Un viaje al pasado y al presente de la artes tecnológicas propone este año la Bienal de Artes Mediales. Con dos décadas, por primera vez tiene como sede el Museo de Bellas Artes.

El pasado se refleja en recuperaciones como la del Comdasuar, el primer computador musical digital analógico, creado en 1977 por el ingeniero José Vicente Asuar: el precursor de la música electroacústica en Chile y el mundo, volvió a dar un concierto en el contexto de la bienal, luego de décadas. En tanto, el presente se observa en las obras de más de 80 artistas locales y extranjeros que participan este año y que mezclan arte, tecnología y ciencia. Así, usando un principio químico, Matthew Neary conectó mil papas entre sí, las que dan energía a una bandera de Chile construida con 263 luces LED. También está la "pintura" de Rodrigo Arteaga, hecha con hongos conservados en resina que forman un mapamundi, y la réplica del Fasat Alfa, primer satélite chileno que falló en su único viaje al espacio, realizado por el colectivo MICH.

Fundada en 1993 por el artista y académico Néstor Olhagaray bajo el nombre de Bienal de Video de Santiago, dado su foco en el video arte, en esta edición se rebautizó como Bienal de Artes Mediales, ampliándose a otras disciplinas. "Llegar por primera vez al museo quiere decir que hay una aceptación de este tipo de obras, más experimentales, por parte de la escena artística local, lo que nos pone al nivel de otros países que hace rato dieron el paso. Lo que faltan son espacios y medios donde los artistas puedan investigar y producir sus obras", dice Enrique Rivera, director del evento.

La bienal esta marcada por obras participativas, donde el público, más que espectador, es protagonista. A las puertas del museo, Iván Navarro da la bienvenida con una rueda de camión minero que sirve como sala sonora: acoge en su interior al público para reproducir siempre la misma melodía. Se suma una pieza de Carolina Pino, que se activa a través de Twitter: luego de escribir #yocaceroleopor (y un reclamo), unas cucharas de palo golpean una serie de ollas produciendo un "cacerolazo virtual". "El público del museo está acostumbrado a otro tipo de arte. Aquí puede descubrir obras que están hechas para provocarlos y estremecerlos", remata Rivera.