Cuentan en el Mineduc que, hasta este jueves, no llegaba todavía ningún dossier/carpeta de apoyo a ninguna candidatura al 21º Premio Nacional de Historia. Dicen que hay tiempo. Que el jurado recién se constituye a fin de mes y que en agosto deliberarán para atribuir el galardón. Que no hay que apurarse.

Pero la carrera ya comenzó. No sólo porque hay dossiers en plena confección y muchas firmas que recolectar en departamentos de historia en todo el país. También, y sobre todo, porque ya está en buena medida definido el perfil de esta versión, uno que no parará las prensas pero donde, perdonando la redundancia, podría hacerse historia.

Como en otros casos, habrá especialistas de ámbitos muy diversos (de la arqueología a la historia minera), así como miradas y trayectorias diferentes. Pero la noticia va por otro lado: tres de las cuatro candidaturas medianamente confirmadas son encarnadas por mujeres, quienes nunca han sido premiadas en los 40 años del galardón. Y una de ellas es la postulante única de una importante unidad académica que no ve laureado a uno de los suyos desde 1998. Al frente, y no deja de ser, hay un candidato iquiqueño que concita el apoyo de las universidades regionales y de no pocos colegas en la capital. Pueden pasar cosas.

Votarán, llegado el momento, el titular de Educación, Nicolás Eyzaguirre; el premio nacional 2012, Jorge Pinto; el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi; un representante del Consejo de Rectores, y un designado por la Academia Chilena de la Historia. Elegirán a quien haya realizado "un aporte significativo" a la historiografía local, como se dice en esas lides. Y podrán informarse echando mano a los señalados dossiers. O bien poniendo en la mesa cualquier nombre que estimen meritorio. Con eso alcanza.

"Estimado (a) colega", principia la carta que firman el decano de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la UC, Patricio Bernedo, y el director de su Instituto de Historia, Fernando Purcell. "Le escribimos para solicitar su apoyo a la postulación de la Dra. Sol Serrano al Premio Nacional de Historia que el Estado de Chile otorgará en el presente año".

Acto seguido, da las razones que justifican esta solicitud. Entre ellas, que la obra historiográfica de Serrano "aborda temas de actualidad indispensables para comprender la historia, nuestro presente y, sobre todo, contribuir a delinear el futuro de nuestra sociedad". Igualmente, destaca su "papel activo y decisivo en el espacio público", citando, entre otros ejemplos, su rol en la primera Mesa de Diálogo que sentó a civiles y militares tras el retorno de la democracia.

Pero falta el remate: "Desde su inauguración, en 1974, este premio ha sido otorgado exclusivamente a historiadores varones. Creemos que ha llegado el momento de reconocer a una historiadora de indiscutibles méritos y, a través de ella, a un segmento importante de la actual comunidad histórica chilena".

"Hay una campaña diseñada y se viene trabajando desde hace meses", cuenta Purcell a La Tercera, subrayando los diversos aportes de la profesora Serrano, como su inmersión en el ámbito educativo, que entre otros aspectos se expresa en su rol de coautora de la voluminosa Historia de la educación en Chile (1810-2010). Sería "lamentable", remata, "que en un gobierno como éste se siga desconociendo el aporte historiográfico de las mujeres chilenas".

Sea o no este el eje, he aquí un factor que puede pesar, aun si en el pasado no lo ha hecho suficientemente. A otras dos candidatas, con campañas menos elaboradas y "oficiales" hasta el momento, afectará también la disposición en este sentido del nuevo jurado. Por un lado está Luz María Méndez, profesora de la U. de Chile y autora de volúmenes como La exportación minera en Chile 1800-1840. Por otro asoma la arqueóloga y docente de la "U" Victoria Castro, que cuenta con el apoyo del premio nacional Jorge Hidaldo, y que, de ser reconocida, sería la tercera de su especialidad, después de Mario Orellana y Lautaro Núñez. "Ya va siendo hora de que se premie a una historiadora", complementa Julio Pinto, de la Usach, que años atrás postuló a María Angélica Illanes.

Eso sí, de las tres señaladas, claramente asoma con la mejor opción la académica de la UC, en cuyo beneficio juega también la cohesión de las fuerzas. Si en 2010 hubo tres nombres de esta casa de estudios con carpetas en el Mineduc (Cristián Gazmuri, Joaquín Fermandois y René Millar, además de Isabel Cruz, presentada por la U. de los Andes) y en 2012 se repitieron todos menos Gazmuri, esta vez hay candidatura única. Y, como subtexto, el deseo de tener a una de los propios entre los galardonados, lo que no ocurre desde que se reconoció a Armando de Ramón, en 1998. Hay quien considera en la UC que seis de los 20 premiados no es mucho, sobre todo si se tiene del 30% al 40% de la investigación local y la única revista indexada en ISI. Podría no ser este un eje determinante este año, pero es un dato de la causa.

Recuerda alguien que deliberó para el premio de 2012 que lo que definió las cosas en favor de Jorge Pinto, aparte de su dedicación a las relaciones entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, fue "el trabajo en provincias". El factor regional vuelve a hacerse presente hoy con la postulación de Sergio González Miranda. Director del Instituto de Estudios Internacionales de la U. Arturo Prat, en Iquique, es autor de volúmenes como Hombres y mujeres de la Pampa y, más recientemente, coeditor de Las historias que nos unen, sobre "episodios positivos" en las relaciones peruano-chilenas.

El apoyo a González, con base en la U. Arturo Prat, convoca a profesores de la Usach y la U. de Chile. Desde esta última, el académico Pablo Artaza destaca que González tiene méritos "tanto por su profundo desarrollo del registro regionalista como por el papel que su perspectiva y preocupación por los componentes teóricos han jugado en la renovación de nuestra disciplina". Cuenta, igualmente, con el respaldo de dos premios nacionales: Eduardo Cavieres, que encabezó su postulación, y Gabriel Salazar. "Más allá de que el objetivo se cumpla o no, lo importante es estar presente en esa instancia, representando no sólo al norte de Chile, sino a las regiones", señala González.

El nuevo premio está cerca. Y es más que $ 13 millones y fracción y una pensión vitalicia cercana a las 20 UTM mensuales. Es, como señala Julio Pinto, "un reconocimiento oficial del Estado chileno a la producción académica, cosa que nuestra exitista sociedad actual no suele priorizar mucho. También posiciona públicamente a personas que tienen cosas importantes que decir, y que los medios informativos no suelen destacar".