De los cinco distritos de Nueva York, ninguno ha alcanzado los niveles de popularidad como Brooklyn. Un proceso que se ha incrementado desde los 90 y que, en la actualidad, goza de una especie de madurez. Sus habitantes son orgullosos del espacio que habitan y cerca de mil de ellos levantan sus manos cuando Maceo Parker (eximio saxofonista del fallecido James Brown) los saluda, junto a su banda, desde el escenario instalado en el parque del puente de Brooklyn, para luego hacerlos estallar al ritmo del más clásico funk. La postal del famoso puente y los rascacielos iluminados de Manhattan al otro lado del río no hacen más que confirmar que, si no puedes encontrarlo en esta ciudad, es probable que no exista (durante el verano del norte hay actividades culturales en el parque; www.brooklynbridgepark.org. También hay conciertos gratuitos en el Prospect Park de Brooklyn todos los jueves, viernes y sábados, en un ciclo llamado Celebrate Brooklyn! www.bricartsmedia.org)

Y si Brooklyn sigue en boga, uno de sus barrios, Williamsburg (o "Hipchester", como lo llamó el New York Times, refiriéndose a su movida hypster, algo así como lo ondero llevado al paroxismo), es donde pasa todo. Especialmente, en el East "Billyburg", otro de sus motes. Para llegar pido indicaciones a uno de los que bailan con Maceo y en tres segundos, cuatro personas intentan explicarme la manera de llegar al metro Bedford Avenue, arteria que funciona como una suerte de columna vertebral del barrio, salpicada de pequeños comercios, y de inmediato se vienen a la cabeza las palabras de Paul Auster en Brooklyn Follies: "Desde un punto de vista estrictamente antropológico, descubrí que los habitantes de Brooklyn son menos reacios a hablar con desconocidos que cualquier tribu con que me haya tropezado antes".

Paso por alto otro interesante barrio junto al puente, como es Dumbo, con sus restaurantes y galerías de arte, y la extensa fila afuera de Grimaldi, una de las mejores pizzerías de la ciudad muy cerca de allí (Old Futon, 19) y me sumerjo en la icónica red de metro. Audífonos. Twin Shadows y Buke & Gass aparecen por ellos, el número uno y dos de la lista de las bandas emergentes de la escena neoyorquina. Imágenes de películas, de ratas, de la torre de babel que es esta ciudad y de gente con ganas de fiesta como sólo podrían estar los trabajólicos habitantes de esta urbe un viernes por la noche. Llego al barrio y quienes caminan por las veredas de Bedford Avenue destilan onda por todos los poros. De esa que puede combinar un bolso Louis Vuitton con zapatillas Converse y una camiseta de US$ 5, comprada en alguna de las tiendas de ropa vintage del barrio (como Horizons, Stella o Beacon's Closet).

Marcela, una guapa y simpática fotógrafa colombiana, junto a su novio italiano, Lucho, conversan en la barra del Hotel Delmano, un bar sacado de París de los 40 y que es usado de manera frecuente como set de películas, gracias a su especial y desgastada estética. Ella toma un Brooklyn's beauty y él, un Devil's Gardner. Hablan sobre ciudades y mujeres. Sobre qué tipo de mujer sería tal o cual ciudad. Lucho, oriundo de Roma, habla de ésta como una mujer entrada en carnes con grandes pechos, que abraza y acoge a todos (en ese minuto llegan las ostras, las del lado derecho de la costa Este de EEUU y las restantes de la Oeste. Son mejores las del Este). Y Marcela dice que Nueva York es, tal vez, como esa mujer de la que te enamoras perdidamente, pero que no corresponde tu amor. "Y tú la sigues y le das todo, pero jamás puedes alcanzarla", agrega. Lucho asiente, yo pido el segundo Devil's Gardner y en el estiloso bar los decibeles van en alza.

Si hay ánimo de fiesta, como la mayoría de los jóvenes que caminan por este barrio sin grandes edificios, de casas relativamente bajas y amplios "galpones" convertidos en talleres y lofts -que posee un aire europeo similar a la estética y la onda de Kreuzberg en Berlín (donde, como acá, la bicicleta es el medio de transporte)-, lo mejor es ir al East "Billyburg", al este de la Brooklyn Queens Expressway y cercano a otro barrio que también está metiendo ruido, Bushwick. El proceso que ahí se vive es parecido a lo que Willamsburg experimentó hace algunos años atrás. Nueva York es una ciudad de jóvenes (la media de edad de sus habitantes no excede los 35 años), que están algo obsesionados con el tema de la vivienda, en parte debido a la escasez de lugares para habitar. Entonces se produce una "carrera" potenciada por la especulación de los agentes inmobiliarios. Los precios de arriendo se disparan en un lugar que se pone de moda ("hoy un departamento de dos ambientes en Williamsburg puede costar US$ 2.400", dice Lucho) y la necesidad de menores valores gentrifica alguna zona aledaña, como Bushwick. Si va por esta zona, anote: para irse de fiesta, Arcade Bar (y sus flippers), Bushwick Country Club (ojo con la cabina fotográfica) y Union Pool (para escuchar música en vivo). Para comer, una pizzería-restaurante que da qué hablar por su excelente comida y, nuevamente, por lo ondera que es: Roberta's (el 23 de julio se hace aquí la segunda fiesta anual Bushwick Block Party). Y para dormir, y muy cerca de Roberta's, New York Loft Hostel (también destacan en el sector Zip 112 y Williamsburg Hostel, los tres elegidos por el The Guardian en su lista de los 10 mejores hostales de la ciudad).

A la mañana siguiente, tome desayuno en Marlow & Sons, camine tranquilo por el barrio y vaya a una muy buena disquería, Arwax Vynil. Y cuando cruce el puente de Williamsburg en dirección a Manhattan, fíjese en el letrero que lo resume todo: "You're leaving Brooklyn. Oy vey!" (Usted está saliendo de Brooklyn ¡Lástima!).

COMO LLEGAR

American Airlines tiene vuelos diarios desde US$ 1.200, aproximadamente, y dependiendo de las fechas de ida y retorno.

DATOS

Para encontrar los mejores datos del barrio, restaurantes, bares, galerías y fiestas, puede revisar las páginas web www.villagevoice.com y www.freewilliamsburg.com