Para el artista Jorge Tacla las primeras alertas del engaño se encendieron cuatro años atrás, cuando una amiga le envió una imagen de una pintura que le estaban ofreciendo a su hermano como si fuese suya. Tacla sentenció que era falsa y todo quedó ahí: el vendedor se hizo humo. Recién el año pasado, el pintor radicado hace más de 30 años en Nueva York, pudo tener entre sus manos pinturas falsas firmadas con su nombre. Eduardo Lira, dueño de la galería Artium, las compró pensando que eran verdaderas, llamó a Tacla y al comprobar que no era así, se las entregó. "Las falsificaciones son pésimas y grotescas. Tratan de copiar obras sin ningún oficio, y sin ninguna preocupación de los materiales que ocupan", afirma Tacla.
Hoy las dos piezas están siendo analizadas por la Brigada Investigadora de Delitos de Propiedad Intelectual (Bridepi), organismo creado en 2008 para desarticular bandas o personas individuales que fabriquen, acopien o trafiquen material falsificado. Puede ser desde juguetes y ropa, hasta material artístico como libros y películas. En el caso de las obras de arte, la Bridepi ha recibido hasta la fecha sólo cinco denuncias. "Son investigaciones de largo aliento. Más complejo que cualquier otro tipo de falsificación, porque el arte es subjetivo. Cuando los artistas están vivos, es más fácil de dirimir, pero si están muertos eso nos obliga a reconstruir históricamente la obra. Es un delito que apunta al mercado ABC1 y la gente que se ve afectada muy pocas veces denuncia", señala el subcomisario de la Bridepi, Rodrigo Barros.
Por estos días la brigada trabaja además en una serie de obras supuestamente realizadas por Roberto Matta, que su hijo Ramuntcho denunció como falsas el año pasado. La Bridepi guarda total discreción sobre este caso. Eso sí, no es la primera vez que Matta es foco de investigaciones.
El 2008 el físico y coleccionista chileno Luis Paredes le pidió a Germana Ferrari, viuda de Matta, que autentificara cinco lienzos del pintor: ella se negó, porque los consideró falsos. El caso llegó a la justicia y luego de tres años, el Ministerio Público cerró la indagatoria sin llegar a determinar si es que las telas eran o no originales. La palabra de la familia del pintor se enfrentó a la de los peritos locales.
Por años, en la escena artística han circulado rumores sobre los Mattas falsos, pero nunca se ha hallado a los supuestos estafadores. Sin evidencias ni denuncias, la justicia no puede proceder. "Es esencial entregar información a la PDI. Nosotros certificamos obras sólo con fines investigativos y trabajamos con historiadores de arte, grafólogos, restauradores y químicos", dice el Subcomisario Barros.
Certificados y precios
Otro afectado por obras falsas ha sido el pintor Samy Benmayor. "La primera vez que vi un cuadro falsificado mío fue a fines de los 90. A Bororo también lo han falsificado. Ahora último hemos visto una gran cantidad de imitaciones de obras de Pablo Domínguez dando vueltas. Con Bororo las vimos y dudamos. Estaban bien hechas, pero al final decidimos que no eran originales. Nosotros fuimos amigos, los más cercanos, trabajamos juntos, sabemos de lo que hablamos", dice Benmayor.
A la hora de comprar una obra de arte es fundamental exigir un certificado de autenticidad y saber exactamente la procedencia de la obra. "Se han visto incluso certificados de autenticidad falsos, eso ha sido la pesadilla de los herederos y fundaciones a cargo de las obras de los artistas. Es una amoralidad que hay que detener", señala la representante de Christie's en Chile, Denise Ratinoff. "Christie's garantiza la obra vendida hasta cinco años. Si el comprador comprueba que la obra no corresponde al artista se le devuelve el dinero de la compra", agrega.
Las galerías chilenas emiten certificados de autenticidad, pero siempre firmados por el artista y si éste ha fallecido recurren a la familia o la viuda. "Los galeristas llevamos un registro de las obras, hacemos exposiciones y catálogos, somos los más cercanos a los artistas y hemos trabajado a veces con ellos hasta por 30 años. Somos el lugar más seguro para comprar", dice María Elena Comandari, galerista de Artespacio y vocera de la AGAC, la asociación de galerías de Chile (ver recuadro).
El caso de los artistas del siglo XIX falsificados como Juan Francisco González o Pedro Lira es más complejo, ya que no existe fundación o familia viva que los certifique. "Debería formarse un comité en el Museo Nacional para que los especialistas puedan contribuir a que la obra de los maestros chilenos sea espetada y apreciada", dice Ratinoff. La falta de estos mecanismos ha hecho que la obra de estos artistas sea imitada y sus precios se desvaloricen. "Hoy encuentras obras de Juan Francisco González por $ 7 millones cuando años atrás se alzaban sobre los $ 27 millones", dice el galerista Eduardo Lira.
El precio es, sin duda, un indicador. Según Comandari, un grabado de Matta es difícil que cueste menos de US$ 2.500 en el mercado y los óleos valen mucho más. En el caso de Bororo y Pablo Domínguez, por ejemplo, sus telas rondan los $ 4 o $ 5 millones.
"Si te ofrecen un Benmayor por $ 400 mil sospecha, si es por un millón puede ser, pero tampoco", dice el propio artista. "Lo que puedo decir es que la gente compre en lugares conocidos, vaya a galerías, se haga asesorar. El que adquiere un cuadro falso es porque en realidad no le interesa comprar uno verdadero", concluye Benmayor.