En una columna en este mismo medio, hace un tiempo, planteé el daño, desde un punto de vista comunicacional, que iba a tener para la Nueva Mayoría el haber decidido quedar fuera de las primarias. La presencia en televisión de minutos de franja electoral en horario prime, más la mayor presencia en los noticiarios y programas políticos de los candidatos les iba a dar una gran ventaja.

Dentro de la coalición oficialista muchos minimizaron tal riesgo y apostaron por una baja participación. Símbolo de ello fue la frase del sociólogo Eugenio Tironi, que levantó el concepto, hasta ahora inédito, del "triunfo por ausencia".

Pero ahora se suman otras amenazas peores. Quien aprovechó mejor el grueso fallo de los dirigentes de la NM fue Sebastián Piñera, que logró canasta completa en la elección. Además de los obvios números que están fuera de toda discusión, anotó en su libreta de éxitos un patrimonio que hasta ahora era propio de la centroizquierda: la amplitud ideológica. El ex presidente derrotó a dos candidatos que apelaban a abrir la derecha más allá de la clásica homogeneidad cultural de la que ha hecho gala.

La mezcla de errores, por un lado de los dirigentes que priorizaron un puesto cerca de Guillier que los intereses de la coalición y, por otro, de los autoflagelantes que aprovecharon el espacio creado por los oportunistas para jubilar a una generación completa de la política le dieron un regalo del cielo a Piñera. Si hay alguien que puede exhibir el triunfo por ausencia es el ahora candidato de toda la derecha, que ganó por no presentación de la Nueva Mayoría a una contienda que era crucial para el camino a La Moneda.

Un escenario distinto habría tenido el ex Presidente Piñera si se hubiese enfrentado a una primaria de la Nueva Mayoría con competidores como Insulza, Lagos, Goic y Guillier. La diversidad de mundos que refleja cada uno habría arrinconado a Piñera y sus contendores en la derecha y los números habrían sido muy distintos. La foto del ganador de esa contienda, rodeado por todo el amplio abanico que representa la coalición de gobierno, habría dado una señal de gobernabilidad que es la que hoy luce Piñera.

Sumando a ese error, Guillier y su entorno sobreestimaron al Frente Amplio y dieron, en el mismo período de las primarias, un violento giro a la izquierda, con un programa que parece hecho para competirle a Beatriz Sánchez en su primaria. Hay que recordar las palabras de la vocera de Guillier, ante el silencio de los líderes de los partidos que lo apoyan, cuando dijo que la Concertación había administrado el modelo de la dictadura. Los exiguos números de participación de dicha coalición prueban que el exceso de protagonis- mo que dieron los autoflagelantes al Frente Amplio es tan ilusorio como los que creyeron que habría baja participación por el fútbol y que a Piñera le afectarían las revelaciones sobre su patrimonio personal.

Más aún, los dirigentes de los partidos que operaron la caída de Lagos y, con ello, de la primaria, tampoco tuvieron en cuenta otro elemento histórico que le habría venido muy bien a la Nueva Mayoría. Esta elección era la primera que incluía a los votantes en el exterior, y con presencia de todas las coaliciones en la papeleta habría sido un triunfo rotundo de Bachelet. La ambición de unos y la ceguera ideológica de otros le negaron a la propia Presidenta el hito que habría sido una elección amplia con todas las coaliciones y todos los chilenos.