo que condujo al 11 de septiembre fue un clima de violencia y polarización extrema. Mi temor es que finalmente, el que muchos no vivieron esos hechos en carne propia, pueda llevar a Chile hacia un camino de polarización, que Dios quiera, no termine en lo que fue el 11 de septiembre", dice Rodrigo.