La noticia circuló esta semana en el mundo: "Cómo la caca ayuda a que los niños en Japón aprendan a leer", fue el título de la nota publicada por la BBC. Así la información fue replicada por usar el conocido emoji de la feca para un fin educativo. Pero Japón es conocido por buscar métodos de aprendizaje para lograr acercar la lectura a los estudiantes. Y algo ha resultado: la colección de libros Ejercicios de kanji de la caca ha vendido 280 mil ejemplares en un mes y medio.
Lejos de esos extremos, en Chile ya hay profesores que usan los populares memes, cómics y sobre todo libros de autores contemporáneos para que los alumnos se identifiquen. Además de leer los clásicos de Shakespeare, Cervantes, Quevedo y Homero, en las salas de clases, también se analizan novelas y cuentos de Roberto Bolaño, Alessandro Baricco, Julio Cortázar, y poemas de Nicanor Parra, Pablo de Rokha, Jorge Teillier y Leonel Lienlaf. Son los autores sugeridos por el programa del Ministerio de Educación (Mineduc).
Sin embargo, el ministerio hace dos semanas entregó las malas noticias. Fue cuando dio a conocer el Simce (Sistema de Medición de la Calidad de la Educación) de Lenguaje, de Segundo Medio 2016: los resultados arrojaron los puntajes más bajos en una década. Para el Gobierno, uno de los motivos centrales de la caída es el uso excesivo de Internet a través de los diversos dispositivos tecnológicos, que afectarían su rendimiento.
El promedio en 2006, en Segundo Medio, era de 254 puntos; en la última prueba, bajó a 247. Mientras, las mujeres pasaron de 258 a 255 puntos en la última década. Esto significó que aumentara la brecha de género, favoreciendo a las jóvenes lectoras. Por otra parte, los grupos socioeconómicos altos también disminuyeron sus puntajes: si en 2006 obtuvieron 302 puntos, ahora, 274 puntos.
"Los jóvenes de hoy son una nueva generación denominada como Generación 4G, inmersa en la tecnología y que se caracteriza por el alto nivel de uso de los dispositivos digitales", dice Carlos Henríquez, secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación, entidad encargada de aplicar el Simce, evaluación que se realiza desde 1988. "Mientras buscan información para la tarea del colegio en otra pestaña tienen abierta su página de Facebook; mientras en el celular chatean por WhatsApp o están en Snapchat, tienen cargando un tutorial de Youtube y prenden Netflix. Están expuestos a un sin fin de estímulos y le 'compiten' como estímulo al libro", agrega.
Hay varias listas por colegios para Segundo Medio este año. Por ejemplo, el Divina Pastora, de La Florida, tiene entre sus lecturas El lugar sin límites, de José Donoso; El túnel, de Ernesto Sabato; Frankenstein, de Mary Shelley y Como agua para chocolate, de Laura Esquivel. En el colegio Francisco de Miranda, de Peñalolén, leerán La sangre y la esperanza, de Nicomedes Guzmán; Seda, de Alessandro Baricco, y Flores de papel, de Egon Wolff, entre otros.
A su vez en el Liceo Darío Salas, de Santiago Centro, para abordar géneros narrativos leerán fragmentos de Martín Rivas, de Alberto Blest Gana; Cien años de soledad, de García Márquez, y cuentos de H. P. Lovecraft.
Hace cuatro años Francisco Greave (33) es profesor de Lenguaje, del colegio La Providencia, de Maipú. El entiende que la tecnología es consumida a diario por los jóvenes. Pero cree que igualmente están interesados en leer. Por estos días aplica el programa de Lectura Silenciosa para sus alumnos de Segundo Medio. La idea es que el alumno opte por un libro que avanza unos 15 minutos en cada clase, y luego el profesor realiza varios trabajos sobre él.
