Un día después de firmar la ley que evitó que el país cayera en un default, y en la víspera de su  cumpleaños número cincuenta, el Presidente de EEUU,  Barack Obama, apareció este miércoles ante las cámaras de televisión cansado e irritado, una imagen muy lejana del político que con  frescura y un mensaje de esperanza electrizó a los votantes en  las elecciones del 2008.

El mandatario habló brevemente con los reporteros en una pausa de la reunión de gabinete, en la Casa Blanca. El Presidente dijo que  la economía de Estados Unidos sigue "débil" y que algunos  elementos que la golpean "no pueden ser previstos", como el  reciente terremoto en Japón o las revueltas en los países árabes  y el norte de Africa.

Luego, sin nombrar a la oposición republicana que durante semanas lo tuvo contra las cuerdas, Obama dijo que el durísimo debate que acompañó la crisis de la deuda y el déficit que se resolvió el martes a último momento causó "un innecesario  impacto negativo" sobre la economía norteamericana.

Esta imagen de cansancio que proyectó el gobernante deberá sacarsela de encima antes de mañana, cuando  cumpla años. Su agenda prevé una serie de presentaciones  públicas en Chicago, su ciudad de adopción, que aprovechará para celebrar y para recaudar dinero de campaña con  la mira puesta en la reelección en noviembre del 2012.

Si bien marchará a Chicago para las celebraciones, Obama  retornará a la ciudad de Washington para pasar el día de su cumpleaños, un 4 de agosto como el de 1961, cuando nació en  Honolulu, la capital del estado de Hawaii.

Medio siglo después, y durante la última semana de crisis, varios comentaristas televisivos hicieron notar las  consecuencias que la convivencia diaria con el poder está  teniendo sobre Obama. "Miren esas canas, que no estaban durante  la campaña del 2008", señaló, por ejemplo, una analista de la  cadena CNN.

Aunque el presidente es un devoto del gimnasio y presta gran  atención a la salud física, es de esperarse que muchos días  amargos por delante le seguirán dejando marcas que contrastarán  con su imagen casi juvenil de hace apenas tres años.

Por lo pronto, el acuerdo para levantar el techo del endeudamiento, evitar el default y recortar el déficit dañó  todavía más su relación con la base más progresista del partido  demócrata, que teme que el proceso de ahorros se ensañe  particularmente con programas como el Medicare (la cobertura  médica para ancianos), la planificación familiar o las becas  para estudiantes de familias pobres.

En el promedio de las encuestas nacionales preparado por el  sitio especializado de internet RealClearPolitics (RCP), Obama  aparecía con un 49,4% negativo, contra apenas un 44,9% de  los estadounidenses que aprueban su trabajo.

A principios de mes, una encuesta de la empresa Gallup indicó que un 83% de los demócratas que se ubican más a la izquierda  todavía apoyaban al presidente, pero quedará por verse cómo  queda ese indicador cuando los sondeos procesen la desilusión  política que provocó entre ellos el acuerdo por la deuda.

De todas maneras, como señaló un comentarista del diario Washington Post, al fin y al cabo el presidente no tendría que  preocuparse tanto por haberse alejado de los progresistas o  "liberales", como se los llama en Estados Unidos. "El hecho es que los progresistas no tienen adonde ir" si no  es con Obama, añadió.