Ya de regreso en Washington, el Presidente norteamericano, Barack Obama, se mostró satisfecho por la aprobación del débil pacto alcanzado en la cumbre de Copenhague, que no establece un compromiso vinculante de reducción de emisiones contaminantes. "Es un paso importante", dijo el mandatario. Un balance que pocos compartieron al cierre de la cita en la capital danesa.
Mientras activistas protestaron ayer por los resultados de la cumbre portando imágenes del gobernante estadounidense, diversas personalidades tanto norteamericanas como extranjeras enjuiciaron el rol de Obama en esta reunión clave para salvar al planeta del calentamiento global.
"Mucho ruido y pocas nueces. Esa es la sensación que dejó en muchos estadounidenses el papel de su presidente en la cumbre sobre cambio climático celebrada en Copenhague", señaló la agencia de noticias DPA. Un juicio avalado por el representante republicano por Texas, Joe Barton, para quien Obama apostó por su peso personal en Copenhague por segunda vez y, como ya ocurrió durante la elección de la ciudad que albergará los Juegos Olímpicos de 2016, tampoco en esta ocasión le sirvió de mucho. "No se lo puede culpar por que la magia de su persona no haya servido de nada", enfatizó Barton, miembro del Comité para la energía y el comercio de la Cámara de Representantes.
"Estados Unidos hizo creer al mundo que hablaba de un pacto y mintió a cientos de países al decirles que escuchaba sus preocupaciones", criticó Kate Horner, de la organización ecologista Friends of the Earth (Amigos de la Tierra), con sede en Washington. "Apenas podemos esperar para escuchar a Obama contando a los estadounidenses que tendrán que pagar más impuestos para financiar que China ahorre más energía y, con ello, se vuelva más competente", se burló un comentarista del diario The Wall Street Journal.
CRÍTICAS EXTERNAS
Pero las críticas al rol de Obama no se circunscribieron sólo a EE.UU. El Parlamento europeo calificó como una "gran desilusión" el resultado de la conferencia y dijo que Washington y Beijing "tienen la responsabilidad de este acuerdo débil". "EE.UU. no quiso adoptar sus reducciones (de gases) a las necesidades globales y China rechazó un tratado con obligaciones internacionales", indicó en una declaración.
A su vez, el ministro de Medio Ambiente de Brasil, Carlos Minc, acusó a Estados Unidos de ser responsable del "fiasco" de Copenhague, al no haberse comprometido formalmente a reducir las emisiones de gases.
Para el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el acuerdo de Copenhague constituye un "buen comienzo". En cambio, para el secretario ejecutivo de la cumbre del clima, Yvo de Boer, sólo es "una declaración de intenciones". "Todo ello significa que tenemos mucho trabajo que hacer de cara a México", donde intentarán alcanzar un nuevo pacto global en noviembre de 2010.