Vestida con delantal médico, ayer la Presidenta Michelle Bachelet llegó hasta el hospital Barros Luco en San Miguel, donde visitó a un recién nacido trasladado desde Copiapó a Santiago producto de los aluviones del norte.

Ya a esa hora, la Mandataria estaba enterada de los resultados de la última encuesta Adimark, la que arrojó una baja de ocho puntos en su aprobación, llegando a 31%. La cifra representa el peor nivel alcanzado en sus dos gobiernos, más bajo incluso que el 35% anotado a mediados de 2007 en medio del descontento ciudadano con la puesta en marcha del Transantiago.

Tras un breve recorrido por el recinto hospitalario, la Mandataria realizó una declaración pública, donde informó el estado del menor que visitó y una serie de medidas en materia de salud para las zonas afectadas. En ningún minuto se refirió al sondeo y no se permitió hacer preguntas a la prensa.

Al finalizar su discurso, Bachelet confirmó su decisión de cancelar los viajes a Ecuador y Panamá que tenía previsto realizar a contar del próximo miércoles. "Nos ha parecido que necesitamos estar acá en terreno, trabajando por las personas", dijo.

Desde hace unos días que en La Moneda aseguraban que la Mandataria optaría por quedarse en Chile y tomar un rol protagónico en la organización de la ayuda. De hecho, durante la última semana ha realizado todos los días alguna actividad relacionada con la emergencia.

¿La razón? buscar retomar el liderazgo del gobierno, aseguran en Palacio. Esto, en medio de los fuertes cuestionamientos lanzados desde los partidos de la Nueva Mayoría a la conducción política del gobierno, lo que ayer derivó en la reaparición de presiones por un cambio de gabinete.

En La Moneda reconocen que desde el regreso de sus vacaciones, la Mandataria y su equipo no han logrado reactivar la agenda de trabajo, la que se ha visto opacada por los casos Penta y Soquimich, pero especialmente por la polémica que generó el millonario negocio inmobiliario de la empresa de la nuera de Bachelet y la presencia de su hijo Sebastián Dávalos en una reunión con el dueño del Banco Chile para gestionar un crédito.

El caso Caval, sostienen analistas y admiten, en privado, en el gobierno, terminó afectando no sólo la popularidad de Bachelet, sino sus principales atributos personales, como la credibilidad y la confianza.

De acuerdo a la encuesta Adimark publicada ayer, la percepción ciudadana sobre la credibilidad de la Mandataria cayó desde 56% a 46%, mientras que la confianza que genera en la gente bajó de 53% a 41%. A esto se suma la disminución de 10 puntos promedio en los ítems de liderazgo, capacidad para solucionar los problemas del país y ser respetada por los chilenos.

"El factor que gatilla la brusca baja es el caso Caval, que de algún modo afectó a la Presidenta en su aprobación y sobre todo en sus atributos importantes", afirma el analista político Max Colodro.

De hecho, en el sondeo se señala que un 59% de los encuestados cree que la evaluación de Bachelet "ha empeorado" a raíz del caso Caval. La evaluación de la Mandataria está por debajo, incluso, que la de todos sus ministros.

"El caso Penta y todas sus derivadas, más el caso Caval, han afectado todo el sistema político. Y la Presidenta, dado la cercanía con el caso Caval, no ha quedado ajena a ello. La encuesta refleja el estado en general en el que estamos en el país. No me parece extraño ni escandaloso, era esperable", comentó la cientista política de Chile 21, Gloria de la Fuente.

"Creo que es la hora de sacar conclusiones, apretar 'reinicio'. Y un presidente tiene como herramienta el ajuste de piezas", dijo ayer el diputado del PPD Pepe Auth.

Si bien el crítico diagnóstico respecto del gabinete de la Presidenta Bachelet está instalado desde hace meses en el oficialismo y ya en enero se apostaba por un inminente ajuste ministerial -el que fue quedando en segundo plano a raíz de la contingencia-, la fuerte caída en las encuestas reinstaló el debate sobre la necesidad de un rediseño de los equipos.

Ya el martes el ex senador y posible nuevo presidente del PS, Camilo Escalona advirtió que era importante un ajuste para que "la opinión pública vea la convicción de una nueva etapa". Asimismo, planteó la conveniencia de materializarlo antes de la cuenta pública del 21 de mayo.

A esta postura se sumaron ayer varios dirigentes oficialistas.

El diputado socialista Juan Luis Castro dijo que "estamos en el momento para que se produzca un cambio de gabinete. Ese ajuste debe incluir, también, a parte del equipo político".

El timonel PS, Osvaldo Andrade, quien ha cuestionado la conducción del ministro de Interior, Rodrigo Peñailillo, también volvió a apuntar ayer a la coordinación política.

"Es muy importante que mejoremos la gestión política, de modo tal que la relación entre el gobierno y su coalición, a propósito de la situación en que estamos, sea cada vez más directa, intensa, con niveles de complicidad más nítido", dijo.

A su turno, el timonel del Partido Radical, Ernesto Velasco, señaló que "en un periodo presidencial de cuatro años, es normal que haya un par de ajustes en el gabinete. Y si bien es facultad exclusiva de la Presidenta, ya es el momento de pensar qué es lo mejor para el país".

Con todo, el analista político de la UDP Mauricio Morales dice que "este es el peor escenario para realizar un cambio de gabinete; vendría solamente a agudizar la crisis del gobierno y no contribuiría a dar salida a los problemas de fondo".