Seres pensantes, juiciosos o racionales. Como usted quiera calificar a los integrantes del género humano. Lo cierto es que nuestra característica más destacada está en la capacidad de reflexionar. Una función superior que reside en el cerebro, ese ovillo de neuronas de 1.500 cc que está alojado y protegido por nuestro cráneo.

Y al tener que leer, pensar, imaginar, navegar por internet, ver películas y un largo etcétera, suponemos que cada nueva generación deberá desarrollar un cerebro mayor.

Pero no. Como ha sucedido otras veces, nuestra intuición se equivoca. También los científicos. Hasta que aparece algún investigador curioso y persistente que cambia el viejo concepto: en este caso es John Hawks, el antropólogo de la U. de Wisconsin, que asegura que el cerebro humano se está encogiendo. Tal cual. Y la cifra que usted leyó más arriba es sólo una convención, que ahora debe leerse 1.350 cc. Es decir, hemos perdido un equivalente a una pelota de tenis de masa encefálica.

Según confiesa este experto a la periodista Kathleen McAuliffe, en la revista Discover Magazine, esta merma se produjo en los pasados 20 mil años. Una reducción que vista en una perspectiva evolutiva es el equivalente a "un pestañeo", según Hawks.

"Lo que observamos en China, Europa, Africa y donde sea", agrega. Y si esto continúa, en los próximos 20 mil años estaremos alcanzando el tamaño del cerebro del homo erectus, un pariente lejano que vivió hace medio millón de años y cuyo cerebro era de sólo 1.100 cc.

Y aunque algunos lectores se sentirán tentados a creer que el ser humano está volviéndose estúpido, Hawks asegura que este hallazgo es sólo un cambio de perspectiva. Algo que ya encendió la polémica en la ciencia, donde cada cual argumenta según dicta su cerebro.

POSIBLES CAUSAS
Varias teorías se disputan la explicación de esta transformación. Una advierte que nuestra materia gris va en retroceso. Según el paleoantropólogo Christopher Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres, mientras mayor tamaño tiene nuestro cuerpo, se necesita un cerebro más grande para controlar los distintos grupos de músculos.

Por eso, el de mayor dimensión lo detenta el hombre de Cromagnon, que habitó Europa hace 20 mil a 30 mil años: en extremo musculoso, de mandíbula sobresaliente y grandes dientes.

Otros expertos complementan que lo importante es la materia blanca, el cableado que comunica una neurona con otra, la cual ha ganado en influencia, elevando nuestra eficiencia: más rápidos y agudos para pensar.

Los estudios genéticos agregan que en estos últimos miles de años, el cerebro ha acumulado mutaciones que afectan su química interna (neurotransmisores), lo que indica que si bien se ha achicado, su dinámica interna también ha cambiado, quizás afectando positivamente nuestras habilidades racionales.

Como en toda disputa científica que se precie de actual, el calentamiento global está presente. Algunos plantean que, como los cuerpos robustos guardan más calor, el aumento de temperatura de la Tierra favorecería a los cuerpos más menudos –y cerebros más pequeños- que disipan con facilidad la temperatura.

Pero en las ligas mayores del pensamiento científico, se encuentra la teoría de la densidad poblacional. Un estudio realizado en la U. de Missouri, por David Geary y Drew Bailey, los llevó a concluir que mientras más gente se concentra en una zona geográfica, se produce una mayor especialización en el trabajo, la recolección de alimentos se hace más eficiente y la interacción entre los individuos, más rica y variada.

Y en forma sorprendente, este proceso corre paralelo a una disminución del tamaño cerebral: ya que no necesitamos ser tan hábiles para sobrevivir, porque contamos con la seguridad de nuestras redes sociales.

Geary aclara, en todo caso, que con los juguetes tecnológicos actuales un Cromagnon tendría un excelente desempeño. "No hay que olvidar que esos sujetos realizaron un cambio cultural explosivo: pinturas rupestres, la creación de herramientas y el tallado de huesos para hacer flautas", dice a Discover.

En su opinión, estos ancestros eran tan brillantes como el más brillante de los humanos actuales. La diferencia radica en que con progresos como la agricultura, la abundancia de alimentos y las ciudades modernas, los más brillantes pueden dedicarse por completo a la ciencia, las artes o cualquier otra disciplina. Mientras que ellos debían invertir todos sus esfuerzos en mantenerse vivos.

Hawks coincide con los hallazgos del equipo de Missouri, aunque su interpretación es distinta. Sus mediciones de fósiles desde la Edad de Bronce (hace 4 mil años) hasta los tiempos medievales revelan que el cerebro se encogió, incluso más que nuestro cuerpo. Si la disminución hubiera sido proporcional, deberíamos tener hoy el cuerpo de un pigmeo.

Pero estos cambios se han producido con idas y venidas. Por ejemplo, desde los tiempos de Roma hasta la Edad Media el cerebro se mantuvo estable y se redujo el cuerpo. Pero la tendencia ha sido el encogimiento del cerebro mientras el cuerpo se mantiene estable.

Para este experto de la U. de Wisconsin, hay que tener en cuenta que el cerebro es un glotón, consume el 20% de las calorías diarias que ingerimos. Por lo que la evolución habría encontrado la solución óptima: un cerebro más inteligente y que consume menos energía.

Esto, gracias a la mayor densidad de población, ya que mientras más personas existen, la reserva genética es mayor. Así, es más probable que una mutación genética ventajosa (que aumente las habilidades cognitivas) se produzca.

HOMBRE DOMESTICADO
Una teoría que para muchos tiene gran fuerza es la que apunta nada menos que a la domesticación. Para Richard Wrangham, primatólogo de la U. de Harvard, lo que estamos viendo es la selección contra la agresividad, es decir, la domesticación que hemos hecho de nosotros mismos.

Unos 30 animales han sido domesticados en la historia, advierte, y en este proceso todos han perdido volumen cerebral: 10% a un 15% en promedio.

Se trata de animales que tienen también cuerpos más gráciles, dientes más pequeños, rostros más agradables y pelaje de colores más variados. En muchos casos, se agregan orejas caídas y colas enroscadas. Excepto por estos dos últimos rasgos, las razas domesticadas se parecen mucho a nosotros.

Wrangham sorprende con su explicación de cómo nos hemos domesticado: la pena capital. "Por más de 100 mil años, el lenguaje ha llegado a ser lo suficientemente sofisticado para que, si hay un matón que delinque en forma reiterada, la gente se reúna, tome la decisión de expulsarlo del grupo, que es un equivalente funcional de ejecutarlo", explica.

La pena capital ha sido un rasgo permanente de los homínidos. Dos estudios con registros tribales de Nueva Guinea revelan que, en promedio, el 10% de los hombres jóvenes eran ejecutados en cada nueva generación.

"Si analizamos la historia escrita en nuestros huesos, nos vemos cada vez más pacíficos en los últimos 50 mil años", dice Wrangham. Y esta domesticación también ha transformado nuestro estilo cognitivo.