A contracorriente. Así parecieran vivir algunas mujeres que en pleno siglo XXI han decidido colgar sus títulos. Universitarias con cuatro, cinco y hasta seis años de carrera, buenas calificaciones y un futuro promisorio, decidieron aparcar su desarrollo profesional por sus hijos, su matrimonio y una vida más acogedora.

Son las nuevas dueñas de casa, profesionales, madres dedicadas por completo a sus niños, seguras de sí mismas y orgullosas de su opción. Están lejos de la imagen poco glamorosa de la mujer con tubos en el pelo, bata de levantarse y aspiradora en mano, pero también muy distantes del modelo social imperante donde tiene un lugar privilegiado la lucha por la igualdad salarial y la competitividad.

Pero ¿cómo es posible que tantos años de estudio quedaran en el baúl de los recuerdos? "Creo que la maternidad cambia a muchas mujeres. Hasta que no tienes hijos, una quiere realizarse profesionalmente, trabajar, ganar dinero, comprarse un auto, un departamento e ir de vacaciones y la casa resulta una lata. Pero cuando tienes niños te das cuenta de que nadie los va a querer y cuidar como tú", dice Sandra Ortega (40 años), ingeniera comercial.

Desde que tuvo a Katherina (13 años) y Mikaela (9 años) sus prioridades dieron un giro. Fue como un barajar y dar de nuevo, porque a comienzos de los 90 cuando ella estudiaba en la Universidad Gabriela Mistral sólo pensaba en trabajar en empresas financieras, ganar su propia plata y ser laboralmente exitosa. Ahora mira la vida a través de sus hijas. Y sin frustraciones, porque es una renuncia voluntaria y porque siente que sus estudios igual le valieron. "En mi familia se estudiaba sí o sí. Además, trabajes o no, en la universidad adquieres cultura, te integras al mundo y usas la mente. Terminas de desarrollar tus habilidades", añade.

Aunque Sandra decidió quedarse en casa por vocación, reconoce que existen otros factores importantes: "El costo de salir a trabajar es alto". Y saca cuentas: "Gastaría unos 500.000 pesos en pagar una nana, transporte y una niña que vaya una hora diaria a la casa para apoyar a mis niñas en sus estudios, entre otros. El sueldo promedio de una ingeniera comercial no lo paga el mercado. Entonces, no compensa". Además, "en el mercado laboral nos discriminan. Es bien egoísta con las mujeres: no les permite compatibilizar labores. La Isapre te obliga a cotizar el triple o más que a un hombre por un mismo plan. Y cuando tienes menos de 35 años te preguntan 'cuándo va a tener la otra guagua'. Lo encuentro una falta de respeto. Por eso, son un montón de cosas las que me llevaron a no ejercer".

Sin nana en casa, a esta profesional le toca levantarse muy temprano, preparar mochilas, el uniforme, darles desayuno a sus niñas, llevarlas al colegio y, después, relajarse en casa. Esto implica desayuno en cama y tranquilidad para tomar fuerzas e ir al supermercado, limpiar el hogar y ayudar a estudiar a sus hijas por las tardes. "En el fondo a mí siempre me gustó estar en la casa. Yo nací para ser mamá. Era lo que quería".

Por eso, no tiene planes de ejercer su carrera. "¡Saber que tengo que cumplir horarios, levantarme temprano y salir a la calle con frío! No. Yo soy lejos la mujer más cómoda. Lo que vivo no tiene precio. La persona que tenga mi opción, sería feliz. Sólo justifico salir a trabajar fuera del hogar si existiera una necesidad económica imperiosa", comenta.

"ESTOY DONDE TENGO QUE ESTAR"
Cuando María Paz Vidal (33 años) hizo su práctica profesional en el diario La Segunda, nunca pensó que jamás volvería a ejercer de periodista. Esta egresada de la Universidad de Los Andes, que se tituló con buenas calificaciones, sólo mantiene recuerdos de aquel verano de 2000 cuando le tocó reportear la segunda vuelta de las presidenciales entre Lavín y Lagos.

Su renuncia al periodismo tuvo que ver con la maternidad. "Tenía súper claro que quería ir a la universidad y estudié para trabajar, pero se dieron las cosas así: vinieron los niños, fui a vivir fuera del país e hice un clic en Barcelona, hace cuatro años. Como allí era impensable tener nana, cuidé amis dos primeros enanos (ahora tiene cuatro) y entendí que es una la que debe enseñarles virtudes y a cómo comportarse, porque cuando son chicos lo absorben todo", explica María Paz.

Su madre también aportó su granito de arena en esta decisión. Profesional exitosa, escritora de libros infantiles y con gran experiencia en educación, trabajó, al igual que su padre, jornada completa. "Creo que me influyó. Claro que ella trabajó por una necesidad económica, por lo que no se lo reprocho. Además ella es una amiga, mi modelo, pero sí se notó su falta en la familia".

Aunque admite que siempre existe esta dualidad dentro de ella –madre-casa/profesional–, no está arrepentida de haber renunciado a la carrera por sus hijos. Por el contrario: "Soy una privilegiada de poder decidir voluntariamente que no quiero trabajar, porque mi marido cubre todas las necesidades.

Lo económico es un requisito básico. Si tuviese que ejercer: ¡horror! Profesionalmente tampoco lo necesito. En casa soy indispensable. Si hiciera periodismo sería unamás y si lo hago mal me reemplazarían al segundo siguiente". Desde que nació Horacio hace seis años, su rutina se ajusta a ellos. Se levanta a las 6.10 hrs y no para. Pero intenta ir al gimnasio "porque una debe estar bien", aunque no siempre es posible, por falta de tiempo. "Mi prioridad son los hijos. Para mí esto es mi trabajo y me tiene feliz (…) Es la chaqueta hecha a mi medida". Su interés se centra en crear una marca familiar. Así como algunas familias son deportistas, dice, quiere que sus niños sean cultos, que no vivan en una burbuja.

No descarta retomar su carrera cuando sus hijos sean mayores, aunque está consciente de la dificultad. "Creo que trabajar es positivo y dignifica cuando es compatible con los tuyos. Pero no es un tema que me preocupe. Estoy donde tengo que estar. No podría trabajar tranquila en una oficina". Su afirmación la sostienen muchas otras mujeres. Según la Encuesta de Vida y Salud 2006, del Instituto de Estadísticas, un 42% de ellas piensa en las tareas domésticas y familiares mientras está en el trabajo (frente a un 15% de los hombres) y un 35% enfrenta situaciones en las que necesitaría estar en el trabajo y la casa al mismo tiempo (ante el 12% de los varones).

NIÑOS EMOCIONALMENTE SANOS
Bebi Calvimontes de Medina, especialista en administración de la casa y que trabaja para el programa dirección Hogar Empresa del Centro de Formación Técnica Fontanar, sabe del tema, porque se topa con estasmujeres en terreno cada día. Dice que ellas se han aparcado de la esfera pública "primero por vocación y luego por opción de vida". Y agrega que "aun siendo profesionales, hoy prefieren permanecer en casa y lo hacen debido a que les interesa ser el primer referente educativo para sus hijos, gozar en primera persona momentos claves en el crecimiento de todos sus hijos y hacer de su hogar un espacio 'especial'. Su gran objetivo es formar una familia íntegra que sea un aporte a la sociedad y desde donde pueden emerger líderes que logren un verdadero impacto en la comunidad".

Para esta profesional, tal realidad se está dando con fuerza en las sociedades modernas desde finales de la década de los 90. De igual manera, la abogada de la Pontificia Universidad Católica y especialista en familia de la Fundación Buenaventura, María Teresa Álamos, asegura que esta práctica ocurre más en los países desarrollados, en donde las madres buscan el "buen desarrollo de sus hijos y aportar al mundo niños emocionalmente sanos, lo que, a la larga, redunda en una riqueza social. Para ellas, dedicarse a la casa y a los hijos las gratifica desde el primer minuto. Estas mujeres son felices. Por lo tanto, no se postergan, porque están satisfechas con lo que hacen".

Aparte de la maternidad, la crianza de los hijos y el hecho de que económicamente se lo puedan permitir, existe otra motivación poderosa para elegir quedarse en casa: la pareja, señala María Teresa Abbott, orientadora y mediadora familiar, quien cree que lasmujeres que trabajan fuera del hogar "tienen más problemas con sus maridos que las dueñas del hogar, porque están más agotadas, sobrepasadas".

A la terapeuta del Instituto Chileno de Terapia Familiar, Pamela Soto, no le extraña que las mujeres se titulen y luego no ejerzan. "Hoy en día la formación profesional parece ser un requisito extremadamente valorado en el mundo del trabajo. Tener una carrera, al menos en Chile, otorga cierto estatus y competitividad". Ahora bien, para esta especialista la doble carga laboral puede ser lo que más esté pesando en esta decisión. "En algunos casos, dedicarse a las labores domésticas responden a una evaluación de lo que se gana y se pierde en el trabajo (...) El sólo hecho de tener una carrera no implica que existan las condiciones para ejercerla, sobre todo si eres mujer", acota Soto.

En efecto, según el Barómetro Mujer y Trabajo 2008 elaborado por Comunidad Mujer, las razones por las que las mujeres inactivas encuestadas del gran Santiago dejaron su último trabajo ocupa un segundo puesto –después del despido– y se trata de que estaban cansadas de trabajar y, además, debían encargarse de las labores del hogar.

FACTORES EXTERNOS: CULTURA Y MERCADO
Con todo, y contrariamente a lo que se podría suponer, un mundo laboral competitivo y desventajoso para la mujer no sería un factor tan persuasivo como para que abandone su carrera antes de iniciarla. Ellas, a juicio de la experta en familia María Teresa Álamos, no se asustan de enfrentar este desafío, porque recién tituladas ni siquiera tienen consciencia de las exigencias. Mientras la especialista María Teresa Abbott apunta a que "estas mujeres son seguras. Saben que en cualquier momento pueden retomar. Tienen claro que son capaces y se sienten tranquilas. Además, cuentan con redes sociales que las pueden apoyar".

¿Y el machismo qué? Para Álamos "la mujer universitaria, a estas alturas, ha superado no un siglo, sino un milenio en su forma de pensar. Ese machismo, conservadurismo y/o autoritarismo existe, pero a menos escala y no es determinante, además, porque estas decisiones no se toman unilateralmente".

En el caso de Daniela Contardo, ingeniera comercial de la Universidad Gabriela Mistral (2002), que tiene dos hijos y espera un tercero, su decisión por dedicarse a ellos y al hogar ha sido compartida con su marido. "Estudié pensando en trabajar, pero me casé antes de titularme y tuve mi primer hijo pronto. Pero nunca sentí presión de parte demi esposo para quedarme en casa. Tampoco lo hice por complacerle; sí conté con su apoyo. Lo que pasa es que él valora tanto como yo el que esté con ellos en su educación. Además, estoy consciente de que mi carrera es incompatible con la casa, entonces nome estimula salir a trabajar. Vivo una vida tranquila, sin problemas, soy feliz y estoy emocionalmente y espiritualmente en calma".

Contardo asegura que no tiene nada contra las trabajadoras activas, pero "yo no podría hacerlo, estaría agotada. Me acomoda este estilo de vida, la maternidad y la casa. Disfruto el hogar, no me aburro. Puedo estar acostada, leyendo, con los niños, bordando, revisando diarios o en Internet... Hago muchas cosas".

RENUNCIAS, MITOS Y PRESION SOCIAL
Según la Radiografía de la Mujer de Chile de Hoy: Desafíos para el Futuro del Ministerio de Hacienda (noviembre 2007) lamáxima aspiración de las mujeres es ser económicamente independiente (59% frente a la maternidad con un 20%). Sin embargo, Álamos aclara que si bien "la necesidad de autonomía influye en todas ellas, las que no ejercen tienen una estructura de valores y asumen que hay que sacrificar algo. Es una decisión propia, madura, razonada y conversada".

A María Paz Vidal y Daniela Contardo no les complica no aportar dinero a la casa, porque no sienten limitaciones en la toma de decisiones, ni en su liderazgo o en su propia autonomía personal. "No tengo problemas en términos de independencia. Creo que sería distinto si hubiese trabajado antes. Tú te acostumbras. Además, las determinaciones importantes las tomamos ambos, mi marido y yo. Lo que sí, quizás mi nivel de vida sería más elevado si trabajara fuera de casa, pero soy feliz así y debo pensar en la felicidad de mis hijos".

El estrés es otro de los temores. Según una encuesta de la Universidad Adolfo Ibáñez (2008), las dueñas de casa son el grupo demás alto riesgo. Un 41,7% declara sentirse "altamente presionada". Porque a pesar de que la organización del tiempo está en sus manos, muchas veces, se siente sobrepasada, sobre todo si no cuenta con ayuda en las labores del hogar. Aunque Sandra Ortega va a clases de artesanía, al gimnasio y a "molear" –ir demall–, sabe que cuando llega a la casa todo tiene que estar funcionando: "Y no culpan a nadie más que a ti, si no está listo el almuerzo o no están hechas las compras del supermercado…Exigen lo que le pedirían a una nana, con la diferencia que no te pagan".

María Paz Vidal admite que las labores domésticas no son su fuerte, que falla en eso y se siente responsable. "Ya que estoy dedicada a esto, hagámoslo bien", dice. Razón que la motivó a realizar un curso sobre hogar y empresa en la Universidad de Los Andes donde le enseñaron cómo llevar la casa con eficiencia. También acudió a un especialista en gestión del hogar, en marzo pasado. Se siente contenta, porque está aprendiendo cómo administrar y organizar mejor su casa y a dirigir a las personas que trabajan para ella, como la nana.

La estigmatización también está presente en las vidas de estas dueñas de casa. Que no trabajan, que sus temas de conversación son limitados, que les sobra el tiempo... "Socialmente, las mujeres que trabajan miran a las dueñas del hogar como si les sobrara el tiempo, quizás porque no se ha dedicado a eso o por ignorancia, pero te dicen 'cómo no vas a poder si no trabajas'. Eso me importa; no es irrelevante para mí. Pero en general, no tengo a las feministas al lado diciéndome que estoy perdiendo el tiempo (se ríe). Más me 'envidian', en el buen sentido, porque muchas están obligadas a trabajar", comenta María Paz Vidal, mientras Sandra Ortega agrega que es "totalmente equivocado pensar que la mujer que se queda en la casa pasa todo el día viendo teleseries o en el solarium. Los hijos y el hogar demandan mucho esfuerzo. Puedes organizar mejor tu tiempo, pero una tiene muy poco margen para realizar lo propio".

Aparte de estos prejuicios, estas mujeres corren el riesgo de sufrir su propia insatisfacción. "Vivimos en un mundo en que se valora a las personas por lo que hacen", dice la orientadora María Teresa Abbott. Pero "tienen válvulas de escape, hacen cosas y se proyectan a sí mismas con lo que hacen. Se valoran. Muchas hacen voluntariado. Si la mujer se siente desvalorizada, de alguna manera, sale a flote por otro lado, si no se enferma", rescata la especialista en familia María Teresa Álamos.