Son carreras breves, protagonizadas por figuras y fans que crecen a alta velocidad y que, tras ese fulgor inicial, se enfrentan a la gran disyuntiva: cómo sobrevivir al inapelable paso del tiempo. Les ha pasado a casi todos. Por ejemplo, hace cinco años Justin Bieber era apenas un quinceañero que acababa de lanzar su primer single y preparaba el EP que marcaría su debut. Hoy es casi un veterano del género, acorralado por los líos personales y la crónica roja.

Para muchos podrá seguir siendo sinónimo de fenómeno, pero la realidad establece que entre el debut internacional del trío Jonas Brothers y su último álbum  pasaron apenas tres años. Su discografía duró casi lo mismo que los rumores sobre su separación (pese a que continuaron dando shows hasta el año pasado).

Los mexicanos de RBD pasaron en 2006 de tocar frente a 46 mil personas en el Estadio Nacional -timbrando el fenómeno de esa temporada- a convocar a sólo ocho mil dos años después, en un recinto para más del triple de capacidad como la Pista Atlética del mismo reducto. Incluso, su espectáculo de despedida, en ese mismo año, reunió apenas a cinco mil asistentes en Movistar Arena. Con el transcurso de los años, su éxito local cayó en picada.

Llegó el momento

El lanzamiento del nuevo single de One Direction, bautizado como Steal my girl y con estreno para este lunes 29 (será el adelanto de su nuevo título, Four), los situará ante el mismo trance: cómo evitar la fuga de público, el posterior desplome de popularidad y, como desenlace, la extinción.

La presión no es menor. La banda, cuyo catálogo ha vendido 100 mil copias en Chile, ha debutado con sus tres álbumes anteriores en el primer lugar de ventas de Billboard. "Queremos que la tendencia se mantenga. En Chile, sobre todo, One Direction sólo ha crecido. Pero en este ámbito, los números no siempre se repiten. Los gustos de las personas cambian", asume Rodrigo Ostolaza, jefe de promoción de Sony Music, sello local de la banda.

Si bien el grupo parece estar en su cima de popularidad, su existencia, aunque intensa, es concisa: desde 2011 han editado cuatro discos. Como paralelo, U2 tardó cinco años entre sus dos últimas producciones.

Cuando Jonas Brothers lanzó su tercer álbum, Lines, vines and trying times (2009), lo describieron como su testimonio de la "madurez". El título fue destrozado por la crítica y vendió  600 mil copias, fracaso total para un grupo que con sus dos piezas anteriores había despachado tres millones y medio de ejemplares. Ese mismo año fue su debut en Chile, frente a 35 mil seguidores. En 2010 volvieron, esta vez frente a 30 mil personas en el Estadio Monumental. Ya para su última visita, en 2013, su convocatoria se redujo al Festival de Viña y al Movistar Arena.

Incluso, el siempre popular Bieber pareciera extraviar su arrastre. Si bien en sus dos visitas, en 2011 y 2013, ha desatado la euforia del Nacional, entre un concierto y otro hubo una baja de cinco mil personas.

La música chilena no es ajena al mercado. La serie Amango, de 2007, llegó acompañada de una banda, alta sintonía y un paso por Viña que les valió antorcha de plata. Pero el fenómeno decayó. En las siguientes dos temporadas, los ratings no volvieron a repetirse, bajando a menos de 10 puntos, lo que marcó su adiós en 2009.

"La razón del término de proyectos como Amango es que son productos que dependen 100% de la TV, de los resultados y personajes ficticios que generan", dice Denise Rosenthal, ex miembro del programa, hoy con carrera solista. "No es que algo falle, es que tienen inevitablemente una fecha de expiración, producto de lo mismo, existe un guión, hay un final, siempre", agrega.