Sus bailarines nunca ensayan frente a un espejo. "No es un capricho", dice el coreógrafo y director de la compañía de danza israelí Batsheva, Ohad Naharin (1952), sino "una forma de deshacerse de ellos".

Fue hace 15 años cuando el intérprete asumió la dirección del reconocido grupo fundado por Martha Graham y la Baronesa Batsheva De Rothschild en 1964. Formado en la School American Ballet y discípulo de Maurice Béjart, el laureado bailarín belga fallecido en 2007, Naharin cuenta que hasta hoy repite en silencio una de las principales enseñanzas de su maestro: "Si puedes bromear sobre algo muy importante, es que has alcanzado la libertad".

Cubrir los espejos de las salas de ensayo fue una de las primeras medidas que el recién asumido director de la compañía le comunicó a sus intérpretes. "Aquí no habrá paredes de espejos", les dijo, "pues queremos que esto sea realmente divertido". El elenco, compuesto por jóvenes israelíes y de otros rincones del mundo de entre 18 y 24 años, solo atinó a cerrar la boca y a seguirlo con la mirada.

Al cumplirse 10 años de su nombramiento, Naharin había ido más allá: no conforme con que Batsheva fuese solo una compañía de danza local, creó una empresa internacional que realzó su nombre y el del grupo. Además, le dio un sello que lo distinguiría del resto de los referentes actuales de la escena de danza contemporánea a nivel mundial.

"Partió como un simple ejercicio, pero luego se convirtió en el lenguaje presente en todo nuestro trabajo", cuenta. En una clase de improvisación, Naharin pidió a los intérpretes que pensaran en cualquier palabra que estimulara un movimiento. Les dio como ejemplo la palabra "Luna", empezó a recorrer su cuerpo con los ojos cerrados harta ponerse a jugar con el recoveco entre sus dedos de manos y pies.

Así surgió el Gaga, un lenguaje físico único y propio de la experimentación de la danza contemporánea, que acabó por distinguir el trabajo de Batsheva. Hasta mañana, en el Teatro Municipal de Santiago, el grupo israelí mostrará diez coreografías creadas por su director a partir de este método en Decadance, en el marco de la XXII versión del Festival Santiago a Mil, presentado por Minera Escondida (operada por BHP Billiton).

"El título es la fusión de la sigla Deca, que significa 10, y la danza, por supuesto", explica Naharin. "Además, el montaje fue estrenado para celebrar mi décimo aniversario a la cabeza del grupo, así que el título también se aloja en esa anécdota. Es como una línea de tiempo de todo nuestro trabajo".

Cuando el público ingresa a la sala, los bailarines ya están sobre el escenario. Elongan, permanecen en un rincón, a la espera de articular palabras usando el cuerpo. "Mis dos escuelas, el American Ballet y el legado de Maurice Béjart, representan el pensamiento conservador y la importancia de Ballet, dos cosas que pueden contradecirse entre sí, pero que me enseñaron acerca de la necesidad de permanecer abierto a otros métodos y formas de pensar", afirma.

"Mi misión como director era y sigue siendo la misma: mejorar lo que había aprendido y seguir aprendiendo para enseñar. En esto he sido muy respetuoso de mis estudios, pues mis intérpretes tienen infinita libertad de hacer con sus cuerpos y sobre el escenario lo que les plazca".

¿Todo lo anterior queda en evidencia en Decadance?

El Gaga ayuda a los bailarines a despertar otras formas de creación desde la carne, y que va más allá de nuestros límites familiares de lo que consideramos como habitual. En Decadance, verás cómo el Gaga es forma y contenido en una licuadora para crear algo sabroso. Es como sacudir el cuerpo, darle otra vida.