Sin embargo, apenas vuelves a casa, te invade un sentimiento tan urgente que a duras penas tienes tiempo de tirar al suelo lo que venías cargando y correr en dirección al recinto más privado de tu hogar.
¿Por qué?
"Esta pregunta es relevante. La cuestión es cómo usar esta información que viene con la respuesta y eso es lo que aún estamos tratando de entender", le dice a BBC Mundo Jack Gilbert, director del Centro del Microbioma de la Universidad de Chicago.
Gilbert es microbiólogo así que "gran parte parte de mi trabajo es lidiar con popó —yo estudio la bacteria en el popó de la gente— así que estoy inmunizado (contra la vergüenza de hablar de ello)".
¿No es tan sencillo como que, al fin y al cabo, es tu baño, así que te sientes cómodo... es decir, que es algo emocional, sugiero?
"Pero qué es 'emoción'", cuestiona, empezando un viaje mental que no me esperaba, particularmente cuando el punto de partida era el inodoro.
Lo que siento... sentimientos, respondo.
¿Qué es eso?
Me puedo sentir avergonzada o temerosa, digo algo dubitativa, desconcertada y divertida.
Okay: el temor es la estimulación de la amígdala cerebral, que controla la agresión y la reacción de lucha o huida, así que hay una transformación química adentro de tu cuerpo para que respondas apropiadamente a un estímulo particular.
Así que el que 'te dé miedo' es un cambio químico; tú no estás sintiendo temor. No hay un fantasma, ni un ente invisible adentro de ti que está sintiendo miedo y dispara todos los cambios químicos en el cuerpo", me explica.
Pero ¿no es más bien que yo veo algo y concluyo que es peligroso y eso dispara la respuesta química?
Tú no piensas eso, es una respuesta autónoma. Todos los animales del mundo, si les das un estímulo químico tienen el mismo tipo de respuesta neurológica. No es una respuesta de los humanos, es una respuesta biológica. Nos gusta pensar que somos distintos porque somos engreídos.
Todo está apuntalado por mecanismos biológicos.
Tus decisiones, las cosas que te preguntas del mundo, casi todas están impulsadas por el aporte sensorial de tu entorno.
Hasta tus recuerdos son definidos por esos estímulos sensoriales, y el cerebro sencillamente computa ese aporte y provee un fenómeno químico, y por ende biológico, que tú interpretas como que tú estás pensando.
Esa interpretación impregna al sistema entero con un elemento espiritual que es indefinible.
Construimos ideologías a nuestro alrededor que nos definen de cierta manera a pesar de que no hay evidencia de que sea así.
Los pensamientos no son más que respuestas químicas en el cerebro.
A ver: yo veo un oso y pienso que es peligroso y eso dispara la respuesta.
Tú ves un oso, ese es el estímulo y tu cuerpo reacciona.
Pero hay un momento entre verlo y reaccionar en el que mi mente piensa y concluye que es peligroso.
Si quieres creer eso, está bien...
¡No quiero creer, quiero saber!
Tenemos una serie de respuestas cognitivas que están casi preprogramadas.
Por ejemplo, a los animales en el pasado que al ver la forma de una culebra respondían tratando de evadirla les fue mejor. Y es por eso que tenemos una increíblemente precisa reacción a formas parecidas a las culebras en el suelo, mientras que otras formas —como las de las ranas— no activan al cerebro de la misma forma.
Volvamos al baño, a nuestra predilección por hacer nuestras necesidades en nuestro hogar.
Exacto: el hogar es un ambiente sensorial y usualmente uno en el que te sientes seguro.
Cuando entras a tu casa, recibes ciertos estímulos sensoriales, quizás el aroma, la temperatura, el ruido que hace el piso cuando caminas, lo que estás viendo, hasta los microbios que viven contigo contribuyen a la sensación de sentirse más cómodo en el hogar.
Todo es sensorial. Un aroma puede hacerte salivar, otro puede repugnarte. No es tu cerebro diciendo: "¡Oh, no! Me acuerdo de eso", o tu personalidad adentro diciendo "¡Hey! Siento pavor".
Lo que "sientes" es un estado fisiológico. Es la forma en la que tu cuerpo responde al ambiente. Es una respuesta química que dispara otra respuesta química.
Al llegar a casa, cambia tu nivel de adrenalina y tu tolerancia a la glucosa; los sensores de energía de tus músculos se altera, así que respiras y quemas energía de otra forma; también tu patrón de sueño se modifica.
Todo eso influye en cuán rápido se mueve la comida por tus intestinos.
Nada más que estímulo y reacción química...
Cuando ves el mundo de esa manera, tiene mucho más sentido. Porque la alternativa es que hay un fantasma en la máquina que nadie puede explicar, que por alguna razón hace cosas de maneras imposibles de comprobar y que no hay ninguna racional biológica.
No digo que no sea posible, pero el sistema funciona perfectamente si ello entonces ¿por qué inventamos fantasmas?
Somos la máquina, la máquina somos nosotros. Nuestro cuerpo somos nosotros, por eso cuando deja de funcionar, nosotros dejamos de funcionar.
A menos de que consigamos evidencia categórica de vida después de la muerte o un fantasma, lo que nunca se ha logrado, la alternativa es que somos un fenómeno biológico.
Yo soy un microbiólogo y estamos demostrando que los microbios tienen un gran impacto en el cerebro, en la percepción neurológica, en la memoria, en la identidad...
Podemos hacer que un animal se sienta como si fuera como otro animal poniéndole bacteria de otro animal. De manera que el sentido de identidad se torna borroso si lo podemos alterar químicamente desde afuera.
Pero a veces ni siquiera has entrado a casa —a todos los estímulos—, y en esos últimos pasos que te acercan a tu puerta, la necesidad va creciendo de tal forma que los segundos que toma abrirla son demasiados.
No estoy diciendo que entendemos todos los fenómenos de comportamiento en el planeta, pero apuesto toda mi reputación y experiencia en que es posible identificar las bases biológicas que llevan a un fenómeno de comportamiento.
En ese sentido, mi hipótesis es que cuando estás yendo a casa hay factores desencadenantes internos o externos que disparan el proceso químico que te permitirán tener un movimiento intestinal cómodo.