Algo pasa en Túnez cuando llega el invierno. En enero de 1984, la gente salió a la calle a protestar contra el alza del precio de los alimentos, en la llamada "revuelta del pan". En 2008 fueron los choques en la cuenca minera de Gafsa-Redeyef y, en enero de 2011, la ola de manifestaciones y enfrentamientos marcó el principio de la Primavera Árabe. Y esta semana, los recortes en las subvenciones y el incremento de los impuestos volvieron a encender la indignación. Tras la tercera noche consecutiva de manifestaciones en el país, el Ministerio del Interior informó este jueves de más de 600 detenidos, una persona muerta y decenas de heridos, incluidos 21 policías.

Las movilizaciones se iniciaron el pasado fin de semana, con la entrada en vigor de los nuevos presupuestos generales del Estado. La convocatoria se hizo a través de la plataforma "Fesh nastanneu?" (¿A qué esperamos?), que el martes logró concentrar a decenas de jóvenes bajo el grito de "policía asesina, ministerio terrorista", refiriéndose al departamento de Interior, y "no tenemos miedo, las calles volverán a hervir".

El primer ministro, Yusuf Chahed, acusó directamente a "redes mafiosas" y al principal partido de la oposición, el izquierdista Frente Popular, de estar detrás de las acciones violentas, las mismas que han dejado en segundo plano la decisión de ruptura entre el partido gobernante Nidaá Tunis y la formación islamista Ennahda, principal fuerza en el Parlamento.

Aunque hasta ahora, en opinión de los analistas, no hay indicios de una nueva Primavera Árabe como la de 2011, la tensión parece ir en aumento. Más teniendo en cuenta que se han convocado manifestaciones para el domingo, con ocasión del séptimo aniversario de la revolución que acabó con el régimen de Ben Ali.

Con todo, en mayo se celebran las primeras elecciones municipales desde la caída de Ben Ali. Unos comicios que probablemente marcaran el futuro de Túnez y su frágil transición.