El presidente estadounidense Barack Obama propuso un presupuesto que podría recortar el déficit de Estados Unidos en US$1,1 billones en 10 años, creando el marco para una amarga batalla con los republicanos, que se han comprometido a impulsar controles de gastos aún más severos.
Los conservadores sostienen que Obama, un demócrata, es un derrochador liberal del dinero de los contribuyentes, y apuntan a convertir las elecciones presidenciales de 2012 en un referendo sobre sus antecedentes fiscales.
Los detalles de la propuesta presupuestaria entregados por la Casa Blanca antes de su publicación oficial mostraron un déficit fiscal aumentando a US$1.645 billones en el año fiscal 2011, para luego disminuir fuertemente a US$1.101 billones en 2012. Esta tendencia podría recortar el déficit como porcentaje de la economía de EEUU a un 3,2% en 2015 desde un 10,9% este año.
El presupuesto de Obama para el año fiscal 2012, que se publicará formalmente esta tarde, es una propuesta al Congreso que traza las prioridades políticas del presidente. Tras la presentación, transcurrirán meses de discusión con los republicanos en el Congreso. "Aunque podríamos tener ciertas diferencias en un comienzo, estamos muy ansiosos de trabajar con los republicanos para recortar los gastos y reducir nuestro déficit", dijo un importante funcionario del Gobierno de Obama.
El funcionario mencionó un pacto impositivo de diciembre negociado por Obama y los republicanos como evidencia de que ambas partes pueden trabajar juntas. "El debate en Washington no es si se recorta o se gasta. Ambas partes acordamos que deberíamos cortar. La cuestión es cuánto cortamos y qué cortamos", dijo el funcionario. Pero los republicanos ya han revelado propuestas más duras para controlar la creciente deuda de EEUU, que en los próximos meses debería alcanzar el límite legal.
Si los legisladores no se ponen de acuerdo en torno a las operaciones de financiamiento del Gobierno antes de que expire el plazo el 4 de marzo, la situación podría llevar a un cierre del Gobierno. Eso repetiría el cierre visto en 1995-1996 entre un presidente demócrata y una Cámara de Representantes controlada por los republicanos, que al final tuvo un resultado adverso para los republicanos. El público se alineó con el entonces presidente Bill Clinton, quien ganó la reelección.