El año que termina estuvo caracterizado por insospechados giros para la economía mundial. Se inició con relevantes turbulencias financieras en China y cerró con la perspectiva de cambios importantes del mix de políticas en Estados Unidos, lo que amenaza con acotar el prolongado período de expansión monetaria en las economías avanzadas. Estos cambios, unidos al actual nivel de incertidumbre, sugieren que el 2017 no será "más de lo mismo".
Esto también es válido para la economía chilena. El inicio de 2017 es, evidentemente, distinto al de 2016. Además de las diferencias en el entorno internacional, iniciamos un nuevo año con una inflación algo inferior al 3%, en contraste con el 4,4% de inicios de 2016. Esta diferencia se hará más patente durante el año, a medida que se manifiesten los efectos de la estabilización del tipo cambio, de la menor actividad y de la inercia propia de parte importante del IPC. También colaborará que desaparezca el efecto base del aumento del impuesto de timbres y estampillas. Además del menor riesgo de una aceleración inflacionaria, también será relevante la culminación de dos ciclos que afectaron negativamente a la inversión: el ajuste de la inversión habitacional tras el boom de 2015 y el del sector minero.
Este conjunto de factores ha llevado al Banco Central a proyectar un escenario que, sin mostrar grandes diferencias en el crecimiento promedio de la economía, sí encierra una trayectoria diferente, con una recuperación del ritmo de actividad y de la convergencia de la inflación a la meta de política en el segundo semestre. Este escenario se apoya en cuatro elementos:
En primer lugar, de la mano de la recuperación del crecimiento de las economías desarrolladas, de la estabilidad de la economía china y de la recuperación de algunos países emergentes, el crecimiento mundial seguirá su proceso de convergencia hacia valores cercanos a los promedios de las últimas décadas. La inflación también mostrará avances, recuperándose en las principales economías desarrolladas y cediendo en algunas emergentes, especialmente en nuestra región. Con esto, las políticas monetarias iniciarán un gradual proceso de normalización, lideradas por Estados Unidos, país que lleva la delantera en esas materias y donde, tras las elecciones, se espera un cambio relevante en su mix de política en favor de un mayor impulso fiscal. En este contexto, es muy probable que el dólar continúe fortaleciéndose y que las condiciones financieras que enfrentan las economías emergentes sean algo menos favorables, elementos que, en general, han sido negativos para el precio de los productos básicos. Sin embargo, la recuperación de la demanda mundial, sumado a algunos elementos de oferta particulares, permitirán una recuperación de los mismos respecto de los niveles promedio de este año.
En el plano interno, cerraremos el año con una actividad creciendo en torno a 1,5%, con un cuarto trimestre particularmente bajo. Esto, unido a un ambiente donde los riesgos son mayores y los niveles de confianza son aún marcadamente pesimistas, hacen prever que la actividad demorará algo más en lograr tasas de crecimiento cercanas a su potencial. Con todo, la economía debería retomar fuerzas hacia fines del año entrante, ayudada por el mejor desempeño del sector minero y la recuperación de la inversión, que luego de tres años seguidos de caídas debería volver a crecer. Todo, en un contexto en que la economía se encuentra adecuadamente balanceada, en que el escenario externo se avizora algo más favorable y donde la política monetaria seguirá proveyendo un impulso relevante a la economía.
En tercer lugar, el escenario base para 2017 asume que la brecha de actividad permanecerá abierta en el horizonte de proyección, lo que unido a un tipo de cambio que se espera no muestre las fluctuaciones de años previos y a una inflación que ha convergido más rápido, mantendrá la inflación en la parte baja del rango de tolerancia la mayor parte del año. En esto incidirá especialmente la menor inflación subyacente (inflación SAE), cuyo comportamiento será compensado por el mayor crecimiento del precio de los alimentos y de la energía.
Por último, nuestro escenario considera un alto grado de incertidumbre en lo externo y lo interno. Respecto de lo primero, no es para nada evidente la forma que tomará el impulso fiscal en Estados Unidos, ni cuál será la reacción de la Fed. De ahí que la incertidumbre sobre las implicancias para el resto de mundo sea alta. China sigue siendo foco de preocupación, pues más allá de que la autoridad haya logrado estabilizar su crecimiento, persiste la necesidad de ajustes importantes en varias áreas. Se suma a lo anterior la posible implementación de medidas de corte proteccionista y un escenario europeo caracterizado por focos de debilidad financiera, una serie de cuadros electorales y el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea. En este contexto, no son descartables nuevos episodios de tensión financiera como los observados a inicios de 2016.
En Chile, el principal riesgo sigue siendo el de un nuevo aplazamiento de la recuperación del crecimiento, lo que después de varios años creciendo en torno al 2%, generaría dificultades en diversas áreas, desde el mercado laboral hasta las finanzas públicas. Con todo, escenarios donde la economía crece más que lo esperado son también plausibles. Por lo pronto, la evolución del precio del cobre puede ser mejor que lo esperado, al igual que el crecimiento de la demanda mundial. En el plano interno no se puede descartar una evolución más vigorosa de la demanda interna, en particular de la inversión.
Las actuales cifras de crecimiento no dejan contento a nadie, pero no debemos olvidar que contamos con un marco de política y condiciones macroeconómicas que nos han permitido enfrentar una serie de dificultades y, pese a ello, seguir creciendo. La preocupación por el crecimiento ha ido calando con fuerza en todos los sectores políticos y sociales, y ello debería mostrarse en el rumbo que tome la discusión de políticas públicas en los meses venideros, ayudando a mejorar las expectativas de los distintos agentes. Sin ello, será difícil aprovechar las oportunidades que se abren este año que comienza, dentro de las que destacan condiciones financieras muy propicias para invertir y un tipo de cambio en niveles más altos que hace dos años. Las autoridades tenemos una muy buena oportunidad para demostrar que la disciplina puede operar también en períodos preeleccionarios, sin perjuicio de su rol contracíclico cuando el escenario macro y las reglas de política vigente así lo justifican.