Cuando le preguntaron a Dieter Kosslick, el director del Festival de Cine de Berlín, si alguna de las películas que había seleccionado para este año lo había realmente dejado perplejo, respondió: " Sí, el documental El botón de nácar del chileno Patricio Guzmán; Guzmán es un gran artista y diría que esta película es su obra maestra".

Poner un documental en  la competencia de la Berlinale, uno de los festivales de cine más importante del planeta,  es otra audacia de Dieter Kosslick, conocido por buscar un perfil distinto para su festival, menos convencional, menos predecible, más político.

El botón de nácar sigue la misma dirección que su anterior documental  Nostalgia de la luz , que ganó en 2010 el premio al mejor documental  de la Academia de Cine Europeo.  Fue una feliz audacia buscar hermanar la búsqueda del origen del mundo en los cielos con el destino de los desaparecidos en el desierto chileno.

Ahora El Botón de Nácar busca  algo parecido, pero utilizando el agua como metáfora. Su arco es aún más grande: desde el agua como elemento universal de la vida hasta el agua como cementerio de  desaparecidos arrojados al mar durante la dictadura de Pinochet.

En este arco cabe mucho: el agua dentro del hombre y en el universo, tomando la forma de mar, en la geografía chilena,  su fluir en la Patagonia, las tribus indígenas locales y el mar como cementerio de opositores al régimen.

"En Alemania cuando se habla del Holocausto tienen que mostrar montañas de cadáveres, lo que hace Guzmán es contar lo que pasó  en Chile con una absoluta tranquilidad y sobriedad, lo que hace la tragedia más potente aún" comentaba una periodista alemana del diario Süddeutsche Zeitung a la salida de la función de prensa de ayer en la mañana. La película tiene  imágenes fascinantes que siguen la morosa voz de Guzmán en un documental que hipnotiza pero que a veces también cansa por asociaciones algo remotas.

Aún así hay infinidad de momentos memorables como las fotos que recupera Guzmán de las tribus patagónicas a comienzos del siglo XX con sus cuerpos tan  bien pintados que parecen salidos de la comedia del arte italiana o los trabajosos esfuerzos de Gabriela Paterito para recuperar las palabras del idioma de su etnia kawéskar.

Probablemente nadie ha filmado antes escenas tan poderosas de la naturaleza en la Patagonia. También hay muchos detalles interesantes a destacar. Ejemplos: la sutil reconstrucción de los asesinatos y la manera en que los cuerpos fueron arrojados al mar, la confesión silenciosa del piloto del helicóptero que los llevó. Entre muchos personajes y paisajes anónimos, en la cinta destacan entrevistas al poeta Raúl Zurita y el historiador Gabriel Salazar, los únicos "famosos" en la narración.

La búsqueda de un punto común a todas estas preocupaciones  quizás  debilita  un poco la tensión de su obra. El título de la película  muestra  ese tipo de problemas: un botón de nácar es lo que el capitán Robert FitzRoy pagó para llevar al indígena fueguino  Jemmy Button a Gran Bretaña en 1830. La misión era "occidentalizarlo" y años después lo devolvió a su lugar de origen. También un botón de nácar se encontró  adosado al musgo acumulado por  un riel que sirvió para empujar a ejecutados políticos al fondo del mar.

No hubo ovación después del pase de prensa  de El botón de nácar, aunque si un correcto aplauso. Entre las primeras críticas aparecidas ayer, las revistas especializadas Variety y Screen Daily elogiaron la estética del filme, pero coincidieron en que no logra la fuerza poética de la anterior Nostalgia de la luz. Por otro lado, The Hollywood Reporter fue más efusivo y afirmó: "La extraordinaria intuición sobre la sincronía entre historia, geografía y universo físico le da a esta película un poder innegable".

Ya subido al estrado donde hablan  los competidores,  Guzmán trató de dejar en claro que su proyecto de hablar del pasado no es precisamente una política nacional: "De  mis 14 películas que he hecho, que hablan de la memoria, que hablan de Allende o de la represión  ninguna ha sido apoyada por el gobierno chileno. Ninguna salvo ésta, El botón de nácar. Y la única que se ha pasado en la televisión chilena es Nostalgia de la luz, pero con los rollos cambiados y a la 1.30 de la mañana".