"Esto es bueno para conocer sus lecturas, a veces menospreciamos su gustos. Hay que aprovechar la nueva literatura. ¿Por qué no pedirles, por ejemplo, que hagan una distopía entre las novelas Fahrenheit 451, de Ray Bradbury y Los juegos del hambre, de Suzanne Collins?", se pregunta el profesor que sí cuestiona el Simce. "A uno como profesor le interesa el desarrollo de trabajos en relación a las lecturas. Pero el Simce termina condicionando las pruebas a un modelo que se parezca a ella", dice Greave, cuya crítica que se repite entre especialistas en educación.
"El Simce mide habilidades relacionadas con el lenguaje, pero no lectores. La pregunta es qué es lo que se busca, ¿niños lectores? o ¿niños entrenados en competencias lectoras?", se pregunta Rebeca Domínguez, directora de la Fundación Había Una Vez. "Satanizar los dispositivos electrónicos es complejo porque los niños leen, miran y se comunican por placer con estos dispositivos. Pero en el caso de una lectura más larga, la concentración en un dispositivo electrónico será más difícil".
"Los colegios top que lideraron el Simce" o "Los liceos que arrasaron en el Simce", son algunos titulares de prensa que reflejan lo que es esta prueba: una carta de presentación del colegio ante la sociedad. "¿Cómo va a ser relevante este Simce en un país tan heterogéneo? Este tipo de mediciones son el cementerio de la literatura, pero también de la buena educación. Rendir o no rendir en estas evaluaciones no nos va a hacer pensar, ni las causas ni las consecuencias, de nuestros problemas fundamentales en educación. ¿La letra con Simce entra? ¡Para nada!", cree Jaime Retamal Salazar, Doctor en Educación de la Usach.
Si Chile tiene el Simce para medir la calidad de la educación, ¿cómo lo hacen por ejemplo otros países de Latinoamérica? "Todos los países evalúan sus aprendizajes con pruebas similares, pero Chile es el único que lo hace año a año de manera censal a los cursos que evalúa y con muy altas consecuencias. Eso es una práctica que no existe en otras partes del mundo, donde las evaluaciones están centradas en una concepción más formativa para guiar los aprendizajes", dice Retamal.
Buscando respuestas
La mayoría de los profesores trabajan con los títulos sugeridos por el Mineduc. Pero también, hay por lo menos, un par de títulos que los jóvenes pueden elegir. "Hay lecturas que se repiten, son las novelas de John Green (Bajo la misma estrella), de Blue Jeans (Algo tan sencillo como estar contigo) y El chico de las estrellas, de Chris Pueyo, novela que aborda la temática homosexual", dice el profesor Francisco Greave.
Experiencias similares ha tenido el escritor y profesor Daniel Hidalgo en un colegio técnico de mujeres de Santiago Centro. "Los libros que yo hago leer, por ejemplo, son Historia de cronopios y de famas, de Cortázar; Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, o Sobredosis, de Alberto Fuguet. Y claro, ellas igual proponen desde Harry Potter, de JK Rowling a las novelas de John Green", dice Hidalgo y apunta sus dardos al Simce. "Esta prueba estandarizada incluso a los adultos les cuesta responder. La gracia de los textos es su subjetividad, pero la prueba te da la posibilidad de una respuesta correcta. La crisis es la prueba", agrega.
Hace dos años, el sitio de investigación Ciper publicó el reportaje "Simce: El desconocido negocio de los privados". En este se señala que, entre el 2013 y 2014, se invirtieron $ 29 mil millones en todo el proceso de elaboración de la prueba. Esta información salió a la luz luego que la Contraloría solicitara una auditoría a la Agencia de Calidad de la Educación. "Se toman muchos resguardos para la validez y confiabilidad de los resultados, las tareas de lectura están asociadas a localizar información, relacionar e interpretar y reflexionar sobre el texto. La clave de respuesta es la única respuesta correcta", comenta Natalia Vargas, Magister en Evaluación de Programas Educacionales de la UC, ante una prueba que los profesores no ven ni antes ni después de su aplicación. Sobre la lectura entre los jóvenes, concluye: "Desde mi perspectiva, están leyendo, pero leen lo que les gusta, lo que les interesa. La lectura impuesta, de textos extensos y tal vez poco significativos, no los motiva".