Fue una tragedia, un desastre colosal. En 2005, el huracán Katrina devastó la costa del golfo, desde Florida a Texas, en una de las tormentas tropicales más destructivas de EE.UU., con 1.833 muertos y US$ 108 mil millones en pérdidas materiales. Katrina arrasó con parte de los estados del sur del país y la ciudad de Nueva Orleans fue la más castigada. Más de la mitad de las escuelas quedaron en el suelo y miles de estudiantes y profesores, la mayoría afroamericanos, se vieron obligados a dejar sus casas y colegios. La reconstrucción fue lenta, muy criticada y generó una transformación no tan mediática ni visible: el cambio de la educación pública por un sistema que en EE.UU. se conoce como chárter, cuyo equivalente en Chile son las escuelas particulares subvencionadas.
A nivel de cambios en el sistema de educación en EE.UU., el debate se concentra en Nueva Orleans. Meses después de Katrina, el sistema público comenzó a ser desmantelado y se reemplazó por colegios chárter, que reciben financiamiento público pero son operados de manera privada. ¿Por qué se produjo el cambio? Antes del huracán, el 65% de las escuelas públicas de la ciudad no cumplían los estándares de educación de calidad. El sistema público ya estaba colapsado en una de las ciudades más pobres del país. Entonces, en medio de una enorme controversia, se decidió despedir a 7.500 docentes y empleados escolares para desarrollar el nuevo sistema, cuya génesis data de los 90, cuando se implementó como un modelo alternativo y experimental en otros estados.
Después de Katrina, las escuelas chárter se multiplicaron rápido en Nueva Orleans. Tan velozmente, que para septiembre no quedará ningún colegio público en el distrito de Nueva Orleans ni en el resto del estado. La calidad, según los defensores del sistema, ha mejorado y hoy sólo el 6% no cumple los estándares. Actualmente, 84 de los 89 colegios administrados por el organismo de Recuperación Escolar del Distrito -escuelas públicas estatales- son chárter, mientras que 40.196 de los 44.614 estudiantes asisten a una escuela con este sistema. Antes de Katrina, las escuelas públicas de Nueva Orleans atendían a 63 mil estudiantes, la mayoría afroamericanos de bajos recursos.
El sistema chárter fue concebido originalmente sin fines de lucro, pero sus críticos sostienen que ha derivado en lo contrario. Además, estiman que como la matrícula es manejada por cada establecimiento de forma individual, hay segregación social y racial. Al mismo tiempo, como las escuelas ya no están asignadas para cada barrio, las familias deben ocupar bastante tiempo en los traslados. También, los estudiantes mal evaluados son expulsados a escuelas "alternativas". Pero lo que más molesta a algunos académicos es que en Nueva Orleans el sistema educativo está siendo regulado por el mercado y no por las autoridades estatales.
Según dijo a La Tercera Pauline Lipman, profesora y experta en política educacional de la U. de Illinois-Chicago, "efectivamente los colegios chárter seleccionan a sus alumnos, a diferencia de los colegios públicos de barrio, que deben aceptar a todos los alumnos. Las investigaciones demuestran que estos establecimientos han generado una discriminación racial y, además, aceptan a un mínimo porcentaje de alumnos con discapacidades. Y tienen una tasa 10 veces más alta de suspensiones y expulsiones de estudiantes que las escuelas públicas". Lipman afirma que este tipo de colegios nació para darles más autonomía y flexibilidad a los profesores, y la idea original fue que estos establecimientos ayudaran a la educación pública, no que la reemplazaran.
A su favor, los partidarios del sistema chárter citan estudios. En 2013, The New York Times publicó una investigación de la U. de Stanford -realizada en 25 estados del país- que sostiene que el 29% de los escolares chárter tuvieron una mejor performance en matemáticas que los colegios públicos. En 2009, este porcentaje llegaba apenas al 17%. Además, mientras en 2009 el 37% de las escuelas chárter daba una peor educación que el sistema público, esta figura bajó a 31% el año pasado. Sin embargo, los críticos sostienen que estos resultados se deben a que Nueva Orleans utiliza un sistema de medición diferente y de menor estándar respecto del resto del país.