En el desierto de Atacama, Región de Antofagasta, a cinco mil metros de altura, hace frío. El fuerte viento, la nula vegetación y la escasez de oxígeno hacen de ese lugar un sitio hostil para la vida humana. Sin embargo, dichas características lo convierten en el sitio ideal para la observación astronómica.

"Lo más importante es apoyarse en el equipo y ser consciente de tus capacidades. Cuando llegué aquí, todo cambia el primer día; el cuerpo comienza a cambiar para poder adaptarte a la altura. Al segundo día recién puedes subir hasta aquí", cuenta Jorge Olave, técnico mecánico del observatorio Alma (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), mientras baja de una escalera, tras inspeccionar una de las 66 antenas que forman el radiotelescopio más grande del mundo.

El proyecto, emplazado en el llano del cerro Chajnantor, nace de la cooperación entre Norteamérica, Europa, Asia del Este y Chile, que aporta el 70% del personal. Ahí, en el llamado Centro de Operaciones de las antenas (AOS, por sus siglas en inglés), los trabajadores no pueden estar más de ocho horas, ya que la exposición a tales condiciones atmosféricas es perjudicial para la salud. Por eso, a unos 34 km de San Pedro de Atacama y un poco más abajo, a 2.900 metros de altitud, está el Centro de Operaciones del Observatorio (OSF), donde no sólo se erigen los edificios desde los que se monitorea y se realiza la mantención de las antenas, sino que, además, está el campamento que aloja a los cerca de 200 trabajadores -de un total de 270 entre Santiago y Atacama- que ahí viven.

Las instalaciones, cuyas obras comenzaron en 2005, cuentan con espacios de esparcimiento, descanso y convivencia de ingenieros, astrónomos, administrativos y contratistas. Las habitaciones tienen una cama de una plaza y media, baño, televisor con cable, internet, teléfono, frigobar y calefacción. Privacidad y condiciones que son valoradas por Olave, quien asegura que, pese a que "es complicado estar lejos de la familia, en las piezas podemos tener las comodidades que necesitamos".

En sus tiempos libres, los trabajadores -que tienen turnos de mañana y noche de entre ocho y 11 horas diarias, por jornadas que van de regímenes de 4x3 y 8x6- tienen acceso a asaderas, gimnasio, sala de juegos, salón de pool, sala de música, sala de cine, cancha de tenis y baby fútbol. Instancias que, a juicio de Rodrigo Torres, administrador de contratos de construcción, potencian la amistad y aplacan el aislamiento. "Las instalaciones son de libre disposición. En la sala de música hay guitarras y batería, se crean bandas sólo para distraerse. Siempre hay grupos, cuando uno está tanto tiempo en un lugar generas lazos, generas amistad", comenta.

El profesional agrega que, cada año, Alma participa de las Olimpíadas Interobservatorios. "El año pasado salimos campeones. Hay disciplinas como tenis, básquetbol, fútbol, rayuela y pool. Esta es la cuarta o quinta vez que participamos, y ahora ganamos en La Serena. Se hacen allá porque está la mayor parte de los observatorios, es la número XXI o XXII, y participan Alma, Las Campanas, Tololo, ESO y Aura. Ganamos en casi todas las disciplinas", asegura, orgulloso.

Por su parte, el director de AUI (Associated Universities Inc.) en Chile, Eduardo Hardy, respaldó los beneficios de estas actividades. Señala que esto permite "que los trabajadores se sientan parte de esta gran familia que son los observatorios astronómicos".

La seguridad y la salud son esenciales en las alturas; por ello cuentan con prevencionistas de riesgo, paramédicos y dos policlínicos. Es obligatorio someterse a controles de salud una vez al año. Además, la entrada al complejo es restringida, y si bien todos los trabajadores pueden ir a diario a San Pedro, en un bus que sale a las 20.00 y regresa a las 23.00, se debe respetar la ley seca.

La nutrición también es importante: el casino es concesionado y sirve cuatro comidas en distintos horarios. Según Hardy, "la dieta es lo más mediterránea posible, con muchos vegetales". El personal de aseo es de la misma empresa y sus trabajadores permanecen en el recinto por sistemas de turno.

UNA JORNADA PARA LA CIENCIA

En agosto y septiembre de 2013, el sindicato de Alma -que agrupa a 195 trabajadores- inició una huelga que mantuvo por 17 días. Pedían, además de mejoras salariales, la reducción en las horas de trabajo. Al respecto, José Cortés, operador de arreglos de antena, dice que "ahora las jornadas son de 11 horas. Antes eran de 12 y eso cambió en la negociación colectiva, ya que a tres mil metros de altura es extenuante el trabajo".

Para él, estar en el campamento ha sido complicado. "Uno echa de menos a la familia", cuenta, pero reconoce que para "realizar la investigación científica se debe estar en un lugar con estas condiciones climáticas y geográficas; entonces, desgraciadamente, tiene que ser así. A lo mejor después, con la tecnología, se podrá hacer desde Santiago o desde otro lado", señala, resignado.