Jacinto Molina, profesor encarnado por Nissim Sharim en Levántate y corre, está al borde del colapso. "Estoy hastiado de las locuras del siglo XXI, de las guerras, de las represiones, de las torturas, de los abusos de poder y la cultura del dinero", enumera sin respiro. Acto seguido, el protagonista, que se siente agobiado por el sistema neoliberal, encuentra consuelo: toma su bicicleta y emprende un viaje "al centro de la Tierra", como diría Julio Verne, o "a las espléndidas pesadillas" como afirmaría Borges, dos autores que le sirvieron de referente al grupo Ictus para su último montaje, estrenado anoche en la sala La Comedia.

"Hemos leído mucho para hacer este montaje. Desde poemas de Gonzalo Rojas, como Qué se ama cuando se ama, al mundo fantástico de Julio Cortázar y la mitología de James Joyce, porque el personaje es un Ulises: quiere volver a Itaca, pero esa tierra ya no existe", cuenta Sharim sobre la puesta en escena, menos costumbrista y realista que otras creaciones del Ictus, como Lindo país esquina con vista al mar, montaje de los 80 que fue remontado en 2010 y que narra el tenso clima social de la época.

Levántate y corre no se desliga de su imaginario político, pero esta vez lo aborda desde lo onírico. Así como el personaje de Emile Hirsch en la película de Sean Penn, Into the Wild, deja todo y se exilia en una casa rodante en la montaña, Jacinto se margina de su entorno y va enfrentando sus propios fantasmas a medida que pedalea hacia la muerte. "Está solo con sus vivencias, con los dolores que le heredó la dictadura y con sus alegrías de juventud. De a poco se produce en él la revalidación de sus amores, de sus creencias. Ese es el rayo de esperanza", cuenta el actor.

Sharim también es el director de esta obra en la que participan María Elena Duvauchelle en el rol de la esposa del colapsado profesor (Leonor), y Roberto Poblete en la piel de Clavel, un colega que irá tras él y lo intentará convencer de que el sistema neoliberal no es tan malo como parece. Juntos, descubren un mundo fantástico: el que Jacinto quisiera. "Es un Chile sin tanto atropello. Un país que se rige por valores humanos, no por el lucro y la codicia. El no quiere habitar la sociedad de los Chicago Boys, no cree en las cifras macroeconómicas. Quiere un país amoroso y donde la educación sea gratuita", explica.

El montaje, además, es un desahogo del propio colectivo, ya que según el actor, el Teatro Ictus, con más de 50 años de trayectoria, está viviendo su año más crítico. "Nunca tuvimos asegurado el financiamiento, pero al menos había una red de organismos públicos y privados que nos daban un mano los años anteriores. Ese canal cada vez existe menos. Yo ahora hasta corto los boletos", cuenta.