Entró por completo a la herida más grande que ha dejado la historia del siglo XX: los horrores del holocausto. Esa máquina feroz de exterminio que echó a andar en los años 40 el nazismo y que eliminó a cinco millones de judíos. El escritor israelí Nir Baram (38) optó por el camino difícil: escribir una historia sin victimizar a su pueblo e ir más allá de las crónicas y testimonios registrados por décadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En 2010, Baram alcanzó reconocimiento internacional, ganó enemigos y se abrió un camino en la literatura con su novela Las buenas personas, editada en español en 2013 por el sello Alfaguara. Allí está retratada la vida en Europa de Thomas Heiselberg, quien abandona una prometedora carrera en una empresa estadounidense. Son los años 30 y a cambio trabajará para la maquinaria nazi en Polonia.
A la par, Aleksandra Weissberg, hija de una intelectual judía que vive en Leningrado, debe elegir entre la tradición familiar o la traición cuando decida implicarse con el comisionado del pueblo para Asuntos Internos de Stalin.
"En su núcleo late una curiosidad inmensa que es, ante todo, una curiosidad moral. Este libro amplía las fronteras de la literatura joven y abre nuevos horizontes", señaló el destacado novelista israelí Amos Oz sobre Las buenas personas.
Nir Baram es hijo y nieto de ministros laboristas de Israel. Su posición ante el conflicto entre su país y Palestina ha sido tajante. Incluso, como periodista ha escrito una serie de columnas que apuntan a los errores políticos del gobierno del Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Nir Baram, quien hoy vive en Jerusalén, es uno de los invitados a Filba, el Festival Internacional de Literatura que partió el sábado en Santiago. Encuentro en el que también participan Enrique Vila-Matas, María Moreno, Jorge Edwards, entre otros.
El narrador israelí se presentará mañana martes en el GAM (18.30), en la mesa de conversación Ficciones Políticas, donde estará acompañado de la escritora y cineasta estadounidense Chris Kraus junto al autor mexicano Antonio Ortuño.
El miércoles, Baram participará de una lectura con los escritores chilenos Alberto Fuguet, Andrea Jeftanovic y Diego Zúñiga, y la narradora argentina Hebe Uhart. La cita es a las 20.00, en la Biblioteca Nicanor Parra de la U. Diego Portales.
¿Cómo recibió el éxito de Las buenas personas?
Fue una sorpresa para mí. Creo que en cierto modo el libro desafió las fronteras de las novelas israelíes que por lo general se ocupan de temas muy israelíes. Pero lo interesante es la aceptación de la novela traducida a 10 idiomas. En que cada sociedad lee de una manera diferente los conflictos, de acuerdo a su propia historia.
¿De qué trata su última novela, World shadow?
La publiqué el año pasado en Israel. Es una novela más contemporánea que aborda el mecanismo global del capitalismo. Yo lo veo como una novela de aventuras. Se publicará el próximo año en español por Alfaguara.
¿Qué conclusiones tiene del conflicto en la Franja de Gaza?
Creo que la última guerra nos enseñó que necesitamos un cambio fundamental. Más allá de la predicación, es la solución de dos Estados que debe estar en el apoyo a una nueva ronda de negociaciones sin esperanza, sin éxito y la mediación de los americanos. El papel de Israel es despertar a los judíos que viven su delirio de superioridad moral. Creo que la sociedad israelí está en la búsqueda de una profunda transformación de sus valores.
¿Le interesa la literatura latinoamericana?
Mi generación creció leyendo a los autores del Boom. Yo me quedé sorprendido con Rayuela, de Julio Cortázar. Fue una revelación para mí y admiré su valentía ante la construcción de una novela.
¿Qué otros autores conoce?
Ahora hay una nueva editorial en Israel que traduce más literatura contemporánea. Por ellos he podido leer los libros de César Aira, Fogwill, Mario Levrero, Sergio Bizzio, Aurora Venturini, Carlos Franz, Jorge Volpi y, claro, Roberto Bolaño, de quien todos hablan. Creo que la literatura israelí tiene algo que aprender del lado más experimental de la literatura latinoamericana. Ustedes juegan con las formas, los géneros... Nuestra narrativa se limita mucho ante el realismo, debido a la historia que tenemos.