Se puede decir que la película Greenberg lo cambió todo. El filme que Noah Baumbach estrenó en 2010 incluía una escena donde el lacónico personaje interpretado por Ben Stiller perdía la compostura y entraba en el mismo ritmo afiebrado de los muchachos con los que compartía una fiesta en una casa de Los Angeles. Fue la primera colaboración de Baumbach con Stiller y aquella escena en particular operó como trampolín para crear una historia aparte. Originaría la trama de una película cuyo eje central es el tragicómico roce entre una pareja de cuarentones sin hijos y un joven matrimonio muy hipster de veintitantos. ¿Qué pasa cuando alguien maduro cree que se ha perdido algo en la juventud y quiere vivir lo que nunca pudo? ¿Hay riesgos de salir herido?
La película Mientras somos jóvenes, que reúne por segunda vez a Stiller y Baumbach, plantea este cruce de generaciones de una manera mucho más desenfadada de lo que puede parecer a simple vista. Esa es quizás su gran virtud: darle una mirada soleada e irónica a la dura constatación del paso de los años. El filme, que se estrena el jueves en Chile, es uno de los mejor criticados de este realizador neoyorquino.
Si en Greenberg, Ben Stiller interpretaba a un tipo traumado y recién salido del manicomio que andaba a patadas por el mundo, en Mientras somos jóvenes es Josh, alguien más bien saludable y con espíritu de sacrificio. Eso sí, tiene un problema: es documentalista, tiene 44 años, ha hecho con esfuerzo apenas una película en su vida y siente que si no se apura será su único aporte al mundo. Su esposa Cornelia (Naomi Watts) pasa por coyunturas similares. No tiene hijos, los ha deseado, ha abortado, ha intentado otra vez, ha perdido de nuevo.
La película entra al área chica cuando ambos conocen a Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried), un matrimonio que no llega a los 30 años. Jamie y Darby maravillan a Josh y Cornelia. El primero aspira a ser cineasta y tiene ideas brillantes.¿Acaso son el nuevo modelo a seguir para los cuarentones Josh y Cornelia?
Es fácil encontrar en esta película rasgos de la propia biografía de Noah Baumbach (1968): hace dos años se divorció de su esposa, la actriz Jennifer Jason Leigh, e inició una relación con la actriz Greta Gerwig, 15 años menor que él. Gerwig ya salía en la mencionada Greenberg (2010), ha estado en videos de bandas indies como Arcade Fire y en Estados Unidos la llaman "la musa hipster". Luego, incluso, el realizador le hizo una película para ella sola. Se trató de Frances Ha (2013), donde encarna a una bailarina de 27 años que, en un tema recurrente en Baumbach, no encaja en su medio y siente que la vida se le escapa.
Mucho antes, en 2005, el cineasta ya ha había sorprendido con la magnífica The squid and the whale, filme que se llevó dos premios en Sundance y que recreaba su propia adolescencia ochentera al contar la historia de un chico enfrentado a la separación de sus padres.
Abierto a múltiples tipos de cine (es fan de la saga de Indiana Jones y de la obra de Eric Rohmer, de quien robó su apellido para darle el nombre a su hijo), Baumbach incluso ha dejado algo de sus pulsiones generacionales en los guiones que ha escrito para La vida acuática y El fantástico Mr. Fox de Wes Anderson, donde las relaciones de padres e hijos son el nudo de la trama.
Con un apego fiel a la nueva ola francesa en su apuesta en escena y una evidente filiación con el Woody Allen de la década de los 80 (Crímenes y pecados y Hannah y sus hermanas por nombrar sólo dos cintas), Noah Baumbach tiene una voz plena y única en el cine estadounidense contemporáneo